Existen los círculos viciosos y también el fenómeno opuesto, los círculos virtuosos. De estos últimos hay pocos, pero los hay. Nuestro país, obstante, se encuentra prisionero de otro tipo de círculo, uno definitivamente más raro y monstruoso: el círculo imbécil.
El círculo imbécil (otras fuentes lo llaman "círculo cretino" y hasta "círculo ciego") tiene dos hemisferios con un corte cada una o dos elecciones. Cada cuatro años (a veces ocho), un partido llega al poder. Esta es la primera fase del círculo estúpido… perdón, del círculo imbécil. A veces se me confunden los adjetivos peyorativos. En fin.
A lo largo de esta primera fase, el partido en el poder comienza a acomodarse en las diferentes estructuras de la administración y a descubrir la variedad de recovecos disponibles para la corrupción. Dependiendo de la experiencia previa de los funcionarios de turno, la curva de aprendizaje de este proceso puede durar uno o dos años, tiempo durante el cual todo parece ir a pedir de boca y la población se acomoda en una falsa sensación de seguridad.
Para el tercero y cuarto año, la población ya ha sido testigo de la rapacidad e insaciabilidad de los líderes que ha elegido y está lista para el "cambio". El partido de gobierno, por su parte, está en su mejor momento: los pocos escrúpulos que antes exhibía lo abandonan y roba, malversa, abusa, estupra, acosa sexualmente, soborna, corrompe, roba, expropia, depreda, asigna irregularmente, roba, recompensa, defrauda, encubre, prostituye, miente y ultraja (y roba) sin hacer teatro, a la clara, a lo "fuck it", (gracias, en gran medida, a los periodistas que tiene en nómina). Y así es como, en esta segunda fase, el gobierno nos sodomiza y, ante nuestro reclamo, nos saca el dedo del medio.
La población, harta, votará por otro partido en las próximas elecciones, y este partido hará EXACTAMENTE LO MISMO. La población, harta, votará entonces por el partido anterior, del que se había hartado primero, a sabiendas. Como un tarado que, aparentemente, sufre de problemas cognitivos, quiere resolver su situación volviendo a postrarse ante un gobierno que ya le dio previa y fehaciente muestra de su capacidad para el latrocinio. Y así se repite el círculo imbécil.
Como ni la ideología ni la filosofía política puede servirnos de referencia, creo firmemente que la matemática puede sacarnos de este atolladero. Tranquilos, tranquilas. No harán falta números ni ecuaciones. Usaremos el razonamiento matemático de la manera más simple, de modo que no tengamos que enredarnos con dígitos.
Supongamos que tenemos dos candidatos: Cabeza de Ñ y Lion King. Supongamos que hemos tenido oportunidad de conocerlos a ambos, pues ambos han tenido la oportunidad de presidir la República. Sabemos, por ejemplo, que Cabeza de Ñ es un bufón completamente inepto cuya demostrada densidad mental y tolerancia para la corrupción estuvieron a punto de hacer colapsar el estado. Él y su siniestra cuadrilla fueron prácticamente corridos del poder como perros de una cocina, en unas elecciones legendarias y, a todas luces, unánimes. Lo sucede Lion King, menos denso mentalmente, pero mucho más peligroso que Cabeza de Ñ por su capacidad para la mentira. Aparte de que Lion King se rodea de funcionarios cuya avaricia, extravagancia y corrupción avergonzarían a Calígula y a Caecescu. De esto ya tenemos también pruebas… y aún así, a él elegimos para que nos libre de los estragos de Cabeza de Ñ. Ahora, buscamos que Cabeza de Ñ nos libre de Lion King.
Nadie entiende que ninguno de los dos puede librarnos de nada, y que de ambos tenemos que librarnos, pues las estructuras partidarias a la pertenecen quedan intactas Y SON LAS QUE REALMENTE GOBIERNAN. Hasta ahora hemos visto el asunto así: "Cabeza de Ñ es menos malo que Lion King, votaré por él", o bien "Lion King es menos malo que Cabeza de Ñ, votaré por él". Debemos darnos cuenta de que si un individuo es menos malo que un individuo que es menos malo que el individuo que es menos malo que él (léelo de nuevo y verás que tiene sentido), entonces ambos individuos SON IGUAL DE MALOS. Nuestro deber, entonces, es buscar una cantidad desconocida, es decir, un tercer individuo del que aún no sepamos qué tan malo es.
Observen que no me hago ilusiones ni se las inculco a mis lectores. No apuesto a la bondad, integridad y capacidad de este hipotético tercer individuo, que igualmente podría ser Guillermo Moreno, María Teresa Cabrera o cualquiera de los candidatos de los partidos emergentes (desconocidos, no principales). La razón, sin embargo, está de parte de mi argumento. Si me veo frente a tres caminos, uno que conduce a un barranco, otro que conduce a un desfiladero, y otro que no sé a dónde conduce, la decisión más inteligente es elegir el camino desconocido. ¿Por qué? Porque no tenemos nada que perder y todo que ganar. Porque incluso si ese tercer camino conduce también al fracaso, nuestra situación no empeorará, puesto que no será ni mejor ni peor que la que hubiéramos obtenido eligiendo los dos primeros caminos conocidos…
Sea como sea, no habremos pecado de imbéciles. Solo los imbéciles y los tarados siguen poniendo la mano en el fuego pensando que esta vez no se quemarán. Pero también los cobardes, pues prefieren el diablo conocido. Y ese diablo conocido lo sabe, depende de tu cobardía, apuesta a tu cobardía.
Una última lección de matemática… pero esta la terminan ustedes en sus casas, de tarea. En un programa de concurso hay tres puertas. Detrás de una de ellas hay un Mercedes Benz último modelo. Detrás de las otras dos hay chivos. Eliges la puerta número dos, pero el conductor del programa abre la puerta número uno y te muestra un chivo; te pregunta si quieres cambiar tu elección. ¿Qué haces? ¿Persistes en tu elección de la puerta número dos o cambias a la puerta número tres? Este acertijo se llama la Paradoja de Monty Hall. Si no puedes resolverla solo o sola, ayúdate de Google. La respuesta te dará la clave de lo que tenemos que hacer en 2012 si queremos sacarnos el premio de vivir en un país que merezca el nombre de tal.