Ya pasó la Semana Santa, para algunos ésta fue un éxito extraordinario por el gran aumento de la ocupación hotelera que se produjo y el masivo desplazamiento de personas a diferentes lugares del país. Para otros, más conservadores y prudentes, el "desmadre" generalizado que aconteció en esos días, del cual abundan vídeos de todo tipo, no es más que el preludio de un importante incremento de contagios del Covid, por el incumplimiento de las medidas de higiene y distanciamiento. Nada nos complacería más que estar equivocados, y que la la " Divina Providencia", siempre tan indulgente con el pueblo dominicano, metiera de nuevo su mano.
La realidad del caso, es que en este largo trayecto desde marzo del año pasado, hemos comprobado que el comportamiento de las personas no difiere mucho, lo que cambia son los escenarios en donde se practica la irresponsabilidad, y así vemos que mientras unos se dedican en cuerpo y alma a luchar contra el virus, con muy poca retribución y reconocimiento; otros ponen en peligro su salud y la de los demás con sus locas y repudiables actuaciones.
La rápida transformación que ha sufrido el mundo como consecuencia de la pandemia, nos obligan a reflexionar sobre sus consecuencias, haciéndose evidente la necesidad de mayor responsabilidad colectiva y de una situación social más humana y justa, la creciente desigualdad, y el incremento de las injusticias no presagian nada bueno. Las señales indican que es hora de trabajar por las mejores causas.
Otra de las debilidades que ha evidenciado la situación que vivimos, es la que se refiere a la educación en la República Dominicana, la cual está marcada por profundas desigualdades y notables diferencias y una pobrísima calidad educativa en los procesos de enseñanza-aprendizaje; que lamentablemente nos colocan a la cola en todas las mediciones que periódicamente se realizan y que esta crisis mundial ha empeorado aún más. Este grave problema no se soluciona con la compra de equipos tecnológicos, clases por televisión y radio, ni facilitando el ingreso a las universidades de quienes quieren ser profesores.
También tiene el país, una deuda de salud que no se resuelve solamente con la construcción y equipamiento de hospitales; esta pandemia dejó claro que es necesario una transformación que debe tocar aspectos legales y estructuras administrativas para la organización de un sistema sanitario más justo.
Es evidente que la covid no nos ha convertido en mejores personas, lo que ha hecho es sacar a flor de piel lo bueno y lo malo que se lleva escondido muy adentro.