El estudio realizado por Tahira Vargas en Villas Agrícolas  resalta  una sexualidad activa y precoz de los varones desde los 7 años, contra 10 años para las niñas.

Lo que me llamó mucho la atención al trabajar con niños y niñas en  un sector marginado es el vocabulario que usan  muchos de ellos desde la más temprana edad cuando insultan a otros. Debo confesar que al principio tuve que hacer un cursito acelerado para estar a la altura.  El nivel de palabras y palabrotas con referencias a la sexualidad es solamente el reflejo del mundo en el cual se desenvuelven. A esta edad todo es mimetismo.

Nada de la sexualidad es ajeno a nuestros niños y niñas, sus condiciones de vida no permiten ningún tipo de intimidad y lo que hacen las madres a sus compañeros y viceversa es pan cotidiano para los menores del hogar que pueden ser hijos o hijas, hijastros o hijastras, sobrinos o sobrinas, nietos o nietas todos emburujados.

La investigación de Tahira coincide con lo que hemos observado y con  las conclusiones y vivencias del Proyecto de Crecimiento Personal y  Salud Integral que llevamos a cabo con el apoyo de la Embajada Británica bajo la dirección de la Dra. Fiordaliza Alcántara durante el año escolar pasado. La vida en el barrio lleva nuestros chiquitos y chiquitas a una súper exposición y estimulación a la sexualidad temprana. Nos encontramos con niños hablando de las tarifas de las prostitutas y de las posiciones que debían asumir por esos precios (Villas Agrícolas es un barrio con alta incidencia de prostitución), varones con preocupaciones fuera de lo normal por sus genitales y su tamaño, vivencias de abusos.

Tampoco hay censura social o más bien existe una curiosa mezcla de permisividad y tabúes. Si un varoncito hace una de las suyas la madre ve aquello como algo cómico o digno de celebrar: hemos visto un muchacho ofrecer sus nalgas a varios otros en un callejón. Luego de un señor poner fin al asunto y llevar a dos de los muchachos que abusaban del primero a sus  respectivas madres, el salvador se quedó espantado que las damas, que estaban cherchando, tiradas sobre sus sillas no se inmutaron, no interrumpieron su conversación para por lo menos amonestar sus hijos ni darse cuenta de los peligros incurridos.

A dos años, una niña sabe ya que enseñar su panty o sus futuras tetas es algo que no se hace, tiene siempre que halar su falda y cerrar sus piernas. Sin embargo, más chiquita empieza a bailar las “chapas que vibran” y más se menea más aplauso recibe; la misma madre que le hace cerrar las piernas para que no se pueda ver el color del panty se parte de la risa y la promueve con cantos, risas y aplausos.  Eso significa que estas niñas deben  ser nutridas con los videos de artistas que, tal como la Materialista, ponen a vibrar el barrio entero.

Hemos visto celebraciones de cumpleaños de 5 años donde, frente a adultos, niñas y niños bailaban el perreo provocando reacciones en  los varones más grandes que en otros lugares podrían ser catalogadas de abusos infantiles. Estas conductas inapropiadas en los niños y niñas son lideradas por adultos.

Esta situación no se enfrenta con críticas y prédicas morales. Sus raíces están  en la falta de  oportunidades educativas y culturales  y en las condiciones de vida que deshumanizan a tantos dominicanos y dominicanas.