Los acontecimientos recientes ocurridos en los Estados Unidos nos llevan a preguntarnos sobre la calidad de la democracia norteamericana – un país que por mucho tiempo hemos tenido como ejemplo para el resto del mundo. Un país donde viven muchos millones de dominicanos y hacia donde una gran cantidad de jóvenes quisiera hoy emigrar.
Sin embargo, el Índice de Paz Global muestra que, actualmente, se encuentra muy lejos de ser esa democracia funcional que está en nuestro imaginario. El Índice de Paz Global está compuesto de 22 indicadores que incluyen medidas vinculadas a los conflictos nacionales e internacionales; medidas relacionadas con la seguridad, incluyendo temas tales como refugiados, terrorismo, homicidios, encarcelamientos; medidas sobre la militarización, como el gasto militar, el tamaño de las fuerzas armadas, el acceso a armas de fuego.
Para el año 2020, ubicaba a los Estados Unidos en el puesto 121 de 163 países, apenas por encima de Burkina Faso y Sudáfrica. Los países con mejor posición en términos de paz y seguridad son Nueva Zelandia, Portugal, Austria, Dinamarca, Canadá y Singapur.
En la región de las Américas, tal como se observa en el gráfico siguiente, Estados Unidos ocupa el lugar número 13, después de Haití, El Salvador, Guatemala y Honduras.
Uno se pregunta, pero ¿cómo es posible? ¿no es que Estados Unidos es la mayor democracia del mundo? ¿no la hemos mirado siempre con admiración y como modelo a seguir en tantos aspectos? ¿no es que tiene las mejores y más sólidas instituciones, que han hecho posible que lograra convertirse en la principal economía del planeta?
Estos datos muestran que va en decadencia. El índice de referencia fue realizado a principios del 2020, antes de las elecciones y de toda la locura que siguió.
Y este no es el único índice que muestra un deterioro de la democracia de los Estados Unidos. El Índice de Democracia, elaborado por la Unidad de Inteligencia del Economista así lo señala. En efecto, no ubica en el año 2019 a este país como una “democracia completa”, sino como una “democracia defectuosa”. Aunque su calificación es mejor que la nuestra, compartimos el mismo grupo de países donde las instituciones tienen muchos fallos.
Los eventos ocurridos el día de los Reyes Magos, 6 de enero de 2021, confirman estos resultados. Ese día – día de la Epifanía, es decir, de la revelación súbita de algo que se manifiesta abiertamente — cuando creíamos que finalmente culminaba un proceso eleccionario tormentoso en la llamada “mayor democracia del mundo”, ocurrieron los hechos que todos conocemos y que hemos mirado con estupor, sin poder desprendernos de las pantallas de la televisión. Una turba terrorista, liderada por grupos de extrema derecha e incitados por el presidente de los Estados Unidos, asaltaba el Congreso Nacional, símbolo máximo de la democracia norteamericana y ejemplo para el mundo, destruyendo propiedades, invadiendo oficinas, violando espacios considerados sagrados e, incluso, sustituyendo la bandera de ese país por la de Donald Trump.
Entre los que dirigían la turba se encuentran varios grupos supremacistas blancos, como los Proud Boys y otros, así como líderes del movimiento diseminador de mentiras, desinformación y teorías conspirativas, Q-Anon, quienes se tomaron fotos y las distribuyeron por las redes, muy orgullosos de su hazaña. Trump no sólo los llamó en días previos para que realizaran una “manifestación salvaje”, sino que alimentó su odio ese mismo día y después del hecho consumado, los justificó y les mandó su amor. Ahora se sabe que la toma del capitolio había sido planeada por adelantado en las redes sociales y se conoce con nombre y apellido a los organizadores.
¿Cómo es posible que las agencias de seguridad no lo hubieran advertido? ¿Cómo es posible que no estuvieran preparadas las fuerzas del orden para impedirlo? No puedo entenderlo, sobre todo sabiendo que, en el año 2019, el FBI había declarado a estos grupos como terroristas y había señalado que los supremacistas blancos eran el mayor peligro a la seguridad de los Estados Unidos, más que organizaciones internacionales terroristas como ISIS y Al-Qaeda.
Cuando “Vision por Humanity” construya el índice correspondiente al año 2021, seguramente la posición de Estados Unidos se irá más abajo aún.
Me pregunto, ¿será posible revertir esta situación después de los acontecimientos del 6 de enero? ¿Será posible sanar a esa nación, como aspira Biden? Me parece difícil, pero no quiero perder las esperanzas. Comparto las palabras de Steve Killelea, fundador y director del Instituto para la Economía y la Paz, que desarrolla la iniciativa “Vision for Humanity”, la cual elabora el Índice de Paz Global y otros interesantes rankings, como uno relativo al terrorismo y otro sobre amenazas ecológicas, cuando dice lo siguiente:
“Los países atraviesan puntos de inflexión en los que un sistema cambia de un estado a otro. En retrospectiva, la elección del presidente Trump fue uno de esos puntos de inflexión. Aparentemente, la población votante, harta de un sistema que sentían que no les funcionaba, votó por un renegado, alguien que pensaban que podría "drenar el pantano". La realidad es que la presidencia de Trump exageró muchas de las fallas ya existentes”. Entre las fallas que señala se encuentras temas como la exclusión socioeconómica, la calidad de la información, la eficacia del gobierno, el estado de derecho, la percepción de la corrupción.
Pero concluye con una nota esperanzadora, indicando que es posible revertir esta tendencia si los políticos empiezan a actuar de una manera diferente, y añade: “Necesitamos ver nuestras sociedades como sistemas, aplicando los principios del pensamiento sistémico. Una vez que un sistema se mueve en una dirección positiva, se refuerza a sí mismo; crea un círculo virtuoso y la paz positiva proporciona una lente a través de la cual ver un sistema. La paz positiva también se asocia estadísticamente con muchas de las cosas que consideramos importantes: mayor crecimiento del PIB, mejores medidas de bienestar y felicidad, mejor desempeño en las medidas ecológicas y mejores medidas de inclusión. La paz positiva tiene el potencial de transformar algunos de los problemas más difíciles del mundo, porque cambia el enfoque de lo negativo a lo positivo, creando las condiciones para que florezca una sociedad. Sin una comprensión de los factores que crean y sostienen sociedades altamente funcionales, no será posible desarrollar los programas, crear las políticas o comprender los recursos necesarios para construir sociedades resilientes y florecientes.”
Estamos justo en un momento de cambio. Deseamos fervientemente que esa nueva trayectoria, ese impulso para la creación de un círculo virtuoso comience el próximo 20 de enero de 2021, no sólo por los Estados Unidos, sino por toda la humanidad.
Los artículos de este blog y otros estudios e informaciones sobre sistemas de salud, financiamiento, cambio climático y resiliencia pueden consultarse en http://fundacionplenitud.org