Toca colocarnos por encima de las pasiones, por encima de la indignación que engendra el constante abuso y manipulación de aquellos sectores que desde la desaparición del sátrapa vienen ocupando el poder político, social y económico para el único beneficio que en verdad les importa, el propio. Toca revisar lo que hemos obtenido, lo que consideramos como conquistas en los derechos básicos-fundamentales para la entera nación dominicana (pueblo engañado, sometido, aniquilado en materia de lo moral, lo ético y la fe).
Los treintas y demás años de Trujillo, están más que explicados; tanto por colaboradores como por opositores al régimen. La era del jefe nos legó y sigue legando una fuente de inagotables anécdotas, principios e imagines de crueles e infernales recuerdos de los que la psiquis nacional jamás ha podido reponerse. Trujillo sigue vivo, está vivo y seguirá vivo mientras la canallesca camada de sus hienas siga imponiendo todo el mal y la codicia de sus intereses.
Yo sostengo la idea de que Balaguer, Leonel e Hipólito, han sido y son los grandes responsables de la debacle y vergüenza social dominicana a la que estamos sometidos en esta etapa “democrática” de inservibles y absurdas virtudes electivas. Si analizamos los instantes gubernamentales del país después del ajusticiamiento, sin duda alguna llegaremos a la misma y triste conclusión de un estado fallido, el cual se maneja medalaganariamente por el caudillo de turno y los intereses que le llevaron al poder para perjuicio de la inmensa mayoría criolla.
Desde la presidencia de Rafael Bonnelly, el cual preparó las primeras elecciones libres del país y que dieron como resultado los 7 meses del gobierno democrático del apóstol Juan Bosch, hasta el día en el que escribo estas palabras (lo que ha ganado el país en materia de lo básico y lo humano, queda en la atmosfera de lo risible y especulativo): golpe de estado, invasión gringa, doce años de maldad consumada, ocho que le siguen cuyo saldo cobró la vida a un presidente, provocó una poblada e impuso 20 años de prisión al mandatario saliente por supuesta y abusiva malversación de fondos en los negocios para con las fuerzas armadas; 10 años más de dedocracia y desapariciones balaguerista (Narciso González y otros), comesolismo, hipolatadas, otra vez la corrupción leonelista y ahora el huidizo Danilo, del cual no tengo mucho que decir, solo desearle lo mejor, pues no quiero ser desconsiderado ante las pretensiones transitorias del tiempo en el que escribo.
Joaquín Balaguer, fue más perverso e inhumano que el sátrapa al que tantos servicios rindió, pues era un hombre de una sobria mezquindad, ladrón de elecciones y asesino sonriente de aquella generación dominicana que una vez luchó por un país mejor, con la idea de prosperidad e independencia aún pendiente, dolorosa, desechada, gracias a la ignorancia impuesta en todos los estamentos de la sociedad. Hipólito Mejía, infame hazmerreir dislocado, tan funesto y dicharachero como un bufón medieval, el cual llegó a gobernar como si el país fuese una finca de plátanos, desatando toda suerte de caos e inoperancia, quien además inició la sepultura de su propio partido, el PRD, estructura política cuyas convenciones se practican a sillazos, tiros y pedradas en las formas más parecidas a la lucha libre de Jack Veneno.
Y Leonel, qué decir de semejante escualo repostulante, de semejante tutumpote criollo. De este avisado gestor “vinchista-balaguerista” y falsario? ¿Qué cosa expresar que no se conozca, que no sea parte de la materia prima con la que nos desgañitamos todas las semanas para denunciar las burla y socarrones que él y los suyos son? Resulta inaudito que ante tanta podredumbre y padecer, todavía quede algo de país, todavía funcione algo, todavía queden huesos a los que ellos aspiran a seguir chupando con latrocinio y engañifas electoreras.
Sé que dije que pretendía analizar las cosas con calma, pero que va, lo lamento, en verdad que lo lamento. Será algún día, supongo…