DURANTE LA Segunda Guerra Mundial, cuando los bombarderos alemanes aterrorizaban a Gran Bretaña, un grupo de pilotos valientes los enfrentaron cada día. La expectativa de vida se contaba en días.
En determinado momento, un genio del ministerio de propaganda publicó un cartel: “¿Quién le teme a la Luftwaffe alemana?”.
Cuando fue enviado a una de las bases de la Real Fuerza Aérea, una mano anónima puso debajo: “Firme aquí”.
En pocas horas, todos los pilotos habían firmado.
Éstos eran los hombres sobre los cuales Winston Churchill dijo: "¡Nunca tantos debieron tanto a tan pocos!"
Si alguien hoy diseñara un cartel preguntando "¿Quién tiene miedo de los colonos?", yo sería el primero en firmar.
Tengo miedo. No por mí. Sino por el Estado de Israel. Por todo lo que hemos construido durante los últimos 120 años.
ÚLTIMAMEMENTE, MÁS y más y más personas en Israel y en todo el mundo han estado diciendo que la "solución de dos estados" está liquidada.
Finito. Kaput. Los colonos, finalmente, la han matado.
La paz ha terminado. No hay nada que podamos hacer al respecto. Sólo podemos sentarnos en nuestro cómodo sillón delante del televisor, suspirar profundamente, sorber nuestra bebida y decirnos: “Los asentamientos son irreversibles”.
¿Cuándo escuché eso por primera vez?
Hace unos 40 años, o 50 años, el conocido historiador israelí Meron Benvenisti lo usó por primera vez. Los asentamientos –proclamó− han dado lugar a una situación "irreversible". No hay tal solución de dos estados, en la que mis amigos y yo estábamos insistiendo. Lo sentimos, es irreversible. En ese momento había menos de cien mil colonos en Cisjordania, la Franja de Gaza e incluso algunos en el Sinaí.
Ahora, este eslogan se puede escuchar en todas partes. Irreversible. La gran masa de los colonos ha hecho de la Solución de dos Estados una quimera.
Se dice que ya hay unos 450 mil colonos en Cisjordania y otros 150 mil en la Jerusalén Oriental ocupada.
No pueden ser retirados sin una guerra civil, los judíos contra los judíos.
Así que dejemos de hablar de la solución de dos estados. Pensemos en otra cosa. ¿Una solución de un solo estado? ¿Un estado de apartheid? ¿No existe otra solución en absoluto? ¿Un conflicto eterno?
No creo que haya un problema humano que no tenga solución.
No creo que la desesperación sea una buena consejera, aunque pueda ser cómoda.
No creo que nada en la vida sea "irreversible". Excepto la muerte.
Si uno se enfrenta a un problema que parece irresoluble, uno tiene que mirarlo, analizarlo y considerar las salidas posibles.
Se dice que el general Bernard Montgomery, comandante británico en el norte de África, tenía una foto de su adversario, el legendario general alemán Erwin Rommel, en su escritorio en su cuartel general. Para sus asombrados visitantes, explicó: "Quiero preguntarme a cada momento: ‘¿Qué está pensando?’"
Si tratamos de imaginarnos a los colonos, vemos ante nosotros una masa de 650 mil fanáticos, creciendo en número cada día. Algo realmente espantoso. Pero no es aterradoramente real.
No existe una masa de colonos. Hay varios tipos de colonos. Si queremos idear un medio para superar este problema, primero tenemos que desmontarlo.
Veamos los diversos grupos, uno por uno.
PRIMERO, ESTÁN "los colonos de calidad de vida". Ellos van a Cisjordania, encuentran un lugar rodeado de pueblos árabes pintorescos y se establecen allí en tierras que probablemente pertenecen a algún aldeano árabe. Miran por la ventana hermosos alminares y olivos, escuchan el llamado a la oración y son felices. Consiguen la tierra por nada o casi nada.
Vamos a llamarlos Grupo 1.
Puesto que no son fanáticos, no será demasiado difícil reasentarlos en Israel. Encontrar un lugar agradable, darles un montón de dinero, y se mudarán sin demasiados problemas.
ESTÁN LOS "asentamientos de la frontera". Allí los colonos viven en pueblos y aldeas muy cerca de la antigua Línea Verde, la frontera anterior a 1967 que sigue siendo la frontera legal del Estado de Israel. La mayor parte de los colonos viven allí.
