Seré honesto (lo más honesto posible) deseando no caer en extremismos o en lo irracional de ciertas cosas; ya que es imposible ceñirse al guión de la espera, con las absurdidades e infamias que suceden a diario en la República Dominicana:

Hablar de nuestra historia, del Estado y las cuestiones sociales, económicas, de soberanía, es como masticar una y otra vez el mismo bocado tóxico, podrido, indigerible de la partidocracia y sus mesiánicas, sórdidas e inescrupulosas figuras de poder.  Es un asco, una pocilga de inmundicias y desaciertos lo que ocurre en el haber político dominicano.

La verdad es que no me explico por qué hemos caído tan bajo. Qué es lo que nos ha sucedido, cuál es la función, rol, motivos de crimen que ha llevado a la entera nación nuestra a semejante infortunio y falta de coraje. Por qué es que un pueblo abandonado a las buenas de Dios, les acepta tantos disparates, burlas, robos, mentiras a las mismas gentes de siempre, los mismos corruptos, los mismos sinvergüenzas?

¡Yo tengo una desazón, una rabia, un coraje del tamaño de lo inconmensurable! Cada vez me estoy quedando más solo, más frustrado, más en decepción con la gente nuestra. Me quema la indignación, la ansiedad, el jodido amor que circula por mis venas y que ante mis ojos y todo lo que soy parece existir para nada.

Usted toma un nombre, uno solo de los cientos de esos que pululan en el manejo de la cosa pública (del partido que sea) y si no le mata la vergüenza, le mata el coraje. Los diputados “en su enorme honorabilidad de servicio a la patria” con el juramento recibido, igual parecen obtener una licencia de corso para sustraer todo lo que puedan del bolsillo ajeno, o sea, el de los pobres dominicanos, sin dolientes ni parientes o apellidos.

Ser funcionario es salir de pobre. ¡Mírelos ahí, véalos, compruébelo! Los de ayer, los de hoy, lo de siempre…  Me canso de escuchar los mismos nombres, las mismas indicaciones, la saciedad de pruebas: uno, dos, diez y hasta quince escándalos de corrupción, chantajes, tráfico humano, de drogas, deslealtad, traición a la patria, compra y venta de votos, etc.

¿Cómo es posible? ¿Cómo? ¡Apenas 48 mil kilómetros y tanta ignorancia, desapego, perdición! ¡Duarte se equivocó!-  Yo estoy creyendo que se equivocó, como se equivocó Mella, Luperón, los anónimos héroes de las revueltas; Fernández Domínguez, Caamaño, Bosch, los otros.  ¡Por favor, que alguien me corrija! ¡Qué alguien me entienda! ¡Qué alguien se pronuncie y me saque de esta pesadilla, amargura, sufrimiento pendejo por una causa perdida que tan hondo me toca, que tan hond0 me hiere!

Somos un pueblo estúpido, un pueblo que lo ha ido perdiendo todo, que ya no le queda nada, que solo es miseria, empréstito, escaparate; al que cada cuatro años es llamado a celebrar una jodida elección partidaria “pa jodernos, pa engañarnos”, para repetirnos en las mismas emes sectarias, arribistas, succionadoras del poco bienestar al que un país como el nuestro tiene derecho según los amos.

Si, ya sé: soy un resentido social. Un loco. Lo que usted quiera. Le acepto las burlas, las quinielas, lo socarrón, el chiflido con corneta, morisquetas como el monito Quique…  Ahora bien, lo que no acepto a nadie es que me roben tan descaradamente, que se me mate en cada esquina, en cada lugar, en cada caso sin esclarecer. Lo que no admito es que usted cobre un sueldo para representar a un país tan pobre como el nuestro en un lugar específico y usted en la realidad diaria de su vivir jamás haya pisado Asunción o Brasilia, por poner ejemplo, de seres como usted que yo muy bien conozco.