Nos liberamos de los haitianos pero caímos en Pedro Santana.
Nos liberamos de los españoles pero subió Ulises Heureaux.

Los norteamericanos se fueron en 1924 pero subieron Horacio Vásquez y Rafael Leonidas Trujillo.

Los norteamerianos en 1965 se replegaron y al año siguiente re-subió Joaquín Balaguer.

Nuestra vida colonial y republicana ha sido en elegir entre lo malo y lo más malo.

En medio de tanto nacionalismo y nacionalistas de todo tipo, ¿alguien habla del sujeto, de la persona, de quien anda a pie, del ciudadano normal?

Tendríamos que educarnos en el concepto del sujeto, de la persona, dejando para la escuela todos esos efluvios patrioteros.

¿Qué es la patria, sino la ciudad, el campo? Cuando oigo todas esas campanadas nacionalistas, mes tras mes, torturándome y/o torturándonos, y veo esos rostros hipernacionalistas, día tras día, me digo: ¿es que nos quieren seguir cogiendo de pendejos esos profesionales y comerciantes de la Nación y del nacionalismo?

¿Cómo es que se puede "amar la patria", "defender la identidad", "rendir honor a nuestros héroes", cuando el Museo del Hombre se despedaza, cuando borran nuestras edificaciones más antiguas, cuando todo sucumbe al paso de "Don Dinero", cuando la intelligentsia dominicana tiene ya trescientos años desangrándose porque mejor limpiar pisos en Madrid o Nueva York que estar desangrándose el alma en Santo Domingo?

Ya me gustaría a mí ver a nuestros nacionalistas caminar por Los Mina o por Salsipuedes o por Jima Arriba o por El Manguito.

¿O es que la "patria" sólo se condensa en "El Polígono" y sus alrededores?

Cuando veo a tanta gente celebrando la Restauración, la Independencia, el 14, el 24, me digo, ¿estamos ya en el siglo XXI?

¿Celebraremos la partida de los malos pero no la llegada de los más malos?

"Chupe usted y déjeme el cabo".