Ya está bien de que nos estemos quejándonos por todo. Por esto, por aquello, o por lo otro. Deberíamos tener mucha más consideración hacia nuestras autoridades, que en tantas ocasiones nos han pedido comprensión y paciencia ante los problemas del país. Aprendamos de otros pueblos que sobrellevan una realidad más difícil que la nuestra de manera discreta y sin armar líos. Que tengamos un problema de la luz por cuarenta años y que los apagones lleguen hasta ocho, doce y quince horas diarias, la verdad, no es para tanto. Aún hay pueblos de culturas neolíticas en el mundo que ni siquiera les ha llegado la electricidad y otras muchas tribus ya quisieran tener las quince, doce o nueve horas de energía que nosotros recibimos, y no se les ha visto nunca alumbrar una protesta.
Que el agua, siendo este un país lluvioso, no llegue lo suficiente a millones de hogares y que además no se pueda beber, tampoco es para hacer ningún alboroto, los magníficos camellos del Sahara se pasan hasta doce días sin probarla y nunca están sedientos por hacer protestas como aquí. Que la mayoría nuestras calles y carreteras tengan docenas de peligrosos hoyos por kilómetro lineal, o que muchas de las barreras de protección estén desaparecidas, dobladas o machacadas, y que los postes que marcan los kilómetros se los hayan robado, tampoco debe ser motivo de escándalo. Hay miles y miles de kilómetros de caminos en África que sólo son sendas polvorientas sin la menor señalización, con baches tan profundos como para cazar elefantes, y ellos no emiten sus quejas por ninguna vía.
Que tengamos todavía enfermedades tan serias como tuberculosis, malaria, leptospirosis, lepra o el dengue, no hay por qué alarmarse. También en multitud de países del continente africano suceden esas plagas con muchísima mayor intensidad, a nivel de endemias, y no los hemos oído quejándose como aquí, sino que más bien mantienen un silencio sepulcral al respecto.
Que la educación estemos entre los países con menos inversión en el área de América Latina, que su calidad deje mucho que desear y que los profesores de las escuelas públicas pasen varios Niágaras en bicicletas para llegar a fin de mes y sin libros, no debe ser motivo de preocupación, hay países que aún presentan un 50 % ó 60% de analfabetismo entre su población y ahí están, sin dar ni una sola queja por escrito.
Que la medicina a nivel oficial esté pésimamente pagada y los profesionales de la misma estén de manera empecinada durante años y años en huelgas y reivindicaciones y pleitos, realmente no tiene gran importancia, hay países donde a los brujos, curanderos y sanadores no se les retribuye con ningún cheque del gobierno y ellos se las buscan silenciosos, curados de toda bulla.
A ver si vamos dejando esas malas costumbres de quejarnos por cosas de tan poca importancia y aprendemos a comportarnos como se debe. Tenemos que ser prácticos y no ver el vaso de la vida ni medio vacío ni medio lleno, sino agarrarlo y bebernos lo que haya. Total ¿para qué protestar si todavía estamos por encima de muchas tribus prehistóricas? ¡Salud y trague hasta el fondo!