La confianza en los gobiernos disminuye cada vez más. Al mismo tiempo las expectativas ciudadanas se incrementan y los fondos públicos siguen siendo escasos, debiendo los gobernantes dar respuestas a los problemas de la población. Hay, pues, una gran brecha entre las disponibilidades presupuestarias y las expectativas ciudadanas. De ahí que las estrategias empleadas, el marco normativo, el diseño institucional y hasta el tipo de líderes elegidos para dirigir la cosa pública debe revisarse. 

Las nuevas ideas deben ser novedosas, provocativas y sostenibles en el tiempo. Un gobierno que se preocupa realmente por el sector privado no solo implementa internamente acciones para mejorar sus servicios sociales, también fomenta desde afuera a los sectores productivos, pues es imposible resolver todos los problemas desde el gobierno.

La responsabilidad del Estado es la de construir las bases y clima necesarios que permitan el desarrollo, la generación de riquezas y su distribución equitativa, administrar los procesos políticos, fijar y ejecutar la agenda legislativa, modernizar la justicia y mejorar los servicios públicos. Seguro que estas producirán un efecto en los negocios, habilitando más modelos de generación de riqueza que asuman objetivos sociales, medioambientales y financieros.

Necesitamos de gobiernos cada vez más ágiles, con mayor capacidad de respuestas a las nuevas circunstancias. No se debe esperar a que las fuerzas externas obliguen al aparato estatal a utilizar nuevas tecnologías y a ejercer su trabajo con un mayor compromiso cívico. En realidad algunos gobiernos han sido proactivos y han tomado decisiones para cambiar el futuro desde el presente, de manera que deben palparse mayores beneficios para la sociedad. El gobierno dominicano no es la excepción; pero faltan otros esfuerzos con mayor visión estratégica y compromiso ético.

Deben existir nuevos tipos de asociaciones público-privadas, ponerle el turbo a la innovación y la tecnología y dejar viejos caminos, lograr interacciones más eficientes y simplificadas con el pueblo, mayor cercanía ciudadana en la política y evaluar constantemente los programas que ejecuta el gobierno. Necesitamos un Estado cada vez más moderno y mejor para todos, porque, si bien vamos avanzando, el mesianismo y la centralización gubernamental pueden muchas veces romper el saco de la institucionalidad y del desarrollo sostenible.