- En nombre de la Constitución de 2010, la derecha ha sentenciado hace un año que todas las personas que residen en el país de manera “irregular” ayer, hoy y mañana, y casi 100 años para atrás, son iguales que las personas “en tránsito” y que sus hijos no son dominicanos, hayan nacido o no en territorio dominicano, tengan documentos legales y verídicos que lo digan o no. Es más, la derecha ha dicho que esos documentos deben ser sometidos todos a “auditoría”, sea que los haya dado el Estado o no. Son extranjeros y basta. Con la Ley 169-14, los que tenían papeles lograron salvarse, pero quienes no lo tengan tienen que “naturalizarse”, inscribiéndose primero como extranjeros. Hayan nacido o no antes de la sentencia; si fue después de 1929 les toca aunque la Constitución que se aplica sea la de 2010, porque la Constitución de 2010 y la “supremacía” de la decisión “constitucional” aplica para siempre, eternamente, desde el inicio hasta el final de los tiempos.
- La derecha ha decidido hoy, en noviembre de 2014, siglo XXI, que en nombre de la Constitución de 2002, el Instrumento de Aceptación de la competencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos hecho en 1999 no es constitucional o, dicho en su idioma elegante, técnico y solemne: es “inconstitucional”. Entiéndase, es inconstitucional un instrumento de 1999, según la Constitución de 2002. Tres años de diferencia no son nada, si se hace con el poder “constitucional”. La derecha dice que la Convención Americana de Derechos Humanos vale; dice y reconoce que el Estado dominicano ha reconocido y ha aceptado la competencia de la Corte; dice que el Instrumento de Aceptación cumple con lo establecido en la Convención. Sólo que el jefe de Estado en 1999 no se dio cuenta que en 2002 vendría una nueva Constitución, de la que ellos, los sabios de la tribu, sí tienen conocimiento pues su facultad y decisión aplican para siempre, eternamente, desde el inicio hasta el final de los tiempos. De nada ha importado reconocer que la República Dominicana es Estado signatario de la Convención Americana de Derechos Humanos desde 1977, estando en la jefatura del Estado no precisamente un “pro-haitiano”, sino el doctor Joaquín Balaguer,que había estado encabezando doce años de abierta violación a la dignidad de las personas, y antes de ello había sido presidente e intelectual orgánico principal de la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo. Tampoco ha importado que, según reseña la prensa, el propio presidente del Tribunal Constitucional dijera una vez, en una conferencia, que “La República Dominicana ratificó el 21 de enero de 1978 el pacto de San José de Costa Rica, o sea, la Convención Americana de los Derechos Humanos, aceptando la competencia obligatoria, de pleno derecho y sin convención especial, de la Corte Interamericana en fecha 25 de marzo de 1999”. De paso, la derecha ha dicho, así, tranquila y con toda osadía, que la persona que hizo posible ese poder de decisión, realizó una acción que tres años después violaba la Constitución. Nunca se había visto tanta firmeza para pagar el precio que sea necesario (sacrificar la investidura y la autoridad política del líder) cuando se trata de decir “Aquí mandamos nosotros”.
Miembros del “Tribunal Constitucional” de la República Dominicana
- La derecha ha logrado cosas extraordinarias. Ha aplicado la Constitución como un elástico que sin límite de tiempo y lugar decide quién es dominicano y quién no, arrebatando la nacionalidad a miles de compatriotas incluso desconociendo la decisión de la Asamblea Revisora que en el numeral 2 del artículo 18 de la propia Carta Magna reconoció la nacionalidad de todos quienes la poseyeran hasta el 26 de enero de 2010. Ha sacado al país de las competencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. ¿De qué nos sirve la Convención sin Corte que pueda garantizar su cumplimiento y aplicar sanciones en caso contrario? Nadie lo sabe. La derecha no lo explica. Queda en el recuerdo que en 2006 la entonces Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores sometió la propuesta y logró la designación de la doctora Radhys Abreu de Polanco, dominicana, como jueza de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Queda en el recuerdo que esa Corte ha sido la única entidad que han tenido los dominicanos para buscar protección en seis casos que forman la jurisprudencia de la entidad en el país.
