En las iglesias cristianas en el país se predica tradicionalmente sobre temas de la salvación, la moralidad, y el reino de Dios; pero, en estos tiempos, los sermones, los discursos sobre ética/moral, los mensajes religiosos, las consejerías y las discusiones, tienen predominio de trato sobre la sexualidad humana y los aspectos que son considerados pecado. Los criterios sobre este tema y su incidencia en la sociedad están en boga actualmente.

A través de la historia, los cristianos han tenido desvelos continuado y ascendente de lo que concierne al tema de la sexualidad. El judaísmo de donde procede la fe, doctrina y práctica cristiana, no ha tratado los asuntos sexuales con la misma insistencia, o preocupación como lo han hecho los seguidores de Jesús el Cristo.

En la antigua Inglaterra la gente, no podía tener sexo sin el consentimiento del Rey. Había que solicitar permiso. El Rey daba una placa de consentimiento al matrimonio, que se ponía en la puerta de la habitación, y decía: “Fornicando bajo el consentimiento del Rey”.

La religión cristiana mantiene y predica que es pecado: “toda ofensa contra la voluntad de Dios o los preceptos de la religión”. Debido a esta norma, se pone atención a los asuntos relacionados con la sexualidad humana cuando no están en concordancia con los principios, las tradiciones, y las prácticas de la fe. Teológicamente se concibe que se peque por omisión, por pensamiento, y por acción. De hecho, fue Jesús mismo quien dijo:”Que cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (San Mateo 5: 28).

En verdad la preocupación por los asuntos sexuales fue lenta y creciente. Como se sabe, algunos de los Apóstoles, dirigentes religiosos, sacerdotes, diáconos, incluyendo los obispos de Roma (los Papas) se casaban durante los primeros tres siglos del cristianismo. Durante todos estos años había inquietudes acerca de la sexualidad humana; más, la determinación de establecer “el no casamiento de los sacerdotes” fue en 1545 cuando se formalizó de manera oficial, el “celibato como normativa del clero”.

Es de notar que ha habido desvelo a través de la historia de todo lo que está relacionado o influido en el tema de la sexualidad humana. En estos momentos del siglo XXI, se valoriza en un alto nivel en escala de valores.

San Pablo fue el primer cristiano que habló de la moral sexual y dice en I Corintios 7:1: “Bien le está al hombre abstener de mujer”. (Biblia de Jerusalén)”, o “Loable cosa es en el hombre no tocar mujer”. (Biblia Torres Amat); otra traducción dice: “Sería preferible no casarse”. (Dios Habla Hoy, 3ra edición). Aquí comienza la idea del celibato; pero Pablo siguió diciendo: “si no tienen dominio para mantenerse célibe, ‘cásense’.

San Pablo escribió, además, en I Timoteo 1:8-10, diciendo:”La ley tiene en cuenta a los que comenten inmoralidades de naturaleza sexual, a los homosexuales…”

Agustín (384-430), Obispo de Hipona, Argelia, al norte de África, transformaría la relación sexual en el matrimonio de algo inocente (e instituido por Dios en la misma creación) en algo vergonzoso que se debía evitar para alcanzar la plenitud espiritualidad.

En la antigua Inglaterra la gente, no podía tener sexo sin el consentimiento del Rey. Había que solicitar permiso. El Rey daba una placa de consentimiento al matrimonio, que se ponía en la puerta de la habitación, y decía: “Fornicando bajo el consentimiento del Rey”.

Para la época victoriana el sexo por placer es inmoral, es solamente permitido para la procreación. Fue después de la segunda guerra mundial que se experimentó una revolución de la moral sexual que se encamina por un derrotero jamás sospechado.

Hoy día y a pesar de la Reforma iniciada hace casi 500 años por Martín Lutero quien contrajo matrimonio como parte notable del movimiento protestante; los religiosos, continúan preocupados por la sexualidad en la mente y conducta de los cristianos. Se mantiene la sensibilidad de que el sexo es pecado en determinado momento y condiciones porque es motivo de inmoralidad, es perjudicial a la pureza del alma, y puede ser desvío del fiel cumplimiento de los valores más excelentes de las virtudes.

Es desacertado y hasta sospechoso concentrar las predicaciones en un solo renglón de los valores y la moralidad cristiana. Por tanto, los ministros cristianos deben seguir predicando sobre los muchos temas que abarcan la vida consagrada y que son correctos para fundamentar el reino de Dios. No es propio tener una sola línea de pensamiento, ni una sola denuncia o exhortación con proyecto de vida. Es de lugar profetizar en el nombre de Dios como lo hicieron Amós, Ezequiel, Jeremías y otros mensajeros que departieron observaciones sobre el respeto a la dignidad de toda persona, refutaron los males que trastornan la hermandad, la solidaridad humana, la falta de justicia y de la sociedad.

Hay que seguir denunciando los hechos de robos, desfalcos, extorsiones, impulsiones de decisiones que desmejoran el bienestar del pueblo, los hechos que quebrantan la convivencia y restringe la seguridad social, las acciones que limitan el desarrollo continuado para establecer los servicios sociales para igualar las oportunidades a todos los que vivimos en este terruño. Hay que “predicar a tiempo y fuera de tiempo” para ayudar moral, cultural, social, y espiritualmente a nuestro pueblo.