Cerca de siete mil mujeres estamos en la sede de las Naciones Unidas, Nueva York, del 13 al 24 de marzo, en la 61ava sesión de la Comisión de la Condición Jurídica de la Mujer (CSW por sus siglas en inglés). En esta participan representantes de los Estados Miembros, entidades de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales (ONG) acreditadas por el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de todas las regiones del mundo.
La Conferencia se organiza alrededor de temas ejes, en esta ocasión el prioritario es la revisión del estado actual del “Empoderamiento económico de la mujer en el cambiante mundo del trabajo”. Se realiza una multiplicidad de actividades oficiales e interesantísimos eventos paralelos ofrecidos por los Estados y las ONGs, donde se presentan experiencias exitosas, estudios y datos; y se reflexiona sobre el estado de situación para establecer los posicionamientos y las próximas acciones.
Para dimensionar la importancia de esta sesión anual, podría recordarles que el Foro Económico Mundial hace poco ha indicado que hay un retraso de 170 años hacia el logro de la igualdad de género. En 2015, este mismo Foro estableció que se requerían 118 años, o sea que, lamentablemente, en lugar de avanzar hemos retrocedido. Esto motivado por el freno drástico de los avances sobre los derechos de las mujeres que se está registrando en el mundo –sobre todo en las áreas de salud, supervivencia, oportunidades económicas y empoderamiento político–. Advierte que se mantiene bajo el número de mujeres en puestos de responsabilidad, solo cuatro países en el mundo tienen paridad en puestos legislativos, funcionarios/as de alto rango y directivos. A pesar de que son 95 los países que ya cuentan con igual cantidad de mujeres y hombres con formación universitaria.
Yo, que soy muy arriesgada en mis planteamientos, vinculo este retraso al avance del discurso misógino, que desafortunadamente se ha vuelto a instalar con mucha fuerza. Este discurso apuesta a la interiorización de la idea de que ya las mujeres logramos el ejercicio de nuestros derechos a plenitud. No es casual la expresión “¿qué más quieren las mujeres, si lo tienen todo?” a pesar de múltiples evidencias empíricas y datos de la realidad que desmienten -ese tener todo- adquiere “credibilidad”, y logra instalar imaginarios que presentan a las mujeres como “aprovechadas, exigentes, victimizadas”. Por ejemplo, es común escuchar que hay que tener cuidado con las leyes de protección de la violencia de género y contra la mujer, porque se están “aprovechando” de esta ley para “acusar en falso a los hombres”. No importa que en República Dominicana haya un promedio de 200 asesinatos por año, parecería más importante proteger a uno o dos hombres “acusados injustamente”. A pesar de que los estudios dicen lo contrario, según datos presentados por el Dr. Miguel Lorente, Forense experto en la materia, el porcentaje de denuncias falsas es menor que cero; lo que hace un absurdo alegar el peligro de la ley.
Pienso que además el retraso está vinculado a una corriente protagonizada principalmente por “intelectuales supuestamente de avanzada” que, en la búsqueda de desacreditar al feminismo, han establecido un símil injusto entre mujeres que luchan por derechos, con nazis asesinos. Y aunque parezca increíble, porque se supondría que la evolución social supera esos absurdos, esa mentira se entroniza con mayor facilidad que la verdad de la discriminación, visibles todos los días.
No afirmo que solo estas situaciones son responsables del atraso; hay factores económicos, sociales y culturales que también inciden en este retroceso, sobre los que tratare en otros artículos. Deliberadamente he querido hacer referencia a esos ataques encarnizados y deshumanizantes, que aspiran a que el mundo se siga pensando todo en masculino y construyendo a las mujeres como la alteridad, como el complemento, como lo secundario.
En mi opinión, la mayor revolución del Siglo XX la protagonizamos las mujeres, con nuestra inclusión en el mundo de lo público, que ha costado sangre, sudor, lágrimas, sacrificios, inmolaciones; se demostró la falsedad de los supuestos derivados de la irracionalidad masculina que presentan a las mujeres como “ser inferior”. Pero ha sido una revolución silenciada, todavía no reconocida por la historia oficial. En este Siglo XXI, la lucha no es para salir a los espacios públicos, es la demanda para que esos espacios reconozcan la necesidad de la equidad, de que las mujeres tengan la posibilidad de acceder a los bienes económicos que le permitirán salir de la pobreza, empoderarse y avanzar hacia la igualdad. Las mujeres tenemos derecho a ser autónomas, humanas y libres; no es posible hablar de paz y seguridad negando esta realidad.
El empoderamiento económico femenino, implica superar el supuesto del salario femenino como “complementario o ayuda” y asumir como obligatorio: A igual trabajo, igual remuneración en todas las áreas. Representantes del más alto nivel de los gobiernos de 193 países y del Movimiento Mundial de Mujeres estamos aquí, buscando las vías para que en el mundo se concilie el espacio privado como espacio compartido. La reproducción no es ni puede ser una responsabilidad femenina. Los hijos, las hijas, son responsabilidad de todas las personas, del Estado y de la sociedad.
Hay países que están aplicando controles para el salario igualitario. Y que lo exigen a las empresas contratistas del Estado, si se encuentran anomalías, se les conmina a aplicar medidas correctivas y multas; y si no resuelven, se les rescinde el contrato. Estos países que han firmado la carta para la igualdad salarial y la corresponsabilidad de la reproducción y la conciliación laboral, e implementan los planes de flexibilización de los horarios, todos sus índices de desarrollo humano son de mayor calidad que los nuestros donde la brecha en los salarios de mujeres y hombres es muy alta. Y claro si lo exigen a lo externo, a lo interno de los gabinetes de gobierno lo cumplen. En general, en el mundo se mantiene un gran “techo de cristal” en el ascenso de las mujeres a posiciones de poder. Quien piense que esta afirmación puede ser mojigata, le recomiendo mirar durante una semana fotografías en los medios de comunicación sobre la conformación de las mesas directivas en todo tipo de organización, para que sin grandes estudios pueda comprobar la certeza de mi planteamiento.
Esta 61º sesión conmina a los Estados a ocuparse de la alfabetización financiera de las mujeres, principalmente las jóvenes; a propiciar un diálogo intergeneracional e intergénero en el mundo público y privado; a proporcionar acceso a la educación libre y segura, a que en nuestras escuelas haya educación de calidad sobre derechos sexuales y derechos reproductivos, que evidentemente implica la autonomía del cuerpo; a reconocer que la pobreza, la violencia y la discriminación sigue afectando nuestros países y es especialmente dura con las niñas y las mujeres. Y es que, aunque en los 80, hemos firmado la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y luego su protocolo facultativo, nuestros países no han cumplido. Solo habría que visibilizar quién tiene el control y titularidad de los recursos productivos, para evidenciar que no existe una plena participación femenina en la economía estructurada, con sus funestos resultados.
Muchos asuntos en la agenda de nuestros Estados, mucha reflexión, análisis y producción de documentos. Queda en mi espíritu la idea de la necesidad de que como sociedad asumamos el feminismo, por su ideología transformadora en la búsqueda de una convivencia más humana. Ojalá se convierta en compromiso, cierto, real y de rápida aplicación en nuestros países todos los acuerdos a los que se arriba en esta Sesión de Trabajo, para que sea recompensado todo el esfuerzo que estamos haciendo.