SI LOS MOVIMIENTOS islámicos llegan al poder en toda la región, deberán expresar su gratitud a su bete notre, Israel.

Sin la ayuda activa o pasiva de sucesivos gobiernos israelíes, es posible que no hubieran  sido capaces de realizar sus sueños.
}

Eso es cierto en Gaza, en Beirut, en El Cairo e incluso en Teherán.

VEAMOS EL ejemplo de Hamas.

En todo el territorio árabe los dictadores se han enfrentado a un dilema. Pudieron clausurar fácilmente todas las actividades políticas y cívicas, pero no pudieron cerrar las mezquitas. La gente podía reunirse en las mezquitas para orar, para organizar las instituciones de beneficencia y, en secreto, crear organizaciones políticas. Antes de los días del Twitter y el Facebook, esa era la única manera de llegar a las masas populares.

Uno de los dictadores que enfrentó este dilema fue el gobernador militar de los territorios palestinos ocupados. Desde el principio prohibió toda actividad política. Incluso los activistas por la paz fueron a la cárcel. Defensores de la no violencia fueron deportados. Cerró los centros cívicos. Sólo las mezquitas permanecieron abiertas. Allí la gente podía reunirse.

Esto sobrepasó la tolerancia. El Servicio de Seguridad General (conocida como Shin Bet o Shabak) tenía interés en el florecimiento de las mezquitas. La gente que ora cinco veces al día ‒pensaban ellos‒ no tiene tiempo para construir bombas.

El enemigo principal, según lo establecido por el Shabak, era la terrible OLP, encabezada por aquel monstruo, Yasser Arafat. La OLP era una organización laica, con muchos miembros cristianos prominentes, que tenía como objetivo un Estado palestino "no sectario". Eran enemigos de los islamistas que hablaban de un califato pan-islámico.

Se pensaba que si a los palestinos se les desviaba hacia el Islam se debilitaría a la OLP, y a su facción principal: Fatah. Así que todo se hizo para ayudar al movimiento islámico, discretamente.

Resultó ser una política muy exitosa, y la gente de la Seguridad se felicitaron a sí mismos por su astucia, cuando ocurrió algo imprevisto. En diciembre de 1987 estalló la primera Intifada. Los islamistas de la corriente principal tuvieron que competir con grupos más radicales. En pocos días, se transformaron en el Movimiento de Resistencia Islámica (acrónimo: "Hamas"), el cual se convirtió en el enemigo más peligroso de Israel. A Shabak, sin embargo, le tomó más de un año arrestar al jeque Ahmad Yassin, el líder de Hamas. Para poder combatir esta nueva amenaza Israel llegó a un acuerdo con la OLP en Oslo.

Y ahora, como la mayor de las ironías, Hamas está a punto de unirse a la OLP y de participar en un gobierno de la Unidad Nacional Palestina. Realmente deberían enviarnos un mensaje de Shukran ("Gracias").

NUESTRO PAPEL en el surgimiento de Hezbolá fue menos directo, pero no menos eficaz.

Cuando Ariel Sharon entró en el Líbano en 1982, sus tropas tuvieron que atravesar la región sur de mayoría chií. Los soldados de Israel fueron recibidos como libertadores. Los que los liberaron de la OLP, que había convertido esta zona en un estado dentro de otro estado.

Siguiendo a las tropas en mi coche privado, tratando de llegar a frente, tuve que cruzar por decenas de aldeas chiíes. En cada uno de ellos fui detenido por los pobladores, que insistían en que me tomara un café en su casa.

Ni Sharon ni nadie le prestó mucha atención a los chiíes. En la federación de comunidades pagano-religiosas autónomas que él llamó el Líbano, los chiíes eran los más oprimidos e impotentes.

