La Semana Santa tiene ahora marcado perfil secular. Son múltiples e influyentes los cambios que ha sufrido el pueblo cristiano de manera concluyente. Cada día la secularización va en aumento de manera irreversible. La influencia sobre la cultura y la religiosidad del pueblo es tan arrolladora que encubre y opaca las tradiciones de la fe y práctica de antaño.
La Semana Santa, conocida también como Semana Mayor, comenzaba el Domingo de Ramos o Palmas; se conmemoraban los últimos y grandes acontecimientos de la vida, pasión y crucifixión de Jesús en la cruz del Calvario. Posteriormente se celebrada el Domingo de Pascua de Resurrección con exclamaciones de aleluyas y alabanzas, por Su victoria triunfal sobre la muerte y la tumba.
Los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) coinciden en dar a conocer los últimos días de la vida de Jesús y es realmente el motivo esencial de dar a conocer en sus escritos la historia del profeta proclamado como Hijo de David. Ellos confirman lo que aconteció en el período desde el domingo, cuando Jesús entró en Jerusalén y lo sucedido durante esa semana hasta su resurrección y posterior aparición a sus discípulos.
En tiempo ya pasado, el pueblo hacia gestos de recogimiento, devoción, ejercicios espirituales, retiros, procesiones penitenciales, ayunos, y otras observaciones relacionadas con los padecimientos de Jesús el Nazareno. Se aminoraban las actividades laborales y las festivas no se efectuaban. Un crecido número de fieles acudían a los templos con fervor.
Esas milenarias tradiciones de la Semana Santa, se han mermado considerablemente, o han tomado perfiles seculares que opacan o desplazan las solemnidades litúrgicas y las devocionales espirituales.
Ahora, se aprovecha este lapso para excursiones playeras o de montañas; vacaciones para descansar; viajes de reconocimiento; eventos de placer, o para visitar a familiares, lugares exóticos, o no conocidos. Aun así, las iglesias permanecen como fortalezas impregnables, ofreciendo tiempo, espacio y oportunidades a los fieles más devotos para actos litúrgicos, y todo lo que tradicionalmente las comunidades cristocéntrica han venido haciendo durante siglos.
En este ambiente y de manera notable, las prácticas religiosas son reformadas invariablemente; los entusiasmos ideológicos están sin fuerza incitantes; los conceptos filosóficos son desplazados por pericias lógicas; la cosmovisión del mundo es impermisible por estar en penumbras indefinidas; los conocimientos científicos sobrepasan las prácticas y embrujo de los hechiceros; el uso de las tecnologías es indetenible; los tratos de los derechos humanos se hacen más patentes en la mayoría de las sociedades sensibles; las apreciaciones de las virtudes toman nuevos parámetros, ya que todo está en una continua reforma, avance, desarrollo, o evolución, que a veces no se perciben con claridad, ni se aceptan con facilidad y apego.
A pesar de la secularización de la Semana Santa, las conmemoraciones continuarán, porque muchas almas darán loor y agradecimiento siempre a Dios, por el testimonio de vida, pasión y crucifixión de Jesús el Cristo Salvador.
Sin duda alguna, no faltará despliegue de sentimiento, espiritualidad y actitud devocional de profunda devoción que se perpetuarán en el meollo de las mentes, corazones, y devociones. Habrá infinitamente demostraciones que serán afirmaciones de fe, esperanza, y amor, por la Acción Salvífica de Dios, al ofrecer Su Hijo para la salvación de los que creen en Él. (Juan 3: 16)