Sí, sí, sí, sí, sí …… 299 hombres y mujeres, miembros del Congreso de los Diputados de España, se pronunciaron con un “sí” a favor de la ley de abdicación que convalidó la renuncia a la jefatura del Estado del Rey Juan Carlos I. En contra de la ley votaron 19 diputados y 23 se abstuvieron.
Los dos grandes partidos políticos españoles de derecha e izquierda, PP y PSOE, junto a otras pequeñas fuerzas políticas, aprobaron por abrumadora mayoría una Ley que seguirá su tramitación en el Senado. El acto final del proceso sucesorio se producirá el jueves 19 de junio, cuando el Príncipe de Asturias sea proclamado ante las Cortes Generales como Rey de España, con el nombre de Felipe VI.
No obstante, la abrumadora mayoría de la ley en ambas Cámaras puede variar en futuros procesos electorales a la vista de la crisis del bipartidismo, según han puesto de manifiesto las últimas elecciones europeas. De ahí que la decisión del monarca de abdicar en este momento haya sido interpretada como una oportunidad estratégica en previsión de que en el futuro la mayoría favorable a la monarquía parlamentaria no sea tan claramente sólida.
Desde que el Rey Juan Carlos anunciará su renuncia al trono hace 10 días, en España se ha desatado una intensa oleada de debates entre quienes apoyan la continuación de la monarquía parlamentaria, quienes apuestan por una república como forma de Estado y los que reivindican el derecho de los ciudadanos a decidir el tipo de Estado a través en un referéndum.
Los principales periódicos han publicado encuestas durante el fin de semana que ponen de manifiesto que la sociedad española sigue apoyando mayoritariamente la monarquía parlamentaria como forma de Estado. Ese modelo nació con la Constitución de 1978, pero las generaciones más jóvenes no tienen la misma vinculación emocional que tenían sus padres con el rey, y tampoco reconocen los importantes servicios que ha prestado a España, tanto durante la transición política como durante sus 39 años de reinado.
Por ahora parece claro que la mayoría social y política desea la estabilidad institucional que le ha proporcionado a España la monarquía parlamentaria. Sin embargo, nadie duda de que la abdicación del rey en su hijo abre un tiempo nuevo. Tiempo que también se está iniciando en otras instituciones y partidos políticos.
El hecho de el actual debate entre monarquía y república no haya despertado grandes pasiones sociales, más allá de manifestaciones callejeras no muy numerosas, no quiere decir que en el medio plazo se vuelva a suscitar e, incluso, llegue un momento en que se plantee la posibilidad de impulsar reformas que permitan consultar a la ciudadanía sobre la forma de Estado.
Lo que parece seguro es que España afrontará en los próximos años grandes cambios institucionales y políticos, que posiblemente comiencen con una reforma constitucional impulsada por una nueva generación de dirigentes. En ese nuevo período, todos los actores políticos, incluido el nuevo monarca, deberán alentar profundos cambios para cerrar la brecha abierta entre una parte importante de la sociedad española y el sistema político que nació tras la dictadura.