Sin embargo, los israelíes sobrepasaron la acogida. A los chiíes les tomó pocas semanas darse cuenta de que los visitantes no tenían ninguna intención de irse. Así que, por primera vez en su historia, se rebelaron. El principal grupo político, Amal ("esperanza"), empezó a realizar pequeñas acciones armadas. Cuando los israelíes no se dieron por aludidos, multiplicaron las operaciones y las convirtieron en una guerra de guerrillas.

Para superar a Amal, Israel alentó a su rival más pequeño y radical: el Partido de Dios, Hezbolá.

Si Israel se hubiera retirado entonces (como lo exigía Haolam Hazeh), no se hubiera causado mucho daño. Pero se mantuvieron durante 18 años, tiempo suficiente para que Hezbolá se convirtiera en una eficiente máquina de generar miedo, se ganara la admiración de las masas árabes de todas partes del mundo, asumiera el liderazgo de la comunidad chií, y se convirtiera en la fuerza más poderosa en la política libanesa.

Ellos también nos deben un gran Shukran.

EL CASO de la los Hermanos Musulmanes es aún más complejo.

La organización fue fundada en 1928, veinte años antes que el Estado de Israel. Sus miembros se ofrecieron como voluntarios para luchar contra nosotros en 1948. Son apasionadamente panislámicos y llevan la difícil situación palestina muy cerca de sus corazones.

A medida que el conflicto palestino-israelí empeoró, creció la popularidad de los Hermanos. Desde la guerra de 1967, en la que Egipto perdió el Sinaí, y más aún después del acuerdo de paz con Israel, avivaron el resentimiento profundamente arraigado en las masas en Egipto y en todo el mundo árabe. El asesinato de Anwar al-Sadat no fue de su responsabilidad, pero ellos se regocijaron.

Su oposición al acuerdo de paz con Israel no fue sólo una reacción islámica sino una auténtica reacción egipcia. La mayoría de los egipcios se sintieron engañados y traicionados por Israel. El acuerdo de Camp David tuvo un componente palestino  importante, sin el cual hubiera sido imposible un acuerdo para Egipto. Sadat, un visionario, miró el cuadro grande y creyó que el acuerdo conduciría rápidamente a un Estado Palestino. Menachem Begin, un abogado, se ocupó las letras pequeñas. Generaciones de judíos han sido educados en el Talmud, que es principalmente una compilación de preceptos legales, y sus mentes han sido pulidas por argumentos legalistas. No en vano, los abogados judíos tienen gran demanda en todo el mundo.

En realidad, el acuerdo no hace mención a un Estado palestino, solo a la autonomía, redactada de tal manera que le ha permitido a Israel continuar la ocupación. Eso no era lo que los egipcios habían sido inducidos a creer, y su resentimiento era palpable. Los egipcios están convencidos de que su país es el líder del mundo árabe, y carga con casi toda la responsabilidad. No pueden soportar que se les vea como los traidores a sus parientes pobres, los palestinos indefensos.

Mucho tiempo antes de que fuera derrocado, Hosni Mubarak fue repudiado como un lacayo de Israel, pagado por los EE.UU. Para los egipcios, este despreciable papel en el bloqueo de Israel de un millón y medio de palestinos en la Franja de Gaza fue particularmente vergonzoso.

Desde sus inicios en la década de 1920, los líderes de la Hermandad y los activistas han sido ahorcados, encarcelados, torturados y también perseguidos de diversas maneras. Sus credenciales en contra del régimen son impecables. Su posición a favor de los palestinos contribuyó mucho a esta imagen.

Si Israel hubiera hecho las paces con el pueblo palestino en algún momento, la Hermandad habría perdido gran parte de su brillo. Pero tal como es, está surgiendo en las presentes elecciones democráticas como la fuerza central de la política egipcia.

Shukran, Israel.

NO NOS olvidemos de la República Islámica de Irán.

Ellos también nos deben algo. Muchísimo, en realidad.

