Incertidumbre, desesperanza, contagios, falta de curación e imprecisiones sobre la enfermedad, son situaciones que responden a una realidad inesperada que afrontan los profesionales de la salud y sus colaboradores ante la pandemia del COVID-19.
A ello se suman la carencia de indumentarias especializadas de protección y la insuficiencia de pruebas diagnósticas, equipos, medicamentos y de protocolos de actuación.
Ver fallecer a las personas solas, disponer de sus cuerpos, convivir con pacientes infectados con la incertidumbre de si podrán superarlo o si entrarán en coma, son otras situaciones difíciles que estos trabajadores deben enfrentar.
El aumento de contagios y de muertes no es una noticia halagüeña para ningún galeno. Estar en contacto con el dolor y las emociones de los demás, aumenta la sensación de impotencia y frustración, lo cual podría ser devastador.
En algunos de estos profesionales podrían aparecer el miedo y la angustia por no saber con exactitud con certeza a qué se enfrentan y qué deben hacer, así como por sentir que no tienen el control de lo que ocurre ni de los medios para realizar las tareas.
Otro factor que puede afectarlos es estar lejos de sus familiares. En otros casos, llegar a casa con temor a infectarlos, pues tampoco saben si por estar en contacto von personas contagiadas ellos están infectados.
Todas estas condiciones, entre otras, son de alto riesgo para el desarrollo del Síndrome de Burnout o del quemado. Bosquet (2008) refiere al respecto: “Es un problema de salud y de calidad de vida laboral, un tipo de estrés crónico que podríamos definir como la respuesta psicofísica que tiene lugar en el individuo como consecuencia de un esfuerzo frecuente cuyos resultados la persona considera ineficaces e insuficientes, ante lo cual reacciona quedándose exhausta, con sensación de indefensión y con retirada psicológica y a veces física de la actividad a causa del estrés excesivo y de la insatisfacción”.
La autora amplifica su conceptualización y expone que los profesionales pueden manifestar una sensación permanente de no poder seguir hacia delante y percibir que sus fuerzas llegaron al límite, lo que en buen dominicano significa “sentirse fundidos”.
Cuando el agotamiento emocional se hace presente, no tan solo aparecen la desesperanza o pesimismo, sino que pueden surgir aparecer reacciones agresivas, hostiles y de irritabilidad. Algunos podrían despersonalizarse, como mecanismo de defensa, lo que implica no involucrarse para no sufrir. Además, implica, una baja sensación de pobre ejecución, ante la frustración por la forma en que realizada su trabajo y los resultados conseguidos.
Es una situación muy crítica para ellos en estos momentos. Resistir es en primera alternativa.
Sin embargo, se pueden asumir otras actitudes y formas de preservar la integridad psicológica, como por ejemplo: salvaguardar la estabilidad y afectividad en la familia, mantener el contacto social vía la plataforma electrónica y aceptar el proceso que se enfrenta.
Otras actitudes son mantener el diálogo con sus colegas con un pensamiento creativo y flexible para enfrentar el día a día, conservar la actitud optimista hacia la vida, preservar la empatía y un comportamiento compasivo, reconocer sus propios límites y considerar que su esfuerzo es una contribución a la humanidad.
Es recomendable evitar autoexigirse en demasía; usar de sus conocimientos, ser creativos y examinar los sucesos cotidianos para modificar su actuación, con la intención de aportar en la creación de un protocolo junto a los colegas. También ejercer la voluntad, a pesar de los obstáculos; no dejarse intimidar por las amenazas, el dolor y el riesgo; actuar de acuerdo con las convicciones médicas.
Asimismo, el personal médico y de apoyo debe mantener el ánimo y el entusiasmo y afirmar la vida. Además, tratar a todos los pacientes con equidad, brindarles por igual las mismas oportunidades y ver sus logros como el resultado de un trabajo en equipo.
De igual forma, no correr riesgos que traspasen la ética, los procedimientos y las normativas.
En estos momentos, es probable que sientan la necesidad de perdonar, pues darse la oportunidad de perdonarse a sí mismos y a los demás alivia. No deben ser vengativos.
Es preciso que aprecien la vida, la naturaleza y la experiencia de cada día. También, reconocer todo lo bueno que les sucede, agradecer a las personas que tengan gestos nobles y mantener el sentido del humor, reírse y hacer reír a los demás.
La espiritualidad y el sentido de trascendencia no deben dejarse atrás. Hay que creer que existe un significado divino y redefinir el sentido de la vida