Democracia de urnas, con el “soberano”, el pueblo, arrodillado
- La derecha ha logrado todavía más. No sólo convertir la “democracia” constitucional en una democracia electoral de mínimos, vaciada de derechos esenciales y regulada por minorías no representativas; no sólo poner la voluntad de la Asamblea Revisora en función de su perspectiva de las cosas; no sólo poner la Constitución de 2002 y de 2010 a desconocer la única instancia supranacional que protege (mal o bien) los derechos humanos de todo latinoamericano (todavía estamos buscando a Narcisazo). Un conflicto aduanero coyuntural y la Sentencia 168-13 obstaculizaron (ya casi totalmente) la posibilidad de un acuerdo comercial que el Presidente Medina trataba de impulsar para el bien del desarrollo integral del país e, incluso, la seguridad nacional. Minaron el progreso de las relaciones con la comunidad caribeña, en las cuales tanto esfuerzo había invertido el fallecido ex canciller Morales Troncoso en función de abrir mercados y oportunidades a Rep. Dominicana. Incluso, lograron que el gran perjudicado con todo esto, el Gobierno Nacional, se viera obligado a entrar en una lógica argumentativa improductiva y peligrosa, expresando como valoración de la Sentencia CIDH su carácter “sesgado”, “inoportuno” y “exigente de lo imposible”, sin otros planteamientos de índole técnico, jurídico y político, para mayor desorientación del debate nacional. La propia mención de la Convención de La Haya de 1930 fue desafortunada o, al menos, insuficiente, toda vez que el primero de sus artículos establece que “Cada Estado determina bajo sus leyes quiénes son sus nacionales. Esas leyes serán reconocidas por los demás Estados en tanto son consistentes con las convenciones internacionales, las costumbres internacionales y los principios jurídicos generalmente reconocidos al respecto”.
¡Ay Juan Pablo Duarte, ay Juan Pablo Duarte! ¡Cuán vivos siguen tu sacrificio y tu destierro! En nombre de salvar la “soberanía” y la “independencia” que tú enarbolaste, construyen y concentran más poder para sí mismos, y en vez de cumplir tu premisa de “Sed justos es lo primero si queréis ser felices”, nada nacional es solucionado, la nación sigue siendo una lucrativa mercancía, y la injusticia es la serpiente de mil cabezas
- La derecha ha logrado mucho. Y, decimos, el país sumido en una desorientación que deja estupefacto a cualquiera. ¿Cuántos dominicanos y dominicanas conocen de verdad la Sentencia CIDH? ¿Cuántos han leído al menos el resumen? ¿Por qué ningún actor del liderazgo nacional se ha tomado el tiempo y la paciencia de explicarle al pueblo qué es la CIDH, qué es la Sentencia, qué efectos tiene, para qué sirve y para qué no? Es demasiado notoria la ausencia de proyectos. El país hoy tiene FIGURAS, algunas de ellas positivamente valoradas, y con justicia en algunos casos. Pero desde hace 25 años NO EXISTEN PROYECTOS COLECTIVOS que convoquen, organicen y movilicen nuevas formas de conciencia; alternativas ideológicas, éticas e históricas al bloque de la derecha, en capacidad de disputarle la mayoría o la autoridad en el terreno de las ideas y las posiciones. Hay imágenes, relatos e individualidades; no hay capacidad de disputarle el peso y la principalía. El derrotismo y el facilismo han sido parte vital de esto, el uso de la calculadora a la hora de terminar aceptando que es la derecha, sus instrumentos, medios, tácticas y estrategias las que determinan el curso de los acontecimientos: con ellos hay que estar de acuerdo, o nada cambiará. ¿Y le interesa a la derecha que algo cambie? Ojo, tomar nota: la reacción -con palabra, silencio u omisión- a todo este conflicto ha servido para vislumbrar la capacidad que ha tenido la derecha de crear hegemonía: en un plano haciendo de sus ideas las únicas válidas y posibles, y a veces de manera más concreta y dura, con alianzas, pactos, acuerdos, negociaciones. ¿Cuántos estamos dispuestos a romper con el discurso demagógico, antipopular y antinacional de la derecha, romper con su agenda histórica y construir una verdaderamente propia?
