Aprender la verdad para

hacer lo correcto, es el

resumen de los deberes

del hombre.

A.Huxley.-

Hay infinidad de cosas en este mundo, que nacen, duran y perduran basadas en argumentaciones fantasiosas, y en otras tantas, engañosas, pero, que permanecen en el tiempo de manera casi inexplicable, pasando hasta por varias generaciones sin que cambien o sean exterminadas. Algo así como los Dioses antiguos, creados a imagen y necesidad del hombre en su inmensa capacidad para aunar diferentes elementos y crear algo nuevo. Así lo hicieron en la antigüedad y lograron que permanecieran por una cantidad increíble de tiempo.

Pero, a todas les ha llegado su momento de ser desnudadas y lanzadas al campo del engaño y  ser destrozadas, bajo el inmenso peso de la verdad.

Según avanzamos en la tecnología y los conocimientos, de igual manera crecen las manipulaciones para incidir en las decisiones y creencias de los más vulnerables. Si permaneces callado, conociendo los hechos, te acusan de ser cómplice de las realizaciones de los mismos, pero, si hablas, entonces te condenan o sindicalizan de tal o cual cosa.

Ese podría ser el compendio de la situación entre dominicanos y haitianos. Muchos fanáticos defensores de los pobres haitianos, ya sea por política ventajosa, ya sea como esa de la agricultura y la construcción, que ahora abogan por la regularización de la estadía de los mismos en nuestro país, pero, hay que  ver muy bien el concepto que tienen de regularización. Estas personas, que viven por debajo de la pobreza extrema en su país, cruzan la frontera en busca de mejor vida, pero sin olvidar sus costumbres y hábitos tribales.

Es precisamente ese punto que nos hace diferentes. No es el color, tal y como aducen muchos que viven de las ONG como si fuese una industria, a pesar de que solo ven el lado de la piel pero, viven como príncipes en base a la desgracia de estas personas. Definitivamente no es el color, son las costumbres y las tradiciones, las que nos hace diferentes naciones.

No ha existido a lo largo de cerca de 200 años, un real y beatifico estado de tranquilidad y justa coexistencia con ese país, no, nunca. Todo esto y desde siempre ha sido un fracasado himeneo propulsado por ellos mismos y en tiempos más modernos, por personas, instituciones y naciones, cuyo único propósito, y, como única salvación para ese país, es el concretar esa boda.

Es por todo eso y más, que considero de primer orden, ya que nuestras escuelas apenas rozan este grave problema y los estudiantes de este país, a diferencia de aquellos del Oeste, apenas escuchan las voces que tienen más dominio sobre los medios y sus argumentaciones interesadas sobre el tema, que se emita un vademécum, cuyas informaciones sean claras sobre este problema, que no esté basado en teorías y fantasías sino, solo en la realidad que hemos vivido con ese país desde el inicio de nuestros tiempos.

Es cierto que determinados elementos catalogados como nacionalistas, se convierten en fanáticos, cosa esta que otros aprovechan para hablar de racismo, aunque si se hiciese una lista de países racistas, el del Oeste ocuparía un lugar primigenio. Reitero, el problema no es de color, sino de costumbres. Son más de una docena de tribus africanas, en donde el tiempo no transcurre para borrar esas costumbres ancestrales.

Este tema es largo y peliagudo, donde los intereses -principalmente económicos- de manera abierta u oculta, son la base, porque ya el orgullo y el patriotismo –al parecer- han pasado a un lugar secundario. Pero no se puede olvidar ese 9 de febrero del 1822, cuando José Núñez de Cáceres le entregó las llaves de la ciudad de Santo Domingo a Boyer, en el inicio de la ocupación que duro 22 años formales, -aunque han continuado de otras diferentes maneras- en su discurso, el Padre de la llamada independencia efímera manifestó: …”Las desemejanzas de costumbres y el idioma, establecían entre las dos porciones de la Isla, un muro infranqueable, como los Alpes y los Pirineos”. ¡Sí señor!