Me hago todas las preguntas posibles, las imposibles por igual. Reflexiono escarbando en la psiquis quizás la más inaudita de las respuestas ante la inmensa barbarie, ante tanta inclemencia criminal, ante la infame deshumanización de la que el mundo se reconoce como testigo enormemente indiferente (quizás silenciado por el miedo, por el poder económico y militar de los ejecutantes dueños del mundo, cobardes asesinos amparados en las más oscuras tramas de dominio y maldad). Lo que está ocurriendo en Gaza solo se compara a los horrores de la “solución final” nazi. Es sencillamente un exterminio, crímenes de lesa humanidad.
Estados Unidos, país del que soy ciudadano, ofrece cada año miles de millones de dólares en asistencia económica y militar al estado sionista de Israel; país que ningunea con ínfulas de superioridad a la actual administración en el gobierno norteamericano. Los dictámenes de la ONU son sólo basura para el todo poderoso estado ocupante de lo que fuera palestina. Sus armas nucleares, sus recursos disponibles, gracias a las grandes e inmensas fortunas acumuladas por sus poblaciones en el mundo, hacen de ese país un Goliat inmune a las críticas sosas de la comunidad internacional.
Hamas es solo el pretexto para devastar la pequeña franja de tierra que es Gaza, para eliminar con los más mortíferos ataques a todo un pueblo ya de por si aterrado, indefenso, acorralado, sin ningún futuro más que morir por lo que ellos saben les pertenece y les fue arrebatado a punta de ballesta bajo el respaldo de las grandes potencias vencedoras de la II guerra mundial.
Que conste, que no estoy a favor de Hamas, ni de ningún grupo armado de los que pululan remolcando muerte y destrucción en el medio oriente y países vecinos. Creo en la paz y en el entendimiento. Creo en un estado Israelí y en la necesidad de un país de Palestina. Creo en la buena voluntad, cosa que jamás ha existido desde que se impuso por medio de las balas y el fuego la partición territorial de aquel mundo árido lleno de historia y alegados milagros.
Tengo dolor humano, tengo horror y vergüenza; una amargura desbastadora cunde en mis sentires de forma indescriptible. Estados Unidos, actúa como marioneta, como perro faldero, como espaldero de genocidas en la manera más descarada, siniestra, avergonzante y tarada de todas.
Desde la primera Guerra con Irak, la política Norteamérica en oriente medio solo ha servido para incrementar las tragedias, los conflictos, las amenazas, los bombazos y las destrucciones de países a diestra y siniestra, como si los que a diario mueren fuesen menos que cualquier pedazo de cosa.
El terrorismo de Israel, causara más terrorismo, más atentados, más deseos de venganza. Ya veremos las secuelas, ya nos persignaremos con las cosas a llegar como olas cubiertas de aceite de un mar en el que ha zozobrado un carguero.
Mientras tanto, solo nos queda orar, mirar al cielo y preguntar la misma cuestión millones de veces.