“La literatura debe ser riesgo, búsqueda, tratar de no parecerse a sí mismo, siempre ser otra”. Esas fueron las primeras palabras pronunciadas por Piedad Bonnett en el conversatorio “Hablemos de poesía” al cual asistí durante la celebración del Hay Festival en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia, el pasado mes de enero.
Piedad Bonnett es poeta, novelista, dramaturga y articulista, y ha obtenido diversos premios importantes en América Latina. Es una mujer sin edad, sin aspavientos, inmensa, y que ha entendido la vida a través de su propia transformación y su propio crecimiento intelectual. Para ella la poesía es un vínculo para comunicar con hondura y para problematizar el mundo, para transmitir con el lenguaje los grandes conflictos, la represión, el autoritarismo, el abandono, y convertirlos en ficción, en imagen, en una alegoría de liberación.
Justamente uno de sus poemas más representativos, más conocidos y más analizados, donde la poesía no pasa a un segundo plano, donde no es un accesorio, donde además los paralelismos y las analogías hacen del texto una realidad desgarradora y no la sujetan a un significado o a un contenido específico, es el caso del poema Reciclando, protagonizado por un gato asesinado, tema que surgió de una reflexión acerca de la violencia intrafamiliar a partir de un enfrentamiento sobre diferentes creencias culturales. Aquí sus versos:
Cuando papá en un ataque de rabia mató al gato,
a mi gato Bartolo
porque metió la cola entre su caldo
y porque ya era viejo y no cazaba como debía ratones
y además era caro mantenerlo,
cuando papá borracho lo mató con sus manos,
hubo una gran algarabía en casa.
Vinieron todos, todos;
mi hermana dijo: guárdeme los ojos
para un par de zarcillos, y Martino,
nuestro vecino ciego, se pidió las tripitas
-sirven para hacer cuestas de violín-
y mi mamá, que al principio lloró, lloró conmigo,
quiso la piel
para ponerle cuello a su chaqueta,
y los bigotes
se los pidió mi hermano Eladio el que es mecánico,
y los cojines de sus patas fueron
lindos alfileteros
para la bruja gorda que vive atrás del patio
y es modista.
Lo que sobró lo hirvieron con sal y con cebolla.
Se lo dieron a Luis, que duerme en nuestra calle,
pues también sirve el caldo de gato para el hambre.
Yo me pedí los huesos.
Uno a uno los muerdo delante del espejo de mi hermana
porque dijo mi abuela
que al morder el que toca se vuelve uno invisible,
y eso quiero.
Mientras Bonnett leía a Rosario Castellanos, la poeta más importante del estado de Chiapas en México, descubrió la poesía de la casa, de la domesticidad, del amor, así se dio cuenta que la familia es el epicentro del conflicto humano, de que hay violencia, de que hay desdichas, de que hay desacuerdos, de que hay dolor, y es precisamente en ese momento donde encuentra la tragedia, la tristeza, el infierno cuando recibe la terrible noticia del suicidio de su hijo, al mismo tiempo que recibía el premio Internacional de poesía Casa de las Américas 2011 por su libro “Explicaciones no pedidas”.
Tragedia y fortuna han sido parte de ese mundo maravilloso y creador de Piedad Bonnett cuando la impotencia la llevó a descubrir las sutilezas, la reflexión, la pausa y la mudez en su literatura. Influida por Baudelaire, Proust y Vallejo supo del poder de la belleza, del sigilo, de la resistencia y de la pureza que es la creación literaria a través de la poesía.
Escribir sobre su infancia, sobre su propia vida, sobre lo que sucede en su entorno, en su casa, en la política, en las aulas donde imparte clases, escribir sobre Daniel, su hijo muerto, es justamente el motor que la va halando para darle a las palabras la música que busca, que trascienda y se exprese junto al lenguaje, la música que riñe con el silencio, la música que embriaga, la música y la intimidad tenaz del poema:
“Yo he vuelto a parirte, con el mismo dolor, para que vivas un poco más, para que no desaparezcas de la memoria. Y lo he hecho con palabras, porque ellas, que son móviles, que hablan siempre de manera distinta, no petrifican, no hacen las veces de tumba. Son la poca sangre que puedo darte, que puedo darme”.