La moral predominante en una sociedad es la de las clases que gobiernan. Palabras más o palabras menos, eso dijo Carlos Marx hace más de 150 años.
Y es cierto.
El actual Congreso Nacional, Poder ejecutivo y sistema de justicia dominicanos en su composición, salvo honrosas excepciones, son expresión de la crisis integral que afecta la sociedad. No sorprenden pues, los ODEBRECHT, sobre valuaciones presupuestarias públicas, su legalización de la condena de muerte a las mujeres por las tres causales del aborto, entre otros casos.
Las y los protagonistas de ambos casos NO tienen doble moral, son así. Se representan a si mismos y sus intereses. Les mueve el afán de acumular riquezas y control del poder político sin medir consecuencias sociales.
Cuando las "suyas" requieren abortar, resuelven en el país en hospitales lujosos, registran falsos diagnósticos o con el dinero público, viajan en primera clase o en vuelo privado y en otros países, "lavan su pecado". Para asegurarse el perdón, también dejan propinas -del dinero sucio- a sus respectivas iglesias.
Así son quienes ayer condenaron a las mujeres pobres a morir física y emocionalmente cuando la ley las obligue a continuar un embarazo resultado de una violación, a morir para preservar un embrión o feto, a morir por no recibir cuidados médicos especiales durante el embarazo, o cuando el feto o embrión tengan malformaciones genéticas.
Ese Senado de ODEBRECHT también condena a muerte a las trabajadoras pobres.
Para algo la iglesia se inventó el perdón.