“A mi juicio, el futuro de la democracia dominicana se juega en gran medida en la capacidad de lograr cohesionar y organizar la sociedad para enfrentar precisamente esta precariedad en que se desenvuelve el ejercicio político democrático en el campo de la lucha de partidos. No se trata de producir simplemente consensos entre las élites, sino de construir espacios ciudadanos en la sociedad.” La razón Democrática, Wilfredo Lozano (página 686)

La República Dominicana adolece de altos estudios antropológicos, que terminen de estudiar su perfil como pueblo en relación con su historia y los comportamientos acaecidos. Al leer por cuarta vez, La razón democrática de Wilfredo Lozano, compruebo una vez más, la certeza analítica del libro y descubro al mismo tiempo, que nuestros sociólogos y politólogos, tienen que hacer de antropólogos, para servir una materia de análisis más o menos coherente, que les ayude como herramienta de conocimiento.

Hago esta reflexión por lo siguiente: Quien a estas horas diga que en la República Dominicana no existe un modelo, o está ciego o no tiene vergüenza, ese modelo existe y está inoculado en la ignorancia y la miseria de la población más indigente, agotada en su entusiasmo político y dedicada a “rullir” lo que encuentre, para sobrevivir.

La fisonomía de los barrios ha cambiado, no hay muchos estudios cuyos contenidos nos indiquen qué ha pasado, pero algo ha sucedido en nuestros barrios, donde las aspiraciones han cambiado de la escuela, a la droga traficada, que promete status y dinero rápido, no importa que la muerte ronde en la empresa.

Desde 1996 hasta el momento presente, ¿Dominicanas y dominicanos, somos los mismos ?…

Cuando hago esta pregunta hago contar que en el balance de los padecimientos, desde entonces, no tengo preferencias partidarias específicas, porque padecimientos son padecimientos -no importan los partidos que hayan estado en el poder- a ojos vistas.

Cualquier buen diagnóstico en el tiempo demostraría que nuestras calidades de vida han retrocedido y que el actual modelo, especie de paño con pasta de democracia de letrero y retrete, pretende en lo óptico demostrarnos que podría durar 30 años.

La historia escrita en el mundo, donde nosotros cabemos aunque sea en un espacio pequeño, demuestra que los alucinados, a veces, tienen respuesta de otros alucinados, y en esa sucesión de alucinamientos la historia ha producido hechos dramáticos, cuando la fuerza quiere ser el paradigma para imponer al colectivo lecciones de eternidad del poder.

El problema del modelo es que tiene ciertas nebulosas para quienes no tienen memoria activa. El modelo propuesto y vivido ahora es una extraña mezcla entre los viejos planes soviéticos (decisiones tomadas en un politburó de partido para el país entero) y el uso de la post modernidad ilusionista, para vender "percepciones" de una realidad que no es la que los interesados dicen "que es"… El juego de palabras, de lo que en realidad es y no se quiere que se vea, tiene como costo muchos millones gastados para "percepciones" que alargan la estada en el poder.

Así las cosas, tenemos que volver al cuento de hadas: Érase  una vez un muchacho en New York que alucinado, la mejor forma de encubrir mediocridad con buenos modales, soñaba con un New York chiquitico, chiquito, maqueta de juguete para las miserias de los suyos.

Se creyó el cuento y siguió para Haití, y en Limonada comenzó otro New York chiquitico, chiquitico, versión creole de universidad, donde el cuadro de Juan Bosch se fue a la mierda misma, entre la ira y la animosidad de los nacionales vecinos.

El mismo cuento de hadas parió un hoyazo, el funcionario de turno del Banco Central se vistió de Poncio el piloto, en este caso, para volar por encima de las mentiras televisivas de aquel joven "visionario" y ambicioso, al cabo de sus últimos días descubierto en sus mentirillas y complicidades, bajo el atuendo de pretendido generalísimo, pero de civil; para los que toman notas: de trajes y corbatas…

Entonces, el 16 de agosto de 2012, justo cuando el actual Presidente abrazaba al saliente, nacía el Estado paralelo. Eso sucede cuando la gente se aferra al poder de tal modo, que le es imposible entender que lo deja y que podría ser definitivo que lo deja.

Cayo Julio César Nació el día 13 del mes que los romanos conocían como Quintilis y que a su muerte tomó su nombre "Julio". El año fue el 100 a.C. año 653 desde la fundación de Roma. Hasta su asesinato, ocurrido el 15 de marzo del año 44 a.C.La estructura mental de los que se aferran al poder tiene signos de desconocer la realidad de quienes están más lejos del mismo poder. Se pierde el sentido de la realidad, los “lambones” y petimetres lo miran como un áulico y ahí comienza la terrible fantasía de un aferramiento al poder con juegos teatrales entre farsa y vodevil.

Curiosamente el actual presidente goza de una popularidad envidiable. Nadie se lo explica mucho, pero sí tiene lógica: me guste a mí personalmente su estilo o no (derecho que tengo y hago valer), la realidad es que el pueblo dominicano, harto de fanfarronerías pasadas, conecta mejor con ese estilo, porque ve en la humildad propagada por el actual mandatario un símil de su propio estilo simple en el accionar cotidiano. En otras palabras, al margen de su precaria situación económica, su hoyo en el bolsillo, el pueblo lo asimila mejor. Negarlo  sería faltar a la verdad observada, medida profesionalmente y constatada en la calle en cualquier conversación de esquina.

Siguiendo con la alucinación del poder y el cuentazo de hadas, se desata un proselitismo interno en el PLD. Algunas caras, no nuevas, aspirando y dando muestras de la diversidad de candidatos. En lo que queda de la oposición, aquel Señor que le tenía miedo a la sangre del 22 de mayo, habla de un frente opositor para el 2016, sumido en el desgaste por la incoherencia de sus palabras y sus hechos. Sus “lambones” de entorno se lanzan a vendernos de nuevo el milagro hipolitista, que murió sin pena ni gloria la noche del 22 de mayo 2012. Y no me juchen, que me sobran análisis dramáticos y graves, sobre esa situación…

Bien, el pueblo dominicano tiene una larga tradición magnicida. Los nuevos dictadores, los pretendidos del poder eterno, deben leer la historia de nuevo.

Por cierto,  el magnicida también es un alucinado que dice o pretende representar o liberar al colectivo, en su delirium de predestinado.

En otras palabras, libremente pienso, he pensado con tranquilidad que si esta deriva de farsa de poder eterno debe terminar en tragedia, que sea rápido y quirúrgico, porque soy de una generación que no puede esperar, y quiere vivir sus últimos días en paz,  y él lo sabe, porque es de la misma generación que la mía (Cfe).