En las estrechísimas callejas o callejuelas o callecitas de las más antiguas ciudades europeas, o del altiplano andino o de Mesoamérica, o de las congestionadas ciudades asiáticas y/o africanas, caminan los turistas mientras a su lado transitan los vehículos. Hay excepciones. Cientos de estas vías son peatonales solamente. Las vemos en los documentales de TV y en el cine. Funcionan de una manera u otra. Aquí hemos empezado a fraccionar las calles considerando la alta deferencia con que se conduce en todo el país, la decencia, honorabilidad y respeto de quienes conducen (ufff).
Tendremos una repartición del espacio público abierto heredado para tardas literas y coches, maceteros de por medio, para que el turista, no el ciudadano del común, pueda circular a pie por una parte de las calles. Se busca con ello mayor integración a los comercios y supuestamente seguridad. Ojala así sea. Prepárense a ver yipetas privadas y oficiales ocupando esos espacios, sin que importe romper tarros y maceteros, y sin que los encargados del orden puedan hacer nada ante el grado de la jefatura de quienes conducen. El alegato justificativo será, como siempre, “es que así somos”
La gente seguirá en tugurios que datan de antes del 1965, en la parte atrás o en el fondo de los patios de muchas casonas que se han hacinado al llenarse de indigentes urbanos que laboran cerca. Gente de dos nacionalidades, ya no solo de una. Otras nacionalidades han ido creando verdaderos resort entre manzanas, como el que existe dentro del lote de la calle Padre Billini, con Arzobispo Portes, el Callejón de Regina y la 19 de marzo.
Sin embargo, la avalancha de turistas que se espera que traigan las operadoras, una vez las nuevas vías carreteras sean seguras, además de expeditas, no encontrarán suficientes servicios sanitarios públicos, porque no existen. Realmente no sabemos si se contempla sacar algo de los 30 millones de dólares del BID, que está manejando el Ministerio de Turismo, para suplir estas necesidades en La Zona.
Mucha gente está ilusionada. Por fin (yo soy uno…) El cableado será soterrado, ya no lo veremos descolgarse de poste en poste… Pero ¿Y cuándo se vaya la luz? Si claro, las plantas de emergencia, el ruido y la contaminación (porque estamos preparados). ¿Y cuando haya un asalto? ¿Las diversas policías estarán preparadas también? No sé. Hay puntos cruciales que no se explican en los planes. Ojala los aspectos sociales que se derivan de las carencias económicas y laborales, sean tratadas.
La Barquita
Fui a ver la exposición de proyectos concursantes (Agora Mall, Salón Multiusos) para optar por el premio de realizar la obra de rescate en el sector La Barquita, trasladando hacia el Cachón de La Rubia a quienes sobre viven allí, a orillas del río. Qué sorpresa me llevé…
Hay allí un despliegue de arquitectura carcelaria, sin balcones, compacta, apenas con ventanales para asomar la vista, con los espacios interiores poco analizados para el tipo de gente que los usará. Parecería que los pensaron para gente de países nórdicos europeos. Para colmo no tienen ascensores, pero son de hasta 9 pisos. Bellos algunos, horrorosos otros.
Hay propuestas de edificios institucionales realmente arrogantes, que de construirse, serían poemas al despilfarro. No sé a dónde fue a parar la humildad de nuestros arquitectos. La habrán puesto en pausa… Cuanta fanfarronería volumétrica y estética.
El conjunto (en donde hay excepciones) parece un ensayo estudiantil de fin de carrera, con la libertad de expresiones que permiten los profesores, para que sus alumnos destaquen por encima de los restantes.
De todas maneras ahora hay que vencer y convencer el tema ecológico, el que aducen grupos conservacionistas de El Cachón de La Rubia que temen lo peor con los manantiales de esos humedales.
Hubo un ganador. Espero que no haya sido uno de los ostentosos. Ojala que su propuesta sea validada por una suerte de equilibrio ambiental, humano y edificado, sensible al entorno y a los problemas que se pretenden solucionar, no una imposición economicista más.