Hay “derecha” y hay “izquierda”, mientras hayan arriba y abajo. Aunque lo nieguen mil veces
- No podemos, entonces, dejar de anotarle otra victoria a la derecha. Otra vez ha puesto al país a cazar fantasmas. Al día de hoy, se está discutiendo de “defender la soberanía” o “defender los poderes públicos y la Constitución” respecto de una decisión que no es contra la Constitución ni contra los Poderes Públicos dominicanos, sino que en amparo de Derechos Humanos de cinco familias y un ciudadano, y que establece medidas para protegerlos. Sus señalamientos respecto de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional y sobre la Ley 164-14 se ajustan a decir que hay artículos concretos y específicos que violentan derechos humanos. Es de derechos fundamentales de la persona (nacionalidad, libertad, protección de la familia, entre otros) que habla la Corte y de ello debería estar preocupándose la sociedad, las instituciones y los poderes públicos, para ponderar los fundamentos del veredicto y evaluar qué responsabilidades deben ser asumidas y cómo.
- La derecha en dos años no se ha quedado quieta. En ningún momento. Ha dado pasos firmes y a toda velocidad, avanza sin frenos. Y ha demostrado estar dispuesta a pagar cualquier costo, incluso exponerse a quedar como parias ante el mundo y sacrificar a los mejores de los suyos. ¿Nos daremos la oportunidad para detenernos un momento y pensar seriamente en lo que está pasando: uso retroactivo de la Constitución y el poder de los tribunales; democracia de mínimos y controlada por cúpulas no representativas facultadas con plenos poderes; desconocimiento de las instancias internacionales que protegen los Derechos Humanos; daños considerables al país en lo político, económico y social?
- ¿Y los asuntos fronterizos y migratorios? ¡Ah! ¡Oh! Bien, gracias. ¿Y los derechos humanos? ¡Hazme el favor, ¿qué es esa vaina?! ¿Es que alguna vez la derecha dominicana, es decir la expresión política-institucional de la alianza entre oligarquía, el partidismo-electoralismo y sectores parasitarios de la sociedad, ha construido Estado, institucionalidad, democracia, imperio de la ley? ¿Es que hemos perdido la memoria o la capacidad de asombro…o ambas? Otra vez el problema fronterizo-migratorio se ataca con el fantasma del “enemigo externo”, fabuloso recurso instalado en el imaginario nacional, gracias al cual el trujillato, supuesto "nacionalismo" que es en realidad un monumento al desprecio por lo dominicano, por la patria real y de verdad, el de los seres humanos de carne y hueso que permanecen ninguneados, postrados, postergados, y llevados a discutir mariposas en el aire. Sabemos por experiencia qué lodos traen aquellas aguas. Estamos ante un conflicto POLÍTICO que se viste, de nuevo, de “lucha por la soberanía” o de traje jurídico, cuando en realidad otra vez en nombre del problema fronterizo-migratorio bregan por resolver conflictos internos de poder entre facciones de la derecha, y no se resuelve nada de lo fronterizo-migratorio. Otra vez la histeria, la paranoia, el odio y el miedo, convertidos en retórica, sirven para optar por la vía represiva-condenatoria de las personas, en vez de construir Estado, derechos, deberes e instituciones.
- Lo que está en juego, en el fondo, es un dilema histórico. Repetir lo viejo y la política del fracaso, las exclusiones, el miedo y el odio revolviendo fantasmas, o poner al país en condiciones de transformarse y mejorar en bien de las personas reales. Mejor hagamos otra cosa: Reorientemos apenas una pequeña proporción de los recursos, medios y energías que se dedican a “denunciar” y “enfrentar” en la retórica al “peligro haitiano” o el “plan de fusión”, y dediquémoslos con realismo a institucionalizar, modernizar, organizar y fiscalizar las fronteras nacionales, la administración migratoria, la administración comercial, el registro civil y el otorgamiento de nacionalidad. Usemos la razón, dejemos a un lado fantasmas, prejuicios y agendas coyunturales. Preservemos la soberanía con el mejor instrumento del que dispone un Pueblo independiente: un Estado funcional, organizado, transparente, eficiente y eficaz, inserto en el mundo y capaz de asegurar, a todos y todas, la protección de sus derechos.
- ¡Ay Juan Pablo Duarte, ay Juan Pablo Duarte! ¡Cuán vivos siguen tu sacrificio y tu destierro! En nombre de salvar la “soberanía” y la “independencia” que tú enarbolaste, construyen y concentran más poder para sí mismos, y en vez de cumplir tu premisa de “Sed justos es lo primero si queréis ser felices”, nada nacional es solucionado, la nación sigue siendo una lucrativa mercancía, y la injusticia es la serpiente de mil cabezas.