Los contratos de seguros representan una de las tantas bendiciones que sólo son posibles en un sistema que respeta la voluntad de los individuos para concertar acuerdos mutuamente beneficiosos.  Particular a éstos, además, es que permiten mitigar o aliviar las reservas que para solidaridad con terceros tienen otros individuos u organizaciones privadas cuando ocurre una pérdida o tragedia.

Históricamente buenos samaritanos, iglesias y parientes han estado para socorrer viudas y huérfanos cuando los ahorros propios acumulados eran pocos o inexistentes.  El seguro de vida fue una gran invención que permitió a los padres humildes y de ingresos medios, poder contar con fondos complementarios o sustitutos de la caridad privada para el bienestar de quienes les sobreviven.

El seguro es una actividad comercial fascinante a la que ponen poco caso quienes por desconocimiento o mala fe no dan descanso con el discurso anticapitalista que no se tiene enfoque en el bien común, en bienestar social y otras críticas similares. 

“Hacer más rico a los ricos con beneficios por la muerte de los pobres” es casi seguro que nuble el discernimiento a jóvenes tan expuestos a la propaganda socialista de la explotación del hombre en el mercado laboral, la maldición que desde su origen ha sido la propiedad privada y la triste suerte del pez pequeño que en el mercado libre se lo traga el más grande. En nuestro es peor. Noten que el Archivo General de la Nación organiza giras para que niños y jóvenes de las escuelas vean glorificados como héroes a miembros de grupo guerrillero buscaba imposición violenta del comunismo.  Una foto con esa declaración, como si fuera eso un noble propósito, y otra del dirigente del grupo con dictador comunista, están entre las que engalanan este homenaje a la colectivización a bayoneta de las sociedades.

El reto de la Educación Financiera es enorme. Ciertamente el seguro de vida es una actividad lucrativa, como todas las que se organizan para llevar a los consumidores todos los días bienes y servicios cada vez más sofisticados y asequibles.   Del simple contrato aleatorio donde una cuota regular y cómoda permitía contar al beneficiario con una suma extraordinariamente superior a los pagos realizados en caso de muerte, ahora existen cientos de contratos estandarizados que se han acomodado a necesidades particulares. La posibilidad, por ejemplo, de recibir por adelantado el valor de la póliza de vida en caso de contraer enfermedad fatal se puede incluir en el contrato que, obviamente, tendrá una prima mayor.     

Otra ventaja es que el cliente cuenta con un representante de la aseguradora que está obligado a presentar opciones que se ajusten a su perfil. A diferencia del mesero de restaurante, que tiene el incentivo de propina proporcional al gasto para recomendar los platos más caros, el agente que recomienda pólizas de altas primas no apropiadas para el cliente se expone a perder la licencia o recibir sanciones.

El gobierno debe tratar de eliminar las barreras que impiden un desarrollo mayor de la actividad aseguradora. Se alega que las cifras de pólizas locales están subvaluadas por la práctica en la industria de vender vía subsidiarias en el extranjero, debido a cargas impositivas no comunes en otros países.  Me documentaré sobre esa alegación y de otras sobre prácticas que impiden mayor competencia y del abuso posición dominante en actividades colaterales de los seguros automóviles.

En todo caso, lo que sí está claro que no estamos aprovechando al máximo los beneficios económicos y culturales de los servicios de seguros.

Maravilloso que un cargo razonable permita recibir lo pactado para reponer activos o apoyar familia, sin tener que depender de las finanzas y la voluntad de terceros o del gobierno. Esta es una forma más eficiente que tratar de asumir los riesgos con ahorros propios, en los casos que esto sea posible, y que culturalmente contribuye a que debemos ser el primer bastión para enfrentar los riesgos en asociación voluntaria con quienes ofrecen servicios de cobertura privada. 

En naciones donde la generalidad de la población comparte esa visión, se encuentra el fundamento de su riqueza y desarrollo. En las que la fe se pone en los dirigentes y las finanzas públicas, termina dependiendo de la comida mandará el CLAP o la “cartilla de racionamiento” toda la población sin vínculos directos al poder político.