Cada año, en el Mundo Cristiano celebramos la Semana Santa, como periodo de reflexión, aunque cada vez menos personas así lo hacen. El asueto se pasa en actividades más paganas -diversión- que cristianas -reflexion, meditacion, predicas-. Sin embargo, en nuestros días, es muy necesario reflexionar para repensar las cosas y acciones que debemos emprender, para mejorar y cambiar el rumbo equivocado y traumático de la humanidad.
El mundo parece en convulsión y sin liderazgo confiable ni respetable. Nuestro país, por igual sufre las consecuencias de un liderazgo no solo que no es confiable ni respetable sino además, mafioso, engañoso, manipulador, poco transparente, clientelar, con escasa o ninguna visión de futuro, ambicioso y de poca esperanza y mal ejemplo para las futuras generaciones, para lograr ventajas personales y de grupos. Sobre esas y otras debilidades y realidades, deberíamos reflexionar, pero es obvio que no lo hacemos, especialmente, por tener un rumbo equivocado.
Nuevamente, la Semana Santa nos encuentra con mayores problemas y el gobierno ha perdido la capacidad para responder y hacerse cargo, para cumplir y hacer cumplir las leyes vigentes, para la convivencia en armonía colectiva. Todo lo contrario, el gobierno del presidente Medina, ha aumentado la capacidad de dañarse a sí mismo, lo que aumenta exponencialmente, su falta de credibilidad frente a la población. La corrupción y la impunidad, han superado lo imaginable y el silencio hace más traumáticas las expectativas e inquietudes ciudadanas.
Ahora, somos un país privado de la libertad de transitar con seguridad en calles, avenidas, mercados, centro comerciales, en los barrios, en las carreteras, en las zonas urbanas, en las zonas rurales. En Semana Santa, apelamos a la sensatez colectiva, para que en las playas, ríos y montañas y lugares de esparcimiento público, no ocurran accidentes generadores de muertes y dolor, que la prudencia puede prevenir, evitar o reducir. Tanto las autoridades como la ciudadanía, tenemos el supremo compromiso, de luchar para reducir el crimen y la delincuencia, para derrotar las negativas expectativas que presagian la dinámica social de los últimos meses.
Dicho cuadro social imperante, preocupa a los padres que no podemos dormir esperando a nuestros hijos que regresan del trabajo, de la escuela, del colegio, de la universidad, del cine o de una visita familiar o actividad social, por el temor que nos abriga de ser víctima de la delincuencia o la brutalidad de las autoridades. Ya las actividades de diversión, se han reducido porque nos hemos convertido en “presos domiciliarios”. No hay confianza del ciudadano entre sí, ni con las autoridades. Ojala, la Semana Santa nos devuelva la capacidad de reencontrarnos, pero es un imposible cuando los árbitros -que deben ser las autoridades- se le ha perdido el respeto por la generalizada y bien fundada percepcion de corrupcion, impunidad e inseguridad y que en vez de reflexionar sobre la situación, lo que hacen es callar e imitar al avestruz.