Educar es hacer prevalecer en

la especie humana, la conciencia

por encima de los instintos.

F. Castro.-

El mejor y más gran teatro, en ese es que nos tocó vivir como parte de una de tantas principalías que en el transcurso del tiempo –muchas que nos adjudicamos sin haber hecho esfuerzo alguno- hoy, tenemos que  anexarle este. Pareceremos un teatro griego de aquellos cuando los actores principales usaban máscaras, no solo para amplificar la voz sino, por igual, interpretar diferentes personajes en el mismo escenario.

Algunos se sorprenderán de poder descubrir tan fácilmente, que ese es precisamente nuestro escenario, nuestro modus vivendi. Cada día y desde hace unas décadas, el escenario político se ha convertido en una farsa; una democracia inmoral, corrupta y por demás degenerada, donde cualquiera, sin importar el sexo, requiere la cuota de su pastel dentro del Estado y cual bola de nieve, hoy, se ha convertido en una criminal avalancha de intereses particulares, y lo que debería llamarse democracia, ha degenerado en un vulgar accionar de hipocresía que nos ha conducido a una patética-encubierta tiranía.

En tanto, los principios que dieron origen a la Nación, al Estado, se desmoronan frente a nuestros ojos, cosa esta que apenas solo algunos les da por ver, prefiriendo otros tantos, el cobarde y cómplice silencio ante esta desgraciada situación política a la que un grupito nos ha llevado a vivir.

Cuando esto escribo, me encuentro en uno de esos pueblos que trabajan con ahínco la tierra sin tomar en consideración que día de la semana sea, e inclusive, si es declarado de fiesta o no, pero tiemblo ante lo que veo como si se estuviera produciendo un terremoto y quizás así sea, al ver el desgano de nuestra juventud ante el trabajo productivo y enorgullecedor. Observo la cosecha donde decenas de personas –hombres y mujeres-, están cosechando pero, a pesar de la mayoría ser jóvenes, los mismos no son dominicanos, ya que estos prefieren el moto-concho; la hookah; el perreo y todo aquello que sea fácil, y siquiera hablar de leer aun sea una novela de lagrimeo o de lo que sea, porque esto para ellos es algo raro. Dispuestos siempre para la pampara, bajar trucho y con trenza pa´la disco pero, no para sembrar o cosechar.

Y no trabajan porque no haya trabajo o porque sea necesariamente mal pagado sino, por la pobreza en su formación; por la carencia de cultura procedente del hogar y desde la propia escuela, en donde los que imparten la docencia y quienes la reciben, -reitero- la diferencia no es mucha, ya que al igual son semi-analfabetas; son ciegos  enseñando a ver a videntes; que están agrupados en una organización política disfrazada de sindicato al cual le importa un bledo la calidad y preparación de sus miembros. Por eso tenemos a la juventud a merced de los mercaderes, sean estos de la publicidad engañosa en el arte o la moda, de los políticos o de los narcos.

Nuestra juventud no necesita de favores, donaciones o recibir dádivas humillantes para que asistan a la escuela, sino, tener escuelas que sean más que un edificio de cara construcción pero de puras miserias en funcionabilidad y en el desempeño; con profesores que dignifiquen el don de la enseñanza y no su pertenencia política o sindical. Y pongo el punto en decir que no son dádivas lo que se requiere y mucho menos visitas sorpresas, más bien son facilidades para recibir una buena educación que les permita trabajar dignamente y ser capaces; ser emprendedores efectivos, pero, definitivamente, lo que no les hace falta, son “sorpresa políticas” para triunfar en estos tiempos y los venideros. Pero vamos a no perder la esperanza de que “alguien” plante el icono que señale nuestro inicio hacia el gran cambio de la política corrupta, abusiva y blindada, porque al fin esta es la que dispone. ¡Sí señor!