El que no vive para servir no sirve para vivir” (Madre Teresa)

Recientemente me encontré con una joven que me agradeció el llevar a su hermanita pequeña a una actividad de servicio comunitario pues esto la había ayudado a ser más sensible y menos indiferente. Me dejó pensando en lo importante que son las experiencias y vivencias de servicio ya que nos ayudan de múltiples formas. Nos permiten comprender la realidad de otros y nos invitan a salir de nuestra zona de confort, de la comodidad y del egoísmo para ser solidarios con su dolor, sus preocupaciones y sus necesidades. Esto nos lleva a dar y recibir de manera recíproca, generando un cambio positivo.

Al escucharla, recordé cuando a mi hijo y sus compañeros le asignaron la tarea de llevar un sándwich a un niño de  la calle. Esta y muchas otras actividades similares son realizadas en los centros educativos y en los hogares como iniciativas de servicio social o comunitario. Nada más lejos de la realidad. El servicio no debe ser visto como asistencialismo ni caridad, sino como un compromiso.

Las donaciones y regalos son muy comunes, sobre todo en esta época. Sin embargo, la mayoría de las veces resuelven un problema o situación de manera momentánea, pero no de fondo ni a largo plazo. Y esto puede ser un aporte necesario en un momento dado, pero debemos tener cuidado de no continuar promoviendo la cultura del “dao”.  Las personas se acostumbran a depender de otros y hasta exigen que les den lo que necesitan o desean sin esfuerzo ni trabajo por el simple hecho de vivir en ciertas condiciones. Haciendo esto también se corre el riesgo de generar un sentimiento de superioridad en los que hacen dichas donaciones o regalos a otros.

El servicio nos lleva a dejar de centrarnos en nosotros mismos, en nuestras situaciones o quejas para ayudar a otros con intencionalidad y de manera desinteresada. No se hace desde una posición de superioridad, sino desde una posición de colaboración en la que nos beneficiamos todos. Se prioriza el bien común por encima de los intereses personales o del grupo.

Servir tiene un impacto positivo en nuestras vidas. Es mucho más que dar cosas materiales. Involucra el tiempo, el conocimiento y las habilidades que puedan aportar y dar nuevas oportunidades a otros. Consiste en mirar de cerca los problemas sociales del contexto, del país y del mundo. No se refiere a lo que llamamos “sensibilidad social” mientras miramos desde lejos lo que sucede sin hacer nada.

Aquellos con posiciones de poder tienen un compromiso mayor y el deber de servir, no de servirse a si mismos. Son administradores de los recursos de un país, comunidad o institución para garantizar la calidad de vida y los derechos de todos sus miembros. Lamentablemente, en muchos casos, dichas posiciones se utilizan para beneficio propio y acumulación de riquezas, afectando negativamente a los demás. Esto puede cambiar si educamos verdaderos ciudadanos socialmente responsables desde la infancia. 

El hogar y la escuela son espacios en los que se fomenta el amor al prójimo y la vocación de servicio. Esto se aprende al igual como se aprende todo lo demás: a través de la práctica. No se puede limitar a buenas intenciones. De nada sirve sentir pena por los que sufren o no viven dignamente si no nos involucramos, reflexionamos y hacemos propuestas reales que tengan un impacto positivo en la vida de otros y en las nuestras.

En los hogares promovemos el servicio en todo momento al ayudar a otros, escucharlos, estar. Podemos salir de nuestra pequeña burbuja para involucrarnos en proyectos de servicio fuera de la casa. Al hacerlo somos mejores personas y experimentamos una satisfacción única cuando aportamos un granito de arena por un futuro sostenible.

Un paso importante que pueden dar los centros educativos es integrar el amor al servicio a las actividades diarias e implementar la metodología de aprendizaje-servicio. La misma consiste en vincular e integrar el currículo y los aprendizajes a las experiencias de servicio a la comunidad a través de un proyecto que seleccionan y diseñan los estudiantes. Este proyecto debe responder a necesidades reales del entorno y lograr la mejora y solución de algún problema o situación. Los estudiantes aprenden mientras realizan el servicio a la comunidad. Esto promueve su motivación, integración y participación, a la vez que desarrollan la responsabilidad ciudadana y el compromiso para mejorar la calidad de vida de otros.

José Maria Olaizola, sj plantea que “servir es ponerse manos a la obra para tratar de dejar el mundo un poquito mejor de lo que lo conocemos”. Ese es el mejor regalo que todos podemos hacer.