LO QUE REALMENTE me tocó fue el aplauso.

Allí estaban sentados en la mesa redonda los representantes de todo el mundo, aplaudiendo su propia obra: la resolución que acababan de adoptar por unanimidad. El Consejo de Seguridad, al igual que el Knesset, no está acostumbrado a aplausos ni a otros estallidos espontáneos. Y sin embargo, aplaudieron como niñitos que acababan de recibir su regalo de Navidad.

(Fue un día antes de Navidad y el primer día de Hanukkah, coincidencia que se da una vez en décadas, ya que los cristianos usan el calendario solar y los judíos todavía usan un calendario lunar modificado).

Los delegados estaban delirantemente felices. Acababan de lograr algo que los había eludido durante muchos años: la condena de una flagrante violación del derecho internacional por el gobierno de Israel.

Presidentes consecutivos de Estados Unidos habían utilizado su poder de veto anacrónico para impedir que la ONU cumpliera con su deber. Ahora, el presidente Barak Obama, al final de su presidencia, se atrevió a desafiar al gobierno de Benjamín Netanyahu, una persona a la que detesta con todo su corazón.

Y así, después de años de frustración, el más alto organismo internacional podría adoptar una resolución sobre Israel de acuerdo con sus convicciones. No es de extrañar que se comportaran como los escolares que salían de vacaciones; unas vacaciones que, por desgracia, pudieran resultar cortas.

A PRIMERA vista, la alegría fue exagerada. La resolución casi no tiene sentido práctico. No tiene dientes. Netanyahu podría usar el antiguo adagio oriental: "Los peros ladran y la caravana se mueve".

Pero la reacción inmediata de Netanyahu fue muy diferente. Actuó como un animal herido: corriendo como loco, dando vueltas, mordiendo a todos su alcance.

Algunas de sus reacciones bordearon el ridículo. Podría haber menospreciado la resolución y haberse burlado de ella, como lo han hecho muchas veces los líderes israelíes. En cambio, recordó a sus embajadores de Senegal y Nueva Zelanda (naciones tradicionalmente amistosas), canceló visitas de estadistas extranjeros, llamó a embajadores extranjeros para el día de Navidad, lanzó insultos y sobre todo mancilló al presidente Obama.

Obviamente fue una estupidez. El presidente todavía tiene 21 días para irse, 21 largos días en los que dañar a Netanyahu. Podría, por ejemplo, permitir la aprobación de una resolución irrevocable de la ONU para reconocer al Estado de Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU. Por el momento, todo el Israel oficial está en un estado de pánico a la espera de ese movimiento.

Si Netanyahu hubiese leído a Maquiavelo, habría sabido que tú no provocas a un león, a menos que seas capaz de matarlo. Especialmente, yo añadiría, un león que has insultado y herido muchas veces antes. Porque incluso los leones a veces se enojan.

Pero el comportamiento de Netanyahu puede no ser tan estúpido como parece. En realidad, puede ser muy inteligente. Depende de su objetivo.

Como estrategia diplomática, es desastrosa. Pero como una estrategia para ganar elecciones, es bastante sensata: Aquí está el gran héroe, el nuevo rey David, luchando por su pueblo, enfrentándose al mundo entero. ¿Hay alguien en Israel que pueda compararse con él?

EN LOS MALOS tiempos de Golda Meir, una de las bandas de entretenimiento del ejército israelí cantó una canción alegre que comenzaba: "El mundo entero está en contra de nosotros / Pero no nos importa un comino…" La banda bailaba con  la melodía.

Por alguna razón, los judíos sienten satisfacción de una condena mundial. Eso confirma lo que hemos sabido siempre: que todas las naciones del mundo nos odian. Muestra lo especiales y superiores que somos. No tiene nada que ver con nuestro propio comportamiento, Dios no lo quiera. Es antisemitismo puro.

Netanyahu está superando a la misma Golda. La anciana ahora lo mira desde el cielo (¿o desde otro sitio, abajo?) con envidia.

