Si por Estados Unidos hubiera sido, Trujillo estaría todavía gobernando República Dominicana. Dichosos nosotros que 55 años atrás un grupo de antitrujillistas asumió la tarea de ajusticiarlo de la misma manera que había vivido. El tirano fue esculpido como obra maestra de la perversidad desde la ocupación militar de Estados Unidos que se inició en 1916. A partir de entonces, cada ocupante de la Casa Blanca estableció bien claro que el Benefactor de la Patria sería su más preciado “son of a bitch”. Nunca condenaron sus crímenes al tiempo que las empresas estadounidenses se beneficiaban gracias al régimen de abusos y corrupción empapado de sangre inocente. Santificaron el enriquecimiento desmedido desde el poder y edulcoraron el asesinato de decenas de miles de haitianos que osaron atravesar la frontera con República Dominicana en 1937. Genocidio brutal realizado a golpe de machete y de cuchillo porque, según los trujillistas de antes y los nacionalistas de ahora, un haitiano no valía una bala de fusil.
Por el mismo tenor, los de Washington entorpecieron cuanto pudieron cada intento de los antitrujillistas para derrocar al tirano. Franklin Delano Roosevelt sentó las bases de la tiranía, escudándose en una imagen de abuelito consentidor que supuestamente buscaba una nueva forma de repartir las ganancias (new deal). Harry S. Truman se ocupó de frustrar el intento de una fuerza militar considerable organizada desde Cuba en 1947, conocida como la expedición de Cayo Confites. Igual interrumpió en 1949 el intento armado desde Guatemala que sólo pudo lograr un pequeño desembarco por Luperón en la costa Norte dominicana.
El bastón de relevo para apoyar la tiranía fue asumido por el general Dwight D. Eisenhower quien defendería al colega a pesar del evidente deterioro progresivo del régimen. Trujillo sería el mecanismo usado por Estados Unidos para realizar acciones de crímenes y sabotajes por el área del Caribe mientras se escondía detrás del “plausible denial”. Buscaría desde entonces las excusas más disímiles para que la tiranía pudiera afianzarse por toda el área del Caribe e influyera de forma determinante en Venezuela, Guatemala, Nicaragua y Cuba, directamente o por interpósito aliado.
En la nómina de Trujillo estuvieron, no sólo Senadores del Congreso estadounidense como Smathers y cardenales católicos como Spellman y Cushing, sino que el bufete de abogados del Vicepresidente Nixon recibía sumas considerables de dinero por sus servicios “profesionales”. Con el cambio de gobierno a partir de enero de 1961, la nómina incluiría entonces al patriarca Joseph Kennedy, padre del Presidente de Estados Unidos.
Sería Eisenhower quien pondría mayor interés en salvar a Trujillo de ser derrocado. Varios intentos hizo el militar de la Casa Blanca para tratar de que el militar dominicano abandonara voluntariamente el poder político. Envió emisarios una y otra vez para convencer al tirano de que abdicara y viajara al exterior a disfrutar su fortuna con la garantía y protección de Estados Unidos. Por la capital dominicana desfilarían, más de una vez, el empresario William Pawley, el general Edwin Clark, Robert Murphy, el senador George Smathers y otros, quienes chocaron con la terquedad y el desmedido ego de Trujillo.
Algunos gobernantes del continente exigían que primero se combatiera a Trujillo antes de proceder contra el gobierno revolucionario cubano. Pero Trujillo era sagrado para la Casa Blanca. El surgimiento de la Revolución en Cuba complicó aún más las cosas. Estados Unidos insistía en destruir el surgimiento de un gobierno popular mientras mantenía fortalecidas las tiranías dominicana, nicaragüense, paraguaya, hondureña, guatemalteca y otras más.
Paradójicamente, la derrota de la invasión promovida y financiada por Estados Unidos contra Cuba en abril de 1961 por Bahía de Cochinos fortaleció aún más la defensa que de Trujillo hacía la casa Blanca. Por orden directa del presidente Kennedy, los anti trujillistas no recibirían ayuda alguna para eliminar al tirano. Pero el grupo encabezado por Antonio de la Maza y Salvador Estrella rechazó la política estadounidense y procedió con el ajusticiamiento de Trujillo. Los dominicanos resolvieron el asunto a pesar de faltarles la bendición de la Casa Blanca.
La verdad es que si por Estados Unidos hubiera sido, todavía estarían gobernando en República Dominicana, Rafael Trujillo, Ramfis Trujillo, o Joaquín Balaguer. No en balde, todavía hoy continúan apoyando a los políticos más corruptos y segregacionistas, sin que contribuyan a la democracia que tanto predican y nunca practican.