En 1951, en las primeras elecciones democráticas en un país islámico de la región, fue elegido primer ministro Muhammad Mossadeq. El Sha, Mohammad Reza Pahlavi, que había sido instalado por los británicos durante la Segunda Guerra Mundial, fue derrocado, y Mossadegh nacionalizó la vital industria petrolera del país. Hasta entonces, los británicos habían robado al pueblo iraní, pagando una miseria por el Oro Negro.

Dos años después, en un golpe organizado por el MI6 británico y la CIA estadounidense, el Shah fue reinstaurado, y devolvió el petróleo a los odiados ingleses y sus socios. Probablemente Israel no participó en el golpe, pero bajo el régimen restaurado del Sha, Israel prosperó. Los israelíes hicieron fortuna mediante la venta de armas al Ejército iraní. El Shabak de Israel entrenó a la temida policía secreta del Sha, la Savak. Se pensaba también, por muchos, que les enseñó técnicas de tortura. El Sha ayudó a construir y pagar por una oleoducto de petróleo iraní desde Eilat hasta Ashkelon. Generales israelíes viajaron a través de Irán al Kurdistán iraquí, donde ayudaron en la rebelión contra Bagdad.

En esos tiempos, los líderes israelíes estaban cooperando con el régimen de apartheid sudafricano en el desarrollo de armas nucleares. En conjunto, le ofrecieron al Sha asociarse en el esfuerzo, de modo que Irán, también, se convertiría en una potencia nuclear.

Antes de que la asociación se hiciera efectiva, el detestado gobernante fue derrocado por la revolución islámica de febrero de 1979. Desde entonces, el odio al Gran Satán (los EE.UU.) y al Pequeño Satán (nosotros) ha desempeñado un papel importante en la propaganda del gobierno islámico. Ha contribuido a mantener la lealtad de las masas, y Mamoud Amadineyad lo está utilizando para reforzar su gobierno.

Al parecer, todas las facciones iraníes, incluyendo a la oposición, ahora apoyan el esfuerzo nuclear iraní para obtener una bomba nuclear propia, ostensiblemente decidido a impedir un ataque nuclear israelí. (Esta semana, el jefe del Mossad expresó que una bomba nuclear de Irán no representaría un "peligro existencial" para Israel.)

¿Dónde estaría la República Islámica sin Israel? Por esa razón también nos deben un gran "Gracias".

SIN EMBARGO, no seamos demasiado megalómanos. Israel ha contribuido mucho con el despertar islámico. Pero no es el único contribuyente, ni siquiera el principal.

Por extraño que pueda parecer, el fundamentalismo oscurantista religioso parece expresar el Zeitgeist, el espíritu de los tiempos. Una monja estadounidense convertida en historiadora, Karen Armstrong, ha escrito un interesante libro que sigue a los tres movimientos fundamentalistas en el mundo musulmán, en EE.UU. y en Israel. Muestra un patrón claro: todos estos movimientos divergentes ‒musulmanes, cristianos y judíos‒ han pasado por etapas casi idénticas y simultáneas.

En la actualidad, Israel está en crisis porque la poderosa comunidad ortodoxa está obligando a las mujeres en gran parte del país a sentarse separadas, en la parte trasera de los autobuses, como los negros en los viejos tiempos en Alabama, y a usar aceras separadas en un lado de la calle. Los soldados varones religiosos tienen prohibido por sus rabinos escuchar el canto de las mujeres soldados. En los barrios ortodoxos, las mujeres se ven obligadas a ocultar sus cuerpos bajo ropajes que no revelan nada más que sus rostros y manos, incluso con temperaturas de 30 grados centígrados y más. Una niña de 8 años, de una familia religiosa, fue escupida en la calle porque su ropa no era suficientemente "modesta". En manifestaciones contrarias, las mujeres laicas agitaban carteles que decían ""Estamos en Teherán!"

Tal vez algún día, un Israel fundamentalista haga la paz con un mundo musulmán fundamentalista, bajo el signo de un presidente fundamentalista estadounidense.

A menos que hagamos algo para detener el proceso antes de que sea demasiado tarde.