SE SUPONÍA que el sionismo liberaría a Israel de estos viejos complejos judíos. Se suponía que debíamos convertirnos en una nación normal, israelíes en vez de judíos "exiliados", admirados por otras naciones. Parece que no hemos tenido éxito.

Pero hay una gran esperanza. En realidad, una esperanza gigantesca. Tiene un nombre: Donald Trump.

Él ya tuiteó que después de que asuma el poder, todo lo referente a la ONU va a cambiar.

¿Lo hará? ¿Alguien −incluyéndose él mismo− realmente sabe lo que tiene en mente? ¿Puede Netanyahu estar seguro?

Es cierto que va a enviar a un rabioso sionista ultraderechista judío-estadounidense como su embajador a Tel Aviv (o a Jerusalén, ya veremos). Una persona tan derechista que hace que el propio Netanyahu parezca casi un izquierdista.

Pero al mismo tiempo, Trump ha designado como su más cercano ayudante a un racista blanco radical con plenas credenciales antisemitas.

Tal vez, como algunos creen, todo depende enteramente de los estados de ánimo de Trump. ¿Quién sabe cuál será su estado de ánimo la mañana de la primera votación importante de la ONU sobre Israel? ¿Será el de Trump el sionista o del Trump antisemita?

REALMENTE, ÉL bien puede ser ambos. No hay problema, de verdad.

El objetivo declarado del sionismo es reunir a todos los judíos del mundo en el Estado judío. El objetivo declarado de los antisemitas es expulsar a los judíos de todos sus países. Ambos lados quieren lo mismo. No hay conflicto.

Theodor Herzl, el Padre Fundador del Sionismo, reconoció este derecho desde el principio. Él fue a la Rusia zarista, que estaba gobernada por antisemitas, y ofreció un acuerdo: les quitamos a los judíos de las manos, y ustedes nos ayudan a convencerlos para irse. Eso fue en el apogeo de los pogromos mortales. Pero los judíos que salieron de Rusia fueron en masa hacia América; muy pocos fueron a la Palestina gobernada por los otomanos.

Este no fue un capítulo único. A lo largo de la historia sionista se han hecho muchos intentos de alistar a los antisemitas para ayudar en la implementación del proyecto sionista.

Incluso antes de que el movimiento sionista naciera, los evangelistas estadounidenses y británicos predicaron la reunión de los exiliados judíos en la tierra santa. Es posible que ellos hayan sido la inspiración para Herzl. Sin embargo, este mensaje de redención para los judíos tenía una cláusula secreta. El regreso de los judíos a Palestina permitiría la segunda llegada de Cristo. Pero, entonces, los judíos se convertirían al cristianismo. Los que se negaran serían aniquilados.

En 1939, cuando el peligro nazi se hizo evidente, el líder sionista Vladimir (Ze’ev) Jabotinsky pidió una reunión de sus seguidores en Polonia. Los líderes del Irgún en Palestina asistieron. Uno de ellos era Abraham Stern, cuyo nombre de guerra era Ya’ir.

La reunión decidió acercarse a los comandantes antisemitas del ejército polaco y ofrecerles un acuerdo: armen y entrenen a jóvenes judíos polacos, nosotros liberaremos Palestina y transportaremos a los judíos polacos allí. Los oficiales estuvieron de acuerdo y se establecieron campos de entrenamiento en Polonia. La Segunda Guerra Mundial puso fin a este plan.

Con el estallido de la guerra, Jabotinsky, un anglófilo ardiente a pesar de todo, ordenó al Irgún detener todas esas acciones y cooperar con los británicos. Stern propuso el enfoque opuesto. Su credo era: nuestro enemigo es Gran Bretaña. La guerra nos da la oportunidad de expulsarlos. El enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo. Adolfo Hitler es un antisemita, pero ahora es nuestro aliado potencial.

El acercamiento de Stern causó una escisión en el Irgún. Un furioso debate estalló en todas las células secretas. Yo participé, siendo un miembro de 16 años. Y como refugiado de la Alemania nazi, rechacé la tesis de Stern.

