El Potro de Villa Francisca era un minotauro sacado directamente de la mitología griega. Toda fémina que osara acercársele demasiado la desfifarraba en el acto. Tuvo 27 hijos (13 hembras y 14 varones) en diferentes mujeres y a todos y a todas los mantuvo, responsabilizánse de ellos hasta el final. A la penúltima de sus hijas la bautizó él mismo,cuando ya pasaba de los 75 años, poniéndole el nombre de Castidad en Gracia, una contradicción teológica como lo era él.

Reconoció legalmente a sus 27 vástagos, albergando a todos en su casa, donde hoy día funciona la Pastoral Juvenil, construida por él para alojar a su larga prole. Esa misma casa, en la Jacinto de la Concha esquina Ravelo, cerca de la Méjico, sirvió de cuartel general de “La 42”, aquella truculenta companía militar bajo el mando de Miguel Angel Paulino, que aterrorizó al pueblo dominicano durante los primeros años de la dictadura trujilllista. Irónicamente, ese era también el nombre de la compañia de la Infantería de la Marina Estadounidense que invadió al país en el 1916.

Los padres del Minotauro eran de Curazao y él mismo parecía un cruce entre un nigeriano y un holandés. Alto, fornido, con pupilas de un titán mitológico tallado en una piedra onix, el Potro de Villa Francisca, era, además, sacerdote católico, en una época en que había pocos en el país.

Ubicaba a sus “elegidas” directamente desde Santa Maria La Menor, el altar de la Catedral Primada de América. Así anduvo trotando por todo el territorio nacional, regando cromosomas  a diestra y a siniestra, como el buen sembrador del Evangelio de Mateo.

Monte Plata, Boyá, entonces territorio de Yamasá, Santiago de los Caballeros, Sabana Iglesia, Jánico, Hato Mayor del Rey, Los Llanos… dejó su simiente diseminada por los cuatro puntos cardinales de La Española.

 

“Eso de celibado es un cuento de caminos”- tronaba el Potro. Su condición de sacerdote era un valor añadido. ¡Gracias a Dios que no fue pederasta!

Su protector fue siempre el gran ¨Pico de Oro¨ (aunque lo que tenía éste realmente de oro era otro “pico”). Algunos llegaron a llamarle “el Bosuet dominicano”, debido a su gran capacidad de oratoria.  Fue él que ordenó al potro de sacerdote, en contra de todos los vaticinios. Y, como la única diócesis que existía entonces era la de Santo Domingo, Pico mantenía al Potro trotando por todo lo ancho y lo largo del país.

 

“La sexualidad es algo muy sagrado para andar con tántas mogigaterías”- decía. “Es como el agua de los ríos y el piar de los gorioncillos del campo”. “Cura dominicano que no la moja…la caga”- sentenció en una ocasión el Potro.  Esa era su filosofía de vida. Para él el sexo no era “inmoral”, sino algo natural en un pais donde tradicionalmente siempre ha habido más mujeres que hombres. “Es nuestra obligación”- decía el minotauro.

Pico de Oro fue otro gran semental sagrado. Mas que minotauro, Pico fue un  centauro que privaba en intelectual… y lo era, además de abogado.            A pesar de haber nacido en Boyá, Pico se parapateó  por las Antillas Mayores (Cuba, Puerto Rico, Jamaica) y dicen que en Roma había convivido en un seminario con Vicenzo Gioacchino Pecci (el Papa León XIII), el autor de la famosa encíclica “Rerum Novarum” (“De Las Cosas Nuevas”, la primera declaración formal de la Iglesia Católica en defensa de los trabajadores). De ahí su conexión  para que éste lo nombrara, años mas tarde, Chamberlán Papal (Vicario Apostólico) y después Arzobispo Metropolitano, pasándole por encima al santo patrón dominicano de la caridad cristiana, el Padre Francisco Xavier Billini (el fundador de la Lotería Nacional para fines benéficos). Eran contemporaneos y Pico, que convivía con una hermana del santo, Maria Nicolasa Billini, veía en el santo, no a un cuñado sino a un contrincante. De ahí las desavenencias entre ambos, unido al hecho de que Pico fue siempre nacionalista y Billini era conservador y partidario de la anexión a España.

Como de costumbre, Roma se decidió por el menos “santo” de los dos.     Además, Pico de Oro era amigo personal de los grandes próceres de América, incluyendo a José Bardorioty de Castro, a Eugenio María de Hostos y a Ramón Emeterio Betances (todos de Puerto Rico) y se decía que todos eran masones de alta alcurnia. Cuando llegó a la presidencia de la Republica, nombró a Bardorioty de Castro como Embajador dominicano en París. Cosa inusitada, dado el caso de que Bardorioty no era dominicano.  Este hecho histórico confirma que, en aquellos tiempos y entre aquellos próceres, no había distinción de fronteras.  Para ellos Cuba, Dominicana y Puerto Rico,eran “un pájaro de dos alas”, que fluían hacia su propio destino común, como después profetizó el Apóstol José Martí.

La diferencia entre el Potro de Villa Francisca y el Pico de Oro de Boyá era que éste último era una especie de Júpiter en el Olimpo. Rubio, gigantón de pupilas azules, un orador nato tipo Demóstenes, que tronaba desde las alturas del púlpito cuando todavía no existía el micrófono y la luz, que estaba más o menos como lo está hoy en día, brillaba por su ausencia. ¡Cuantas féminas esplendorosas cayeron hipnotizadas ante sus dardos azules, rindiéndose sin remedio a sus piés!

El Potro era un guaraguao pollero, mientras que  Pico de Oro era un gavilán del tamaño del cóndor de los Andes. Inseminó sin cesar y creó tres troncos prominentes de la sociedad dominicana de hoy, incluyendo a los Defilló y a los Logroño. Sin embargo, contrariamente al Potro, nunca se responsabilizó del producto de su fecundo invernadero.

El nombre completo del Potro de Villa Francisca era el de José Napoleón   Andrickson. El nombre del Pico de Oro de Boyá: Fernando Arturo de Meriño Ramirez. Lo demas es historia patria.