La convivencia de pareja implica empatía, dejar ser y acuerdos de convivencia que permitan tener a cada persona un mapa medianamente claro de cómo transitar por la relación sin dañar al compañero y compañera basada en el respeto mutuo.

La violencia contra la mujer rompe todas las posibilidades de una relación sana ya que de entrada implica una asimetría de poder entre los miembros de la pareja. La violencia supone que el hombre tiene más derechos, más libertades y que la mujer debe estar a merced de estos beneficios que le da el patriarcado por ser el hombre.

En el Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia de la Fiscalía del Distrito contamos con innumerables historias de mujeres que logran salir de la violencia, luego de poner una denuncia y decidir ser acompañadas para lograr pasar de ser víctima a ser sobreviviente. Les quiero compartir uno de estos casos, es una carta que la pareja le entregó a la mujer donde ponía sus condiciones para continuar la relación de más  de 20 años. La carta tiene fragmentos interesantes que pueden ilustrar a la población acerca de lo que viven las mujeres y con lo que nos ponemos en contacto las personas que trabajamos con ellas para su recuperación.

"Amor mío, te escribo esta pequeña nota con todo el amor, sinceridad y amor que te tengo; lo hago porque te quiero, pero quiero que pienses bien y medites todo lo que tú estás haciendo como una mujer casada. Estas son mis reglas, si no las aceptas mejor no continuamos y piénsalo bien:

1- No coger bola a nadie.

2- No llegar tarde.

3- Salir y no decir donde estas y no coger el teléfono. 

4- Tener la casa limpia y organizada.

5- Ser más respetuosa y no tener doble personalidad porque antes tú no eras así como hoy en día.

Por supuesto que la carta es más extensa, pero he tomado estos fragmentos. Es llamativa la insistente reiteración del amor que antecede a las "reglas". Y esta es la gran confusión del amor romántico, que al mismo tiempo que dice “te amo”, “te quiero”, “te necesito”, dice y actúa “te controlo”, “te violento” y “te mato”, si no haces lo que yo quiero. Es destacable también en esta enumeración de reglas el uso de palabras ligadas a trastornos que hacen los agresores para generar más confusión. Esa supuesta doble personalidad de la que él se queja se trata del cambio en la mujer cuando se da cuenta de que lo que vive no es normal y se llama violencia. La dificultad del agresor para conectar el cambio de la mujer con la violencia que él ejerce le hace buscar razones para patologizar a la mujer mientras él queda librado de responsabilidad.

Lo que esta mujer hizo fue cambiar, mirarse a sí misma, decidir por ella y entender que esa cárcel que vivió por más de 20 años no es lo que merece para el resto de su vida.

De eso se trata el trabajo que hacemos en el Centro, acompañar a las mujeres en la recuperación de su dignidad y el respeto por ellas mismas. Cuidarlas para que no mueran una vez llegan y mirar con ellas la manera de re orientar la fuerza interna que tienen, empleándola para su propio bienestar y planeamiento  de su futuro.

Hoy en día, que en los medios de comunicación lo que se hace es contar las muertas quiero decirle a las mujeres que es posible salir de la violencia, que las más de 7,000 mujeres que hemos atendido lo pueden testimoniar.

Del túnel se sale buscando ayuda idónea, defendiendo la propia vida y adquiriendo una nueva manera de amar que no implique perderse a sí misma, sacrificarse por la “unión familiar” y complacer a un hombre que no merece la mujer que tiene a su lado.