Ozzie Smith y Tony Cabeza Fernandez fueron dos superbos defensores del buen estilo en el fildeo. Como otras tantas luminarias, son antiguas glorias que nos despiertan un elevado sentimiento de nostalgia. Un chin más adelante, en muchos negocios capitalinos, se preparaban para cualquier noche movida. En la esquina de la avenida Bolívar con el colegio New Horizons, donde tenía amigas, había un establecimiento que te vendía cerveza, la ceniza que tiene a tantos compradores dominicanos. La gente gritaba en cualquier jugada. Era una reunión de hombres que habían apostado a su equipo favorito de la noche. En pantallas gigantes, como se hace hoy, los equipos entraban en escena con sus rosters bien conocidos por el público (más que todo los pitchers y su efectividad).
Todo dominicano sabe lo que es una ceniza. El calificativo se refiere a una cerveza en el punto exacto de refrigeración. El consumidor la probó y vio que era buena. Las tardes de los ochentas, no había otra forma, eran de André Dawson y Ron Cey. Cuando murió Harry Carey en 1998, nos pareció una pena mayúscula. Cantarán en el estadio la canción: “take me out to the ball game?” buy me some peanuts, cómprame algunos cacahuates". Por alguna razón, los juegos de Chicago siempre eran trasmitidos y la gente cantaba en el estadio. Ahora sabemos la razón: se quiere un relax. Las siglas de WGN eran clásicas como lo era la visual de los ladrillos del muro del Wrigley.
En esos años, Ron Cey era un clásico jugador de Baseball. En cualquier domingo, uno esperaba a George Bell: nos parecía que Toronto no era como los Cardenales, nuestro equipo. Tenían los azulejos a varios jugadores superestelares. Con Baltimore, a ritmo de las atrapadas vertiginosas de Ripken Jr, habíamos apostado los veinte pesos mas añorados. Ganaban los Yankees y era una sorpresa que ese pitcher con su efectividad no pudiera hacer de las suyas. Eramos testigos de Joaquín Andújar y Mario Melvin Soto, dos astros en el firmamento con sus uniformes rojos. Para ir atrás, pensar entonces en la época de Dimaggio, o por qué no de Carl Yamstrensky, o un pitcher fantástico que no vimos jugar, Tom Seaver. Es bueno tener a estos jugadores en postalitas. Tienes los números allí y puedes consultarlos en cualquier hora del día. Hoy somos parte de un negocio que se expande cada año. Recuerdo que -en la década de los ochentas- tenía todos los suéteres del equipo de Baltimore que me enviaba Roberto Kesting, un viejo amigo y primo. Es imposible para mi olvidar los lanzamientos de Fernando Valenzuela o Bret Saberhaguen. Todavía hoy soy leal al equipo de los Orioles.
Se llevan a los turistas a ver los partidos de baseball de la liga dominicana? No tenemos noticia. Imagínese usted a una canadiense que vaya a uno de nuestros estadios. Allá ha ido al Skydome, el estadio de Toronto que se abre, lo recordamos. En la época de inauguración de ese estadio, tuve que dejar a Cinemax por la visual de aquella modernidad arquitectónica. Por aquella época, seguíamos a Ivan Lendl en las canchas. Mucho tiempo atrás, brillaba Bjon Borj. La historia sucedió como un cohete navideño o una metáfora lanzada al espacio sideral. Aprendimos a vadear espirales históricas. A su manera – se expresaba a través de anécdotas como dice algún biógrafo- Ronald Reagan nos habló de política fiscal. Años más tarde, el muro cayó y Bush -que en su autobiografía confiesa haber bebido mucho bourboun en una etapa de su vida- nos habló del eje del mal. Según Stiglitz, el dinero invertido en la guerra de Irak fue astronómico.
Como muestra la evidencia histórica, los turistas que vienen a Punta Cana no lo hacen para venir a ver outs, pero la pregunta se extrema: si vienen a ver lo que hay en la zona colonial, no es extraño que pueda ser mercadeado nuestro béisbol como un lugar a donde ir a ver hazañas con el bate y la bola. No irían a ver a Willy Maggie robarse unas bases pero si entrarían en algunas costumbres dominicanas acendradas, y conocerían el béisbol nuestro. Aún recuerdo mi primera visita a un estadio cuando tenía al menos cinco años: entre al dog-out y el olor a menta o a algo por el estilo me inundó los pulmones en una sensación única. Todo es memoria. Pertenecemos a un diamante de 3 bases y un home. Somos testigos de los cambios históricos.
Este año que entra tendremos la Serie del Caribe en nuestra tierra, todo un espectáculo en el que hay que involucrarse. Ese será un gran juego, como diría, a su manera, el británico Rudyard Kipling.