El artículo 4 de la Constitución de la República plasma la separación de poderes como la distribución de las funciones del Estado Dominicano, y los divide en tres: el Poder Ejecutivo, que es ejercido por el Jefe de Estado; el Poder Legislativo, el cual es ejercido por los diputados y senadores; y el Poder Judicial, que es ejercido o administrado por los jueces y magistrados de los tribunales de la República. Este sistema de gobierno nace de las ideas de Montesquieu, quien dice que la finalidad de este es ponerle un freno al poder ilimitado, evitando que culmine en una tiranía. Esta separación solo se hace efectiva cuando estos tres poderes funcionan de manera independiente. Esta independencia entre los poderes del Estado es un asunto delicado, ya que la carencia de ésta cuestionaría todo el sistema del llamado Estado de Derecho que garantiza la Constitución Dominicana. La delicadeza del tema recae en el hecho de que la convergencia de estos tres poderes del Estado escoge los jueces de las Altas Cortes, cuya influencia política pudiese significar que los políticos elijan premeditadamente a los jueces que luego deben de controlarlos. Este problema parece resolverse por la participación del Poder Judicial, debido a que éste está llamado a ser un órgano imparcial e independiente, dentro del cual no existe una influencia política. Pero, ¿y si el Poder Judicial es corrompido por la influencia política de aquellos mismos que predominan los otros dos poderes? ¿Qué significaría la influencia política en las Altas Cortes?
El resultado de la influencia política en la Suprema Corte de Justicia representaría la impunidad, siendo la única jurisdicción en donde los ciudadanos pueden accionar penalmente en contra del Presidente, Vicepresidente y funcionarios públicos. La influencia dentro del Tribunal Superior Electoral representaría la legitimación de las votaciones electorales que presenten anomalías, siendo este órgano el que decide en única instancia la celebración de nuevas elecciones en caso de ser anuladas, así como también conocer de los delitos y crímenes electorales. Estas decisiones no admiten recurso alguno para ser atacadas, salvo la revisión constitucional por parte del Tribunal Constitucional cuando estas vayan en contra de la Constitución. Esto nos sirve de conector para establecer qué representaría la influencia política en el Tribunal Constitucional, la cual sería el completo dominio de la inclinación política de los órganos jurisdiccionales, así como el control de las normas y leyes que se encuentren dentro de nuestro ordenamiento que no sean gananciosas a su imperio político. Este tribunal representa la pieza más importante para establecer el control sobre el poder político y asegurar la democracia.
Alexander Hamilton, James Madison y John Jay dijeron, en sus llamados artículos de la Federación, que el Poder Judicial siempre será el menos peligroso. A mi entender, talvez de una forma atrevida, le agregaría que será el menos peligroso, siempre y cuando este poder sea independiente e imparcial. De lo contrario, no será más que un cáncer dentro de la separación de los poderes, el cual actúa de una manera silenciosa pero amenazante en contra de los derechos de los ciudadanos.
La justicia es representada por la diosa Temis, la cual sostiene una balanza en su mano derecha, en representación de una justicia equilibrada; en su mano izquierda lleva una espada, que representa el carácter represivo de aplicar las decisiones que esta emite; y lleva una venda en sus ojos, en representación de una justicia ciega y objetiva, dentro de la cual no existe el favoritismo y la parcialidad. La representación de la diosa Temis, en una justicia pervertida por la influencia política,llevaría una balanza, la cual se inclinaría a favor de los intereses políticos de los que dominan los demás poderes; en la otra mano llevaría una espada, para cortar las esperanzas de aquellos que busquen de ella en contra de los codiciosos que la reprimen; y llevaría un ojo tapado y otro abierto, donde aquel ojo abierto buscaría con una lupa aquellas situaciones donde alguien se atreva a fastidiar en contra de los suyos. De esta forma se crearía una especie de blindaje a favor de los usurpadores que se hacen llamar "funcionarios", "senadores", y demás decorativos, quedando la corrupción legitimada.
Apartemos lo nimio y enfoquémonos en lo fundamental, porque de la reacción tardía por parte de los habitantes obtendremos una cleptocracia vestida de democracia, donde la corrupción de todos los sectores de gobierno y el robo de capital por parte de sus funcionarios serán la regla, envés de la excepción.