Toda la vida he sido seguidora de casi todos los deportes. Salvo la pelea de gallos, que para mí es crueldad contra quienes no pueden hablar ni defenderse.

Hemos estado en plenas olimpiadas. No he sido capaz de ver muchas disciplinas, menos en las que participan los dominicanos. Me confieso incapaz de pasar por grandes emociones, aunque no me he escapado de ver a Marileidy Paulino y al verla correr no pude contener las lágrimas.

En la carrera final en donde obtuvo la medalla de plata, comencé a llorar desde que asomó al estadio con nuestra bandera de fondo, hasta ver una transmisión en vivo desde su pueblo, en que la multitud se volcó con gran algarabía hasta llegar a su humilde casa.

¿Serán los años?

Soy la fans número uno de Federer, pero hace mucho que solo lo sigo por los periódicos, no quiero verlo perder. No me gusta Kyrgios, por lo tanto, no me gusta verlo ganar. ¿Por qué será?

¡Qué cosa!

Me acuesto a dormir muy temprano, eso sí es seguro que son los años. Mis amigas y familiares saben que a las siete de la noche estoy en mi “alcoba”, término aprendido en mi adolescencia en las novelas de Corín Tellado, por lo que no osan llamarme por teléfono. El retirarme tan temprano implica despertarme bien temprano, aprovecho ese tiempo en leer toda la prensa nacional y mundial que me agrade o me interese, en hacer crucigramas y muchas veces escribir.

Durante la semana que termina, por la sorprendente partida de Johnny Ventura, la prensa local, así como la mundial, le ha dedicado titulares, vivencias, testimonios a ese ser que llegó a ocupar un lugar especial en nuestros corazones.

En este mismo medio muchos han escrito sobre el tema. Cada cual tiene su estilo aunque diga lo mismo. Yo diría que cada cual tiene su sabrosura al expresar sus ideas, pero hubo dos personas que me hicieron saborear sus opiniones, Angélica Noboa, que me encanta cómo escribe, pues la forma de contar sus vivencias y de ilustrar con sus conocimientos, son únicos. La otra persona es el arquitecto Rodolfo R. Pou, de quien me puse a leer, no solo el artículo del sábado, sino que recorrí todo su archivo y la forma de expresar sentimientos hicieron que las lágrimas brotaran a más no poder de mis ojos. ¿Será la edad?

Hace mucho tiempo dejé de ir a Misa, pues el escuchar los cantos me hacían llorar a cántaros y me da vergüenza que me vean tan débil y vulnerable.

Hace muchííísimos años, veía llegar al cartero a mi casa y con ilusión mis hermanas esperaban a ver si les traían cartas. Se usaba tener “amigos por correspondencia”. Los periódicos y las revistas traían anuncios de “busco amigo o busco amiga de tal o cual edad, preferencias, intereses, etc”, de esa forma se establecía una comunicación con personas tan lejanas, pero que llegaban a formar parte importante en la vida de quienes se enchufaban en esa práctica.

Conversando en días pasados con una amiga, hacíamos referencia a esa costumbre, ella con mucha ilusión contaba la cantidad de amigos y amigas que hizo por ese medio e interesantes anécdotas de la misma. Añoro eso. Hoy en día esa comunicación se hace a través de las redes sociales, pero no es lo mismo. ¿Será el tiempo?

Por medio de la escritura conocemos a las personas. Podemos constatar cómo es su caligrafía y su ortografía, incluso su personalidad y los medios actuales disfrazan hasta la mala ortografía que queda camuflada por los errores de tecleo.

En mis momentos de añoranzas, el viernes pasado tuve un intercambio de ideas con alguien que me escribió. Como fue tan sorprendente para mí, quedé impactada, incluso, no comprendí en un principio el mensaje, hasta me asusté. Luego de leer y releer, entendí y quedé tranquila. Le contesté “al tiro” y no pueden imaginarse lo contenta que me puse cuando nuevamente me escribió también “al tiro” e hizo uso del “leseo”, entiéndase “relajo”, para explicarme el porqué de su nota, entonces, ¡respiré!

Quiero decirle que con mis años, pocos tienen tiempo de dedicarme un rato a no ser los más allegados. A usted le mando este mensaje:

Me hizo feliz. ¡Gracias!