Para los geólogos, las islas son cuerpos de tierra que salen a la superficie gracias a movimientos tectónicos. Para la mitología, las islas eran paraísos flotantes, llenos de prodigio y misterio. Para quien vive en el Caribe la isla también ha sido cárcel. El locus de la belleza salvaje y a un tiempo, inercia, desesperanza, corrupción, parsimonia.
La isla, para la poesía, es el corazón que se inventa en cada sístole y se rompe en cada diástole. En este constante hacer y deshacerse ubico la lectura de la novela Simone, del escritor cubano-boricua Eduardo Lalo. Este texto encuentra toda la complejidad, fuerza y contradicciones que caracterizan el Caribe.
La novela, publicada en Argentina por la editorial Corregidor, recibió el Premio Rómulo Gallegos y ha sido traducida al inglés y publicada por la Universidad de Chicago. Simone es la crónica de una ciudad. San Juan de Puerto Rico ocupa un lugar especial en el imaginario caribeño, sobre todo en la sociedad dominicana. Por años dominicanos y dominicanas manifestaron este deseo y este interés por la Isla del Encanto de manera práctica y de manera metafórica. La metáfora radica en la idea de estar más cerca de Estados Unidos, de ganar en dólares, de superar el asfixiante cerco económico, político y social que nos acaricia. Puerto Rico siempre tuvo un brillo en el sueño dominicano, que queda demostrado en la parte práctica: todo el trasiego de las yolas. Entonces hablo de Simone como un lector interesado pero con un as bajo la manga porque yo caminé también esa ciudad, y claro esto afecta la novela definitivamente. Esto es, condiciona la lectura.
¿Cuándo escribiré sobre Puerto Rico? Escribí en Saturnalia pero ahí escribí más sobre mí que sobre la isla o la ciudad. Simone es la ciudad contada desde las ruinas y rutinas de un profesor. Éste se mueve por calles y avenidas como un presidiario que avanza sobre su celda, a veces como un viejo y agotado samurái, otras veces como un clarividente que cuenta historias desde la palma de su mano. La forma se complica cuando la agobiante rutina del hombre se ve trastocada por una serie de mensajes que misteriosamente salen a su paso y que van trastocando su día a día hasta caer en cuenta que los mensajes responden a un complejo sistema de persecución en donde él no es el detective sino el investigado.
Estas notas, que son en su totalidad referentes artísticos, filosóficos y literarios, funcionan dentro de la narrativa porque son utilizados de una manera escueta, inteligente y delicada, lo que es muy difícil de lograr cuando se traen este tipo de elementos externos para sostener la historia.
El personaje de esta novela, al narrar la isla de Puerto Rico, hace en ocasiones comentarios geográficos muy pertinentes, de la misma manera que frecuentemente es crítico de los aspectos económicos y políticos de su entorno. Como en los cuadros y recuadros del clásico El gíbaro, este narrador construye un acertado retrato de las particularidades y generalidades de vivir en un Estado Libres Asociado.
Gran acierto en la novela es la inclusión de la nota de la diversidad en Puerto Rico. Siendo la protagonista una china, Eduardo Lalo se permite mostrar una de las tantas caras de la migración y el tráfico de personas. Lalo se suma así a escritores como Rafa Acevedo y Manolo Núñez Negrón, quienes en escrituras recientes han contado desde la poesía y la ficción una visión particular de la comunidad china en la isla.
Como me ha pasado con otras novelas, la primera lectura de Simone me trajo inconvenientes que quedaron superados con la lectura de la traducción y la subsecuente relectura en español. Las traducciones en ocasiones aclaran, arrojan luz a confusiones de estilo. A mí me encantó Simone. En la primera lectura, la diatriba final con el escritor español me pareció un poco larga, pero luego pensé en que las novelas a veces deciden su rumbo. Por más larga que me pareció, nunca vi al escritor, es decir, nunca vi la mano del escritor queriendo narrar, queriendo decir, y esto es muy difícil de lograr.
En lo personal, este libro me retrotrajo a mis caminatas por Santurce. Creo, siempre lo he creído, que por más puertorriqueño que pueda yo ser, tendré que reconocer que me hice más dominicano en Puerto Rico. Ustedes que discuten tanto sobre Gazcue sabrán entender la nostalgia de zonas como Miramar, en donde Ésar Simó encontró su lado acústico, la soledad y la belleza salvaje de Santurce, la Avenida Ponce de León, los teatros, la esperanza. San Juan es una ciudad condenada a oler a mar. El Condado. Barrio Obrero. Canóvanas, El Country. Puerto Rico es toda una vida y Lalo la dibuja, la ha fotografiado. Más de una vez di con Lalo caminando por el viejo San Juan, esquivo, con una soledad fábula de fuentes, con una camarita y un bulto. Debí haberle saludado. Alguna vez intenté escribir un ensayo tratando de armonizar con una escritura que tanto admiro. Esto ni se asemeja a ello. Lo que quiero es que busques la novela y que la leas. Y que te hagas socio de un cariño caribe y fraternal, que muerde y bebe del rizoma que es la Isla del Encanto.