Desde hace mucho tiempo esta sociedad viene dando señales de mucho cuestionamiento y en las últimas semanas han ocurrido eventos que nos llevan a cuestionar esas señales y a la vez preguntarnos ¿hacia dónde vamos? Primero voy a recrear a algunos ejemplos pasados.
Un diputado fue sorprendido trayendo personas de manera ilegal por la frontera con Haití se convirtió en el más votado del país. No valió que él mismo admitiera el hecho con la pobre justificación de que “estaba trayendo inversionistas”. La población justificó su voto sobre el triste argumento de que “el hombre resuelve y ayuda a la gente”.
Un candidato a diputado se le denunció haber agredido sexualmente a una menor de edad por esa razón tuvo que abandonar la candidatura y la depositó en manos de su esposa quien resultó ser una de las más votadas en el país. Lo peor es que, la esposa al aceptar ser candidata legitimaba las acciones de su esposo. Cuando se cuestiona a la gente sobre el hecho la respuesta es casi la misma “a él se le estaba levantando una calumnia porque esa familia lo que quería era sacarle dinero”. “Él es un hombre honesto y trabajador y siempre ayuda a los más necesitados”.
Un señor es deportado de Estados Unidos después cumplir condena por narcotráfico. Al llegar al país crea una fundación, quizá para lavar su dinero, pero se convirtió en una especie de Madre Teresa para mucha gente. Después de construir un liderazgo en base a dádivas y ayudas decidió aspirar a diputado y ganó y después a senador y también ganó. La razón de su triunfo reside en las mismas justificaciones que los dos casos anteriores.
Un cantante urbano es censurado por publicar menores de edad en su red social en un challenge de una canción de su autoría. Al ser detenido toda una muchedumbre se apersonó al lugar vociferando consignas en su defensa. No sólo recibió el apoyo de la ciudadanía que se lanzó a las calles por él, sino que aumentaron el número de videos, ahora de personas adultas, bailando el tema una acción que interpreto como una especie de rebeldía social. La razón que argumentaba la población que salió en su defensa es que el artista es una persona buena, que hace muchos favores, que le compra recetas a la gente pobre, paga operaciones y hasta le ha construido casas a personas empobrecidas.
En todos estos casos ha sucedido algo insólito. En Comunicación se recomienda que, cuando sucede algún hecho reprochable, lo que se debe hacer es ponerse del lado de las víctimas pues la inclinación natural de la ciudadanía es apoyar a la víctima o a las víctimas, pero en estos casos ha sucedido lo contrario.
Los victimarios han salido fortalecidos y los hechos, en vez de disminuir su radio de acción, han elevado su imagen haciéndoles ganar más adeptos. En los casos de los políticos señalados son personas que se consideran líderes, sin embargo sus acciones éticamente reprochables lo que han ocasionado es solidaridad en vez de rechazo. Lo mismo ha sucedido con el artista.
Podría mencionar cantidades de ejemplos más como el caso de comunicadores que, amparados en su imagen de ayudar a los demás, se permiten escenificar todo tipo de escándalos saliendo siempre ilesos porque existe una sociedad alienada que les otorga el perdón.
En todos los casos hay un común denominador: “darle cosas a la gente empobrecida”. Todo parece indicar que ese sistema introyectado por Balaguer en la memoria social del pueblo seguirá dando frutos. En nuestro país murió Trujillo, pero no el trujillismo como también murió Balaguer, pero no el balaguerismo, con el agravante de que el balaguerismo ha echado raíces y se ha expandido más allá de la política como hemos visto.
¿Qué nos está sucediendo?