Cuando este país era mayoritariamente rural, en los años sesenta del siglo XX, los dominicanos tenían acueductos en las ciudades que servían agua a las casas en forma permanente, funcionarios a todos los niveles que atendían sus responsabilidades y se puede afirmar que –salvo la represión de las ideas y las acciones revolucionarias-  había autoridad y respeto a los ciudadanos.

Todo eso está perdido hoy. No hay una sola ciudad que tenga agua potable las 24 horas, pero tampoco hay un solo municipio donde la Policía no se dedique a atropellar y a extorsionar a infelices. ¿Quién se atreve a señalar una sola ciudad?

Lo peor de todo eso es que no hay una sola autoridad civil respetable que sea capaz de pararse ante un general de la Policía y decirle: “¡Usted se equivocó! ¡En este pueblo no aceptamos vagabunderías! Eso no existe ya.

Los ciudadanos eligen a las autoridades y como no hay posibilidad legal de revocatoria, síndicos y legisladores no les importa la suerte de la gente hasta que se aproximan las elecciones y vuelven a llenar las bandejas de demagogia.

En los años sesenta y setenta vi en múltiples ocasiones, siendo un adolescente, a síndicos del partido de gobierno (Partido Reformista) escuchar con atención las denuncias de madres humildes de que la Policía estaba atropellando a un joven estudioso o a su marido trabajador sin ningún motivo real. Eso era suficiente para que esa autoridad enfrentara al teniente y lo conminara a cesar su práctica. Si la respuesta no era satisfactoria, ese síndico acudía directamente ante el Jefe del Estado y su reclamo era atendido con prontitud.

Ahora no hay autoridad, sino políticos que dicen ser síndicos, diputados, senadores, pero su verdadera función es amasar fortunas inexplicables y aspirar eternamente desde su juventud hasta la etapa senil de la vida sin permitir que nadie más le dispute su “derecho”.

Como síndicos y legisladores tienen por su ocupación enriquecerse y seguir en el cargo, prefieren convertir a las personas mayores de 18 años aptas para votar en rumiantes que recogen lo que a ellos se les cae de la trompa y les importa que cada vez que salen a las calles sean extorsionados por policías que hace tiempo perdieron su función de guardianes del orden público para dedicarse a la búsqueda insaciable de pesos con todo el que está en medio, siempre que sea un infeliz sin padrino.

Solo eso explica que en Baní –el caso que mejor conozco- la Policía detenga ilegalmente, sin siquiera pedir documentos, a cientos de motocicletas cada día cuyos dueños tienen que ir a la Fortaleza “Máximo Gómez” a reclamarlos, y como es natural, para llevárselos tienen que gratificar a la “autoridad”.

Eso pasa cada día y la gobernadora civil no se entera. Pero tampoco el senador, los diputados, el síndico, los regidores y mucho menos el procurador fiscal. Y ellos no se quieren enterar porque cuando el afectado es uno de los suyos, ellos llaman y los liberan, ejerciendo su autoridad en forma muy selectiva y para beneficio de dos o tres. Al resto de los banilejos que vienen de sus parcelas, escuelas o puestos de trabajo, que se entiendan con los policías macuteros.

¡Cuánta distancia con una autoridad como Fabio Herrera Cabral, quien siendo síndico, se opuso abiertamente al proyecto de Trujillo de convertir las mejores tierras de Matanzas, Baní, en un gran cañaveral! Y Fabito lo hizo para defender el derecho de los agricultores y criadores banilejos a no ser despojados de sus tierras por el hombre más poderoso del país y a quien él servía como síndico y como presidente del Partido Dominicano.

Aunque fue destituido de la Sindicatura en horas por el dueño del país (Trujillo), Fabito se dio a respetar y se ganó el respeto eterno de los banilejos con esa acción e incluso del mismo Trujillo, que luego lo llamó para ir a fundar la actual provincia María Trinidad Sánchez.

La semana pasada yo denuncié la vagabundería que comete la Policía en Baní y me consta que lo saben altos estamentos policiales del país y de la seguridad del Estado, pero cuando yo esperaba que esa práctica cesara y los ciudadanos honestos pudieran transitar en paz, lo que hacen las patrullas es multiplicar los puestos de redadas ilegales y abusivas.

Naturalmente, yo comprendo el mensaje. Quieren decirme a mí y a quienes no alquilamos la palabra que podemos seguir hablando porque mientras la Policía de Baní cuente con la complicidad y el silencio de aquellas “autoridades” civiles, ellos pueden seguir atropellando y no pasará nada.  Si es así… ¡Fiesta y mañana gallo!

La vida está llena de desengaños. Quién iba a decir que el represivo político Joaquín Balaguer tenía más orden y respeto que los “progresistas” del PLD y del PRD que han llevado a este país a convertirse en una jungla donde los jóvenes no tienen esperanza y los viejos no tenemos fuerza para impedirlo.

Es una lástima que cuando se es joven no se tenga experiencia y cuando se tiene experiencia ya no queden fuerzas físicas para responder con responsabilidad a la jauría de políticos rapaces que envilecen a todo un país.