El veterano político Rafael –Fafa– Taveras, de la Comisión Ejecutiva del Partido Revolucionario Moderno (PRM), ha dicho que el presidente Danilo Medina hará lo indecible para modificar la Constitución y eternizarse en la Presidencia. Lo atribuye a un supuesto propósito de evitar “caer preso” a causa de la grave corrupción en su Gobierno, sobre todo en la construcción de la termoeléctrica a carbón Punta Catalina.
Una respuesta oficialista simplona a lo hablado duro por el ochentón exguerrillero de izquierda, en el programa Interactivo de emisora Súper 7, sería no hacerle caso porque se trataría de una bocanada oportunista de un opositor al fragor de una campaña política a destiempo. Error fatal.
La opinión de Fafa se repite de boca en boca entre la dirigencia perremeista, en medios tradicionales y en las redes sociales. Es decir, aun sea de su factura, ha sido asumida como línea por la organización. Y ese emplazamiento merece atención especial porque entraña aristas invisibles que podrían horadar la unidad del Partido de la Liberación Dominicana, imprescindible para seguir en el Palacio de la Moisés García.
Según los datos de todos los sondeos de opinión electoral (Mark-Penn, Cid Latinoamérica, Asisa, Gallup-Hoy), a la mayor organización de la oposición parece que “se le hizo tarde para ablandar habichuelas” frente a las elecciones del 20 del 20 mayo de 2020, a menos que ocurran eventos de gran magnitud, como un crack económico, fuertes convulsiones sociales o una división interna entre los morados. El gobernante PLD casi le duplica en la intención de voto, y se ha quedado con pocas opciones de impacto real en el electorado. La agitación de la división es la más factible en este momento.
EL TREN HACIA LA DIVISIÓN
Aunque los dirigentes del partido verdiblanco manifiestan rechazo a una reforma constitucional para eliminar el artículo 20 transitorio y rehabilitar la repostulación del presidente Medina, y hasta han hecho aspavientos con sus diputados, habría que esperar los resultados, si introducen un proyecto en esa dirección.
La opción de servir de comodín a una reforma igual a la de junio de 2015, para facilitar reelección de Medina, parece, sin embargo, la de su preferencia en tanto, desde su perspectiva, minaría la unidad del PLD y les abriría una brecha hacia la victoria.
Así, sería buena idea agitar para que los oficialistas se metan en tal embrollo. Como sería magnífica idea apoyar la propuesta suicida de una “tercera vía”,
multiplicada en los medios de comunicación por un estrecho amigo del presidente Medina: Euri Cabral.
Plantea que el mandatario, a cambio de no tocar la Constitución, aceptaría una “tercera vía”; es decir, un candidato de consenso entre los pequeños aspirantes de la organización. Leonel Fernández, presidente del partido y precandidato presidencial, está habilitado y, según las encuestas, se distancia a años luz de los otros aspirantes: Temístocles Montás, Carlos Amarante Baret y Andrés Navarro (juntos no acumulan 10%). Imponer uno de esos delfines sería meter al PLD bajo el filo de la guillotina.
Estos exfuncionarios de alto nivel no han acumulado un trabajo político sostenido en el país, y su nivel de empatía es muy bajo entre los electores.
La vicepresidenta Margarita Cedeño es empática, trabajadora y luce con inteligencia emocional y política, goza de aprecio de mucha gente, pero carece de estructuras en el territorio nacional y, hasta ahora, se desconoce si parte de su popularidad es una cosecha compartida con su esposo, el expresidente Fernández, con quien llegó a Palacio el 16 de agosto de 2004, como primera dama.
Las probabilidades de un nuevo triunfo del PLD parecen depender de un diálogo despejado de chismes de terceros, entre el presidente Medina y el expresidente Leonel Fernández.
En caso de que Fernández sea el candidato, necesitaría el espaldarazo de Medina, como éste lo necesitó de Fernández para ganar en 2016.
Al menos en esta compleja coyuntura, experimentar con una opción diferente implicaría un riesgo mayor, tan alto como el de la reforma. Y eso deberían de tenerlo muy en cuenta el Comité Político, el Comité Central y el Congreso, para que actúen sin despecho, ni con la arrogancia que, a menudo, arropa a quienes se hinchan de poder en cualquier instancia de dirección de la sociedad.