“El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos.” Miles Davis.

El ser humano ha desarrollado muchas maneras de comunicar lo que siente y piensa. La historia nos proporciona incontables ejemplos en el cine, el teatro, el canto lírico, la literatura, la poesía, y, por supuesto, en la política. Si algo tienen en común dichas expresiones de humanidad es que en todas habita una voz que orienta, que revela preferencias, inclinaciones y voluntades.

Esta verdad se ha hecho más evidente que nunca en los contextos políticos modernos donde luchamos por construir regímenes democráticos y de derechos. ¿Qué sería de Chile sin las movilizaciones estudiantiles del 2011? ¿Qué sería de España sin los indignados? ¿Qué sería de nosotros los dominicanos sin las voces referentes de Minerva Mirabal, Orlando Martínez y tantos otros demócratas que lucharon frontalmente contra el autoritarismo de su tiempo?

La voz ha sido el elemento transversal fundamental de todos los procesos de conquista de derechos fundamentales. Ha sido instrumental en la construcción del discernimiento colectivo de los pueblos que luchan por la dignidad y la justicia.

El silencio, en cambio, ha sido siempre cómplice de los peores intereses. Ha sido colaborador de la ignorancia y de la confusión; ha sido apoyo del conservadurismo y del status quo. Por eso, en un escenario de crisis como el que nos convoca, la exhortación es a cuestionar el silencio, sobre todo cuando proviene de los espacios de poder llamados a dar respuesta a la problemática política y social. Mi exhortación hoy es a cuestionar a todos los que deberían dedicarse a orientar y optan por encubrir.

Tendemos a creer que el silencio implica una ausencia de voz, pero no es así. No. El silencio es la decisión consciente de retener información; es decidir ocultar como vemos y entendemos las cosas. Podríamos no tener una opinión; podríamos no entender o estar confundidos, y está bien. Nadie es dueño absoluto del conocimiento. Pero no saber, o no tener una respuesta cuando surge la pregunta también se comunica. Para la sorpresa de muchos, la honestidad tiende a generar bastante empatía. Lo que resulta inaceptable es permanecer en silencio cuando tu trabajo es representar a un colectivo de personas y ese colectivo pide desesperadamente ayuda porque está en crisis, porque se deteriora su calidad de vida; y pudiendo hacer algo al respecto, decides callar. Porque como dice el refrán, el que calla otorga.

Ahora imaginemos un colectivo, también en crisis, donde tú como representante, no sólo decides callar, sino que también decides callar porque eres el responsable de la crisis, y que a pesar de los llantos, de los gritos, de las movilizaciones masivas, sigues robándole sus posibilidades, sigues matando lentamente sus esperanzas de una vida digna. ¿Acaso no es peor?

Por eso, no basta con estudiar lo que dicen el presidente y sus más cercanos colaboradores, sino, estudiar también lo que callan y por qué callan. Pero como al presidente y al grueso de los altos funcionarios del oficialismo, miembros del Comité Político, ministros y legisladores, sólo les queda confesar su culpabilidad en el escándalo de Odebrecht (en algunos casos por recibir sobornos, en otros por gestionar y beneficiarse de las sobrevaluaciones de obras; a la mayoría, por conocer del esquema de corrupción y hacer absolutamente nada), prefiero nos dediquemos a entender por qué callan.

¿Por qué calla Danilo Medina cuando miles de dominicanos alzan su voz en protesta contra la corrupción y la impunidad?

Danilo no sería el primer presidente en permanecer callado en medio de una crisis. Su mentor (Joaquín Balaguer) ya nos había legado la frase: somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras. Pero como recién me dijo un amigo, “Danilo no administra silencios.” Danilo ha intentado limitar su comunicación con el pueblo a los dos momentos donde, por un lado, tiene una obligación constitucional de rendir cuentas, y por otro lado, más importante aun, donde no hay espacio para réplica; espacios donde el está en total control de la situación.

Es tan así, que aun en medio de las más grande movilizaciones que han conocido estas dos terceras partes de isla desde mediados del siglo veinte, el presidente se mantiene en silencio, jugando a la indiferencia, atendiendo a sus inefectivas visitas sorpresas, entre otras tantas nimiedades.

¿Por qué hacer del silencio la estrategia presidencial?

Primera razón: el presidente Medina comete el error de pensarse ajeno a las dinámicas regionales e internacionales. El excesivo criollismo del presidente lo lleva a creerse el cuento del país blindado, el cuento en el que este país resiste cualquier presión internacional. Pues no. Esta vez no es el gobierno el que traza pautas: es Brasil, Estados Unidos, son los medios, las redes sociales y la justicia transnacional.

Segunda razón: la espiral del silencio. La espiral del silencio es una teoría de las ciencias políticas y la comunicación que explica como la opinión publica puede convertirse en un mecanismo silenciador de individuos con posiciones minoritarias sobre temas que apelan a la moral. En la medida en que las mayorías manifiestan públicamente su posición, las minorías se hacen más conscientes de su posición, tendiendo a enmudecer para no revelar su condición minoritaria y generar rechazo y repudio.

Danilo Medina ha pasado a convertirse en minoría en un país decidido a poner fin a la corrupción y la impunidad. La mayoría verde lo enmudeció. Y por ello se deteriora su imagen y sus numeritos mágicos se caen DES-PA-CITO. El silencio es una bomba de tiempo. Por eso declaramos al presidente en JAQUE.

¿Qué otra movida puede hacer? ¿Debe hablar? Sencillamente no hay cosa que pueda decir que lo ayude a salir de la crisis. Si habla, otra vez JAQUE.

Pero en la política y sobre todo en contextos de autoritarismo, la comunicación y la mala imagen no bastan para producir cambios de gobierno.  El poder no se entrega, se toma. Por eso debemos ser capaces de presentarle al electorado dominicano una fuerza política alternativa, creíble, que de cara al 2020 aúne fuerzas como para enfrentar al oficialismo. Sólo entonces habremos declarado al presidente en JAQUE MATE. La movida es nuestra.