La sociedad dominicana vive en estos tiempos momentos  de inquietud e incertidumbre, luego de una traumática modificación constitucional para solo permitir al actual presidente, Danilo Medina, repostularse por cuatro años más, lo que ha traído por consecuencia en la comunidad un estado de temas y reflexiones sobre la reelección, el continuismo y el “Mesianismo” en nuestra nación. Numerosos sectores de nuestro país y en la comunidad internacional se preocupan por este  tema, la reelección y el efecto dañino de estos en países pobres, subdesarrollados y con una marcada debilidad institucional, agravados por el peligro que representa el continuismo en países con un carácter social orientado hacia el caudillismo y la perpetuación de lideres políticos en el poder, bajo el pretexto de creerse no solo necesarios sino imprescindibles, “sin ellos la nación perece”, bajo el pretexto de que “el pueblo así lo pide”, conclusión alcanzada por datos y por cientos basados en resultados de encuestas y sondeos de procedencia y credibilidad dudosa.

Esta actitud de líderes políticos y personas con poder ha llamado la atención de profesionales de la conducta a estudiar los patrones de pensamiento de hombres en el poder, llegando a la conclusión de que la mayoría de los líderes políticos y hombres que ostentan  poderío, llegan a embriagarse por el éxito y la gloria resultante de este, creando  una verdadera borrachera del ego del individuo, ya que la persona se cree una especie de Dios o dotado de poderes divinos, cree que lo sabe todo, que puede obtenerlo y cambiarlo todo y se siente omnipotente, dotado de poderes sobre naturales con ribetes y aristas de origen divino. A esta embriaguez de poder se denomina como el síndrome de Hubris, en el campo de la psicología y la psiquiatría, más frecuente notado en los políticos, hombres con poder y otros que se creen saberlo todo y se comportan como verdaderos necios, mesías o pro dioses, olvidan que los humanos no poseemos poderes sobrenaturales, que podemos ser hábiles y brillantes en una o mas áreas pero somos débiles y deficientes en muchas otras, solo son “perfectos y superhombres” los superhéroes y personajes  de  ficción de la literatura inglesa( Superman, la Mujer Maravilla, Batman y otros).  Aunque el síndrome no se incluye en el manual de psiquiatría de diagnostico y estadística, se considera este como una condición que se presenta en una sociedad o cultura, que por lo general no existe una alteración bioquímica, funcional u orgánica del individuo, pero si determina acciones y conductas propias de un grupo con manifestaciones socio culturales similares( Síndrome Cultural), esta entidad y sus implicaciones han sido ampliamente  utilizado dentro de los grupos psicoanalistas, psicólogos y psiquiatras como punto de referencia a este padecimiento.

El psiquiatra, político y escritor, británico David Owen, describió el síndrome denominado como el Síndrome de Hubris que hace referencia a la palabra Hibris o Hubris del griego que se refiere a un “acto desmesurado” en el que el héroe que lograba  la gloria, ebrio de éxito y de poder se comportaba con soberbia, arrogancia y con una exagerada actitud de auto confianza que lo llevaba a despreciar a otros y actuar en contra del sentido común comportándose como un Dios capaz de cualquier cosa, lo que le llevaba a cometer un error tras  otro. Refiere el Dr. Owen “Las presiones y responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando la mente”,  llegando un momento que los que gobiernan, borrachos de poder dejan de escuchar a otros, se vuelven desmesurados y toman decisiones sin consultar porque creen que sus ideas son correctas aunque luego se demuestren que eran erróneas. El  Dr.  Owen ha estudiado y escrito sobre numerosos  líderes políticos mundiales y asegura que figuras Públicas como José María Aznar, Tony Blair, Margaret Thatcher, George Bush, Adolfo Hitler y muchos otros padecieron de este síndrome y sostiene que esta condición suele asociarse en muchas ocasiones con trastornos de la personalidad narcisista y con trastorno bipolar.

Se ha notado que políticos que padecen de esta condición se  caracterizan  por un narcisismo primario de su personalidad, pensando que todo lo que piensan es correcto y no lo que opinan los demás, cualquier critica la perciben como un ataque frontal y consideran a estos como sus enemigos, reaccionan a cualquier crítica con rabia, desdén y ven esta como una humillación, demandan atención y admiración constante, sobre preocupados con fantasías de predestinados ( mesías) ,  delirio de  poder por un mandato de origen divino ( mesianismo) y un marcado  interés en si mismo con una exageración de sus “éxitos y facultades intelectuales”, notándose un desprecio por los consejos, dejan de escuchar y se vuelven imprudentes , abruptos, desmesurados, incoherentes en sus ideas y principios, hacen promesas las cuales se hacen incumplidas manifestando a veces contradicciones en sus propias ideas, determinando conductas inestables y una marcada dicotomía en lo que predican y lo que practican, notándose un alejamiento progresivo de la realidad, lo que nos hace a muchos pensar que el poder envilece, obnubila y “enloquece”. Se cree que los que gobiernan afectados por este síndrome pierden contacto con la realidad,  no escuchan a la opinión pública mayoritaria y se encierran a escuchar su anillo inmediato de “colaboradores” quienes animados por deseos de continuismo para  perpetuar ganancias e intereses propios, se dedican a inflar el hipertrofiado ego de su líder con halagos, alabanzas, ensalzamientos y exageración de sus  “logros y talentos”, aupados, y apoyados por una prensa amarilla irresponsable  y una publicidad engañosa en un intento de dar credibilidad y veracidad a sus acciones.

Aseguran la mayoría de profesionales de esta disciplina que afortunadamente el tratamiento de esta condición es sencilla y suele revertirse cuando el individuo  pierde o sale del poder, situación notada en muchos políticos al perder su  poderío, devolviéndoles la habilidad para comprender su realidad inmediata y distinguir entre su existencia real y su mundo de fantasías,  al ser confrontados y golpeados por el conocido “vacio de poder”.