Stern creó su propio grupo (más tarde llamado Lehi, siglas hebreas de “Combatientes por la Libertad de Israel”, también conocida como la "pandilla Stern"). Envió a un emisario a la neutral Turquía, donde entregó al embajador alemán una carta para "Mr. Hitler ", ofreciendo cooperación. El Führer no respondió. Eso fue, por supuesto, antes del Holocausto.

Stern fue capturado por los británicos y "muerto de un disparo mientras trataba de escapar". Cuando la guerra terminó, y la Rusia soviética se convirtió en el enemigo de Gran Bretaña y Occidente, los herederos de Stern se acercaron a Stalin y ofrecieron cooperación. Stalin, cuyo antisemitismo se estaba haciendo más pronunciado en ese momento, ignoró la oferta.

Durante la guerra, uno de los arquitectos del Holocausto fue Adolfo Eichmann, el oficial de la SS que se encargó de organizar el transporte de judíos húngaros a Auschwitz. En Budapest estableció contacto con un grupo de sionistas, dirigido por Israel Kastner, con quien hizo un trato. Como gesto de buena voluntad le permitió enviar unos cuantos cientos de judíos a la Suiza neutral.

Eichmann envió a un miembro del grupo, Yoel Brand, a Estambul, con una oferta disparatada a la dirección sionista en Jerusalén: si los aliados proveyeran a los nazis con mil camiones, se detendría la deportación de los judíos húngaros.

Contrario a sus instrucciones, Brand cruzó la frontera en Siria, ocupada por los británicos, y fue arrestado por estos. La deportación de los judíos húngaros −diez mil por día− continuó.

¿Cuál fue el propósito de los nazis en este extraño asunto? Mi propia teoría es que Heinrich Himmler ya estaba decidido a destronar a Hitler y hacer una paz por separado con los aliados occidentales. Eichmann sirvió a su plan para establecer contacto con los aliados. Como antisemita calado, Himmler estaba convencido de que los judíos controlaban el mundo.

Algún tiempo después de la guerra, en el cautiverio israelí, Eichmann escribió sus memorias. Afirmó que creía que los sionistas eran el elemento "biológicamente positivo" de la raza judía.

Mahmoud Abbas, por cierto, como estudiante en la Universidad de Moscú, escribió su tesis doctoral sobre la cooperación nazi-sionista.

¿PUEDEN ENTRE los asistentes de Trump ahora incluirse al mismo tiempo sionistas rabiosos y antisemitas rabiosos?

Por supuesto que sí.

Esta semana, nuestro ministro de Defensa de extrema derecha, Avigdor Lieberman, condenó el plan francés de convocar (en París dentro de unos días) a una conferencia sobre la paz entre israelíes y palestinos. El gobierno israelí teme que allí el secretario de Estado John Kerry presente su detallado plan práctico para un acuerdo de paz, incluyendo la creación del Estado de Palestina. Este plan sería adoptado por la conferencia y luego por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Este sería el disparo de despedida del presidente Obama. No habría veto.

(Por cierto, el plan de Kerry es casi idéntico a un plan que mis amigos y yo publicamos en 1957, hace 59 años, llamado "El Manifiesto Hebreo").

Destellando por la rabia, Lieberman comparó esto con el Caso Dreyfus. Hace 120 años, un capitán judío del ejército francés fue condenado falsamente por espiar para Alemania y enviado a la Isla del Diablo, frente a la Guayana Francesa. Posteriormente fue absuelto. La mitología sionista dice que Theodor Herzl, entonces corresponsal de un periódico vienés de París, estaba tan conmovido por el hecho que se inspiró en la idea sionista.

La próxima conferencia de París −afirmó Lieberman irritado− fue el Caso Dreyfus de nuevo, sólo que esta vez contra todo el pueblo judío.

Pero no hay que preocuparse: Donald Trump y sus sionistas anti-semítas pondrán todo de nuevo en orden.