Existe un acuerdo tácito entre Israel y los palestinos de que estos asentamientos serán incluidos en el "intercambio de territorios" previsto por prácticamente todos los que se ocupan de la "Solución de dos Estados".
La base es un intercambio de 1 a 1, de igual valor. Por ejemplo, a cambio de los "bloques de asentamientos", Israel podría ceder territorio junto a la Franja de Gaza. Los hijos e hijas de las familias dentro de la Franja, el área más abarrotada del mundo, recibirían la oportunidad de construir sus hogares allí, cerca de sus familias.
Llamemos a este tipo de colonos "Grupo 2″.
A este grupo pertenecen muchos de los colonos ultra-ortodoxos, que realmente no se preocupan por la localidad. Sólo tienen familias muy grandes, siguiendo el mandamiento de Dios. También necesitan vivir juntos en comunidades atestadas, ya que muchos mandamientos de su credo exigen instituciones conjuntas.
Los ultra-ortodoxos ("haredim" en hebreo, es decir, los que "tiemblan" ante Dios) viven en ciudades terriblemente superpobladas en Israel −Jerusalén Oeste, Bnei-Brak, etc. Necesitan más tierra y el Gobierno está dispuesto a complacerlos− pero más allá la Línea Verde. Uno de estos lugares es Modi’in Illit, frente a la aldea árabe de Bil’in, donde durante muchos años los locales han hecho manifestaciones los viernes contra la toma de tierras.
LOS ÚLTIMOS, pero no menos importantes, son los colonos ideológicos, los fanáticos, los que fueron enviados allí por Dios mismo. Vamos a llamarlos Grupo 3.
Estos constituyen la médula del problema.
Eliminar este núcleo duro es un trabajo muy difícil y peligroso. Cuán difícil sería depende de varios factores.
En primer lugar: la opinión pública. Mientras estos colonos sientan que el grueso del público general israelí los apoya, sólo se pueden trasladar mediante la fuerza bruta. Pero la mayoría de los soldados y policías pertenecen precisamente al mismo público, en general.
Esta batalla sólo puede se puede ganar si va precedida por un cambio en la opinión pública. Para lograr esto, se necesita mucho trabajo político. El apoyo internacional puede ayudar. Pero no creo que el apoyo internacional −de las Naciones Unidas, Estados Unidos y demás− se produzca si los propios israelíes no efectúan un cambio.
Al final, puede ser necesaria la remoción de los colonos de núcleo duro por la fuerza. No es algo para desear, pero es algo que puede ser inevitable.
LOS COLONOS del Grupo 3 son plenamente conscientes de estos factores, mucho más que sus adversarios. Desde hace años, se han dedicado a un esfuerzo sistemático por infiltrarse en el ejército, el gobierno, la administración pública y especialmente en los medios de comunicación.
Este esfuerzo ha tenido mucho éxito, aunque aún no es decisivo. Debe ser contrarrestado por un esfuerzo similar por parte del campo de la paz.
Un factor cardinal que eclipsa todo lo demás es la batalla de las voluntades. Los colonos están luchando por su ideología, así como por su nivel de vida.
Esto, por cierto, refleja un fenómeno histórico y mundial: la gente fronteriza es más dura y está más motivada que la gente del centro geográfico.
Un ejemplo sobresaliente es Prusia. Inicialmente, era una provincia fronteriza alemana con tierras muy pobres y poca cultura. Durante siglos, la cultura alemana se centró en las ciudades acomodadas del corazón alemán. Pero por pura perseverancia y fuerza de voluntad, Prusia se convirtió en la región dominante de Alemania. Cuando se fundó el Reich Unificado (el segundo) alemán, Prusia fue la fuerza decisiva.
Lo mismo sucedió más al sur. Austria, una pequeña provincia suroriental de la frontera, estableció un gran imperio en el corazón de Europa, incluyendo muchas nacionalidades diferentes.
ESTE ESQUEMA necesariamente corto de las soluciones posibles solo intenta demostrar que nada es irreversible.
Al final, todo depende de nosotros.
Si amamos a Israel lo suficiente como para defender su propia existencia como un estado en el que queremos vivir e identificarnos, actuaremos a tiempo.
¿No sería una pena que todos los esfuerzos y esperanzas de 120 años se hundieran en el pantano de un sórdido y detestable estado de apartheid?