Cuando Juan Bosch escogió como divisa esencial de Partido de la Liberación Dominicana (PLD) la frase “Servir al partido para servir al pueblo”, estaba convencido de que la organización que había fundado el 15 de diciembre de 1973, junto a un grupo de dirigentes que le acompañaron en su salida del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), no sucumbiría a las ambiciones personales de sus líderes y siempre pondría el interés de la Patria por encima y antes que todo.

Bosch también estaba convencido de que el estudio y la formación del miembro o del dirigente de un partido político era fundamental para lograr un discurso coherente, la disciplina y la interiorización de las ideas. En otras palabras, construir un partido sobre convicciones, y no sobre ambiciones personales; sobre la organización, y no sobre la improvisación y la dispersión de esfuerzos y energías.

Bosch dijo en muchas ocasiones que el PLD se fundó para completar la obra de Duarte y de los Trinitarios, es decir la construcción de una República Dominicana verdaderamente libre, independiente (¡mala palabra en estos tiempos de tan vergonzosa genuflexión!), próspera y justa.

También Bosch afirmaba que el PLD era la negación o superación histórica del Partido Reformista y del PRD, a los cuales llegó a definir como “negocios”, y no como verdaderos partidos políticos. Hoy su PLD ha superado con creces al PRD y al PRSC como partido "negocio".

¿Pero qué sucedió en el PLD?

La formación y la disciplina aprendidas en los libros y folletos escritos por Bosch, más los famosos “métodos de trabajo”, sólo han terminado por servir para crear un tipo de dirigente y miembro fanatizado, que se siente parte de una especie de logia, a la que teme traicionar si revela o denuncia las barbaridades que se han cometido en los gobiernos peledeístas.

Bosch afirmaba que el PLD era la negación o superación histórica del Partido Reformista y del PRD, a los cuales llegó a definir como “negocios”, y no como verdaderos partidos políticos. Hoy su PLD ha superado con creces al PRD y al PRSC como partido "negocio".

Contrario a lo que ocurría con los reformistas y con los perredeístas, que en determinado momento denunciaban y revelaban las vagabunderías de sus gobiernos y hasta de sus líderes, entre los peledeístas el malentendido compromiso con la disciplina y los que una vez fueron principios los ha llevado a un fanatismo extremo, en el que se confunde al partido con el líder, y al líder con la verdad absoluta (¿acaso ésta existe?).

Así, los peledeístas serios, los que no se han corrompido, los que no se han aprovechado del poder para hacer fortunas en detrimento de los recursos del Estado o valiéndose del tráfico de influencias y de las coimas, no mueven un dedo para denunciar la corrupción o para ponerle resistencia.

Esto es así, aunque estén bien informados y conscientes de que muchos de sus dirigentes y compañeros de causa han devenido en grandes corruptos, que han saqueado las arcas del Estado y han obtenido fortunas fabulosas basándose en el tráfico de influencias y el oportunismo indolente. No se animan a denunciarlos, a veces ni siquiera a ponerlos en evidencia a través de terceras personas. Sufren en silencio (por algo el pueblo los ha bautizado como “sufre callados”), aunque los escrúpulos les expriman la conciencia.

Desde que el PLD llegó al gobierno en 1996, pero sobre todo después que retornó en 2004, le ha ocurrido lo que hace siglos les ocurre a las congregaciones religiosas de todos los credos. La fe fanática ha generado atrocidades, incluso asesinatos selectivos y matanzas colectivas, pero el creyente sincero, equivocado y tonto, o ha sido partícipe de esas barbaries y aberraciones, o las ha excusado, no las ha enfrentado por una lealtad equivocada, por unos votos de obediencia que han prohijado verdaderas aberraciones y corrupciones de todo tipo.

En el catolicismo, por ejemplo, ¿cuántos sacerdotes y monjas se rebelaron contra la quema de personas quemadas acusadas de brujería durante la Edad Media? ¿Cuántos les enrostraron a la cúpula eclesial su apoyo y sumisión a los gobiernos sanguinarios de Hitler, Mussolini, Franco y Trujillo?

Y más recientemente, ¿cuántos han exigido al gobierno vaticano que aclare el asesinato de Juan Pablo I, demostrado por el investigador británico David Yallop? ¿Qué dicen los católicos enterados de la corrupción rampante que existe en el Estado Vaticano? El mismo Yallop escribió, basado en documentación irrefutable, que “pocas comunidades daban cabida a tan extraordinaria..corrupción en apenas 44 hectáreas” (cfr. El Poder y la Gloria. Juan Pablo II:¿Santo o político?, p. 169).

¿Y qué decir de las violaciones sexuales de mujeres, niños y niñas por parte de obispos y sacerdotes? ¿Quién ignora la historia de Marcial Maciel, el flamante fundador de los Legionarios de Cristo, drogadicto, amante de decenas de mujeres y hombres, violador de niños y niñas? ¿Algún obispo o sacerdote se rebeló y pidió su castigo o su censura incluso después de muerto?

Muy pocos se animarán a romper las ataduras y a denunciar estos delitos y faltas graves. Porque  al igual que en el PLD, en las iglesias se confunde la lealtad con la complicidad. Los líderes llegan a ser mitificados a tal extremo, que se les obedece y hasta adora más allá del bien y del mal, como deidades.

Así como en la Iglesia Católica un líder de alta jerarquía es visto por la grey como la representación de la dignidad eclesial e incluso de Dios, en los partidos como el PLD el fanatismo ha llevado a sus miembros y dirigentes medios a una especie de sacralización de sus dirigentes, a los que excusan de cualquier error o violación a leyes, estatutos y principios. Más cuando ese fanatismo es alimentado con algunas migajas del gran banquete que degusta la cúpula.

Esta es la razón por la cual el peledeísta, aunque en sus adentros se espante de observar tanta corrupción y aberración en su gobierno, hace silencio y sufre en secreto, porque en el fondo de su corazón y de su psique teme, y sentiría remordimientos, pensaría que comete traición si se rebela contra el liderazgo de su logia-partido-iglesia.

El peledeísta hoy es un ser definitivamente alienado y atrapado, nada que ver con el militante con capacidad para el anáisis, disciplinado y crítico, que intentó formar don Juan Bosch.