Cuando impartía docencia – hasta 1993 –  en la Escuela de ingenieros agrónomos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo UASD, y al mismo tiempo redactaba una publicación denominada la “Recreación cultural”, una estudiante me preguntó la razón por la cual la mayoría de los inmuebles bancarios y establecimiento financieros estaban pintados por fuera con un tono azul-grisáceo.

En aquel entonces le respondí en la referida obra de difusión estudiantil, que según los cánones de la psicología comercial esta coloración tiene la connotación de invitar a la tranquilidad, inspirar confianza,  experimentando los potenciales clientes o usuarios la necesidad de pasar a su interior presuntamente atraídos por el sosiego prometido por esta tonalidad.

Le advertí además, que en una investigación realizada en Canadá para calmar a los niños hiperactivos, se aconsejaba encerrarlos en una habitación azul.  Que otra demostración de la influencia del color sobre la psicología de los compradores es que nunca el azúcar debe ofertarse en envases verdes ya que el público asocia esta última coloración con lo  amargo.  También le indiqué a la estudiante que importaba no solo el color sino el grado de pigmentación y la intensidad del brillo.

Recuerdo que al contestarle reflexioné sobre las motivaciones mediante las cuales al asistir siendo un niño -año 1951-   a un partido de beisbol entre Licey  y  Águilas en Santiago, al avistar el uniforme azul de los tigres me hice de inmediato fanático liceísta en oposición a toda la familia que era aguilucha.  Por esta añil preferencia simpaticé también con los cangrejeros del Almendares en Cuba, los cangrejeros del Santurce en Puerto Rico y por los Dodgers del Brooklyn en las Grandes Ligas.

El vinculo color/predilección era talvez en mi caso una propensión inconsciente derivada de una constatación concreta, objetiva, y aunque sabía que la coloración de esos dos inmensos colosos  – el cielo y el mar – intervenían en mis índigas inclinaciones, no lograba explicármela ni tampoco mi querencia por los helados y jugos de uva, las ciruelas, las moras y últimamente por el repollo morado.

Estas peregrinas predisposiciones que parecen surgidas en una mentalidad que con el paso del tiempo se decantaría políticamente a favor del Partido de la Liberación Dominicana o identificaría a un individuo obsesionado por un extravagante o patológico cromatismo, clamaban por una interpretación racional plausible, que no encontraba ni en los dominios de  la Psicología o en ese heteróclito revoltijo que se ha convenido en llamar sabiduría popular.

El asunto de su correcta lectura o comprensión adquirió para el autor la enorme dificultad que supone la resolución de una compleja ecuación de Maxwell, Schrödinger o Stephen Hawking, en especial cuando los domingos al escuchar por la radio programas de música vieja habían canciones que con respecto al color azul insinuaban cosas que parecían provenir del mundo del surrealismo o del absurdo.

Oír a Toña la Negra decir “Cuando tu me querías, cuando me amabas tú, mi vida parecía un jardín azul, nunca hubo tristeza, ni llanto, ni pena”.  A Nat Cole en español referir en la canción “María Elena” esto: “mi vida entera es una esperanza azul, mi vida tiene un cielo que le diste tú”.  A Connie Francis cantar “Invierno azul”  y a Paul Mauriat” interpretar  “El amor es azul”, me hundían en la más negra desesperación al no encontrarle significado alguno al empleo de este color en esos específicos casos.

A lo anterior podría finalmente agregarle a la cubana Esther Borja cantando “Noche azul” de Ernesto Lecuona.  Por otra parte me parecía un desatino denominar “Luna azul” a la segunda luna llena aparecida  en un mes – por lo general es una – la cual no presenta jamás esa coloración, así como también designar Príncipe azul al personaje masculino idealizado por las mujeres en los cuentos de hadas.

Llamar al planeta en que vivimos planeta azul; mezquita azul a la bella edificación musulmana en Estambul; período azul la etapa del pintor Picasso donde este color fue el protagonista de sus cuadros; División azul la tropa enviada por Franco para colaborar con Hitler en su agresión a la URSS, y Azzurra  la selección de fútbol italiana, no es nada ilógico o disparatado pues aquí el adjetivo denota una cualidad visible en el sustantivo.

Mi preocupación mi inquietud era saber la causa por la cual un compositor, un escritor se permitía la licencia de considerar  o pensar  que podía ser azul un jardín, una esperanza, una estación del año, el sentimiento amoroso, una noche, un príncipe y hasta nuestro satélite.  Vino en mi auxilio – resolviendo la situación – recordar el sugerente título de un libro que leí hace muchísimos años donde su genial autor exponía en bellas palabras las razones de la permisividad verbal que se tomaban estos artistas.

En “Azul” la obra publicada en 1888 por una de las cúspides más altas de la poesía universal como lo es el trovador nicaragüense Rubén Darío, éste afirma que para el poeta lo azul se opone a la desesperación y al sufrimiento representando la esperanza y el ideal.   A segura que para él el azul es el color del ensueño, del arte al ser un color oceánico y firmamental.  Contiene a diferencia de los otros una gran carga sensitiva.

Hacía entonces unos 127 años que en el libro que marcó el inicio al “Modernismo” en la lengua castellana – influido desde luego por Víctor Hugo y José Martí – el más destacado miembro del parnaso centroamericano había definido los motivos sentimentales por los cuales esta añil coloración se había convertido en la romántica manifestación de este estado de gracia espiritual que caracteriza a los artistas cuando son auténticos: la sensibilidad.

Simpatizar con el Licey, Los Dodgers, el Santurce, los reales de Kansas y con los desaparecidos cangrejeros del Almendares  puede tener las más variadas razones, pero en mi caso y en no pocas personas que desde niños resultaron impactados por un color de proyecciones celestes y marinas, parece estar implicada la existencia de una disposición anímica sensible a las ensoñaciones poéticas y a las manifestaciones artísticas de la más diversa naturaleza.

Mucho me placería leer por psicólogos del cromatismo, poetas, directores creativos de publicidad o simplemente curiosos, por qué en España predominan los vehículos de color rojo; por qué la envidia es amarilla y la esperanza verde; por qué hay individuos con ojos azules que tienen una mirada verde, en fin, por qué se denomina novela negra al género policial o de terror y Príncipe Negro a una rosa que tiene un color rojo.

Finalmente debo reseñar, que según La Óptica que es la parte de la Física que trata de las propiedades de la luz, la luz azul es altamente energética y puede ser dañina al ojo.  Produce fatiga visual, sensación de hormigueo y migraña siendo un factor de riesgo en enfermedades de la retina.  Será mi caso un ejemplo de alucinación visual? de patología ocular? o padezco de una cianosis no diagnosticada?