El clima de inseguridad se impone sobre la nación dominicana, producto de la violencia que devora sin misericordia cada rincón de su territorio; instalando una "paranoia colectiva" a nivel nacional, deteriorando la salud mental y física de toda la sociedad.
A pesar de que todo el territorio nacional se encuentra saturado por este ambiente destructivo, las zonas urbanas requieren de una atención especial, ya que concentran la mayor parte la población del país, en un territorio caracterizado por la inequidad, la desigualdad y el bajo desarrollo económico de las mayorías. Esta situación demanda un ejercicio de reflexión sobre los territorios urbanos, con el objetivo de construir ciudades que garanticen la seguridad pública e inspiren tranquilidad en la población.
Cuando delimitamos nuestro alcance espacial al escenario urbano, la respuesta a estas necesidades se encuentra en dos líneas de intervención primarias; el desarrollo de sus habitantes y el control del espacio público.
En el ámbito urbano el desarrollo de sus habitantes es el resultado de la implementación de políticas ajustadas a las capacidades del territorio; nuestra nación adolece de planteamientos socio-económicos que hayan sido el producto de reflexiones territoriales. El mito de la ciudad como espacio de oportunidades infinitas para el éxito de quienes lo habitan contribuye con la migración rural-urbana, lo cual incide en el crecimiento exponencial de la densidad urbana actual (sobrepasando el 70% de la población total a nivel nacional).
Este aumento de la población ha generado importantes problemas físicos, sociales y económicos; el hacinamiento, la inserción en las drogas y la falta de empleo, son algunos de los problemas que inciden en la proliferación de conductas destructivas cuyo impacto se evidencia en las primeras planas de cualquier periódico. Por lo tanto la planificación de lo urbano inicia desde lo rural, aumentando así las oportunidades a fin de reducir el flujo migratorio.
El otro aspecto importante reside en la aproximación al concepto del espacio público; estos territorios como puntos de reunión o transición al servicio de los ciudadanos, se encuentran expuestos ante las acciones de cualquier mortal. El control de los mismos debe situarse más allá de la simple colocación de efectivos policiales por toda la ciudad. En términos urbanos la seguridad inicia al propiciar la concentración territorial en lugar de la dispersión.
Una ciudad compacta permite la concentración de individuos en las calles y esto crea la percepción de seguridad. Jane Jacobs sostuvo: "para que una ciudad tenga características de seguridad, deben tener ojos en las calles"; a través de la planificación urbana se alcanza este objetivo propiciando el encuentro de las gentes y las actividades (Jan Ghel). A diferencia del modelo norteamericano de urbanización, el modelo de ciudades compactas aprendido de nuestros conquistadores europeos, contribuirá en el proceso del fortalecimiento de la seguridad urbana, para que nuestros principales centros urbanos retomen los aires de seguridad de otros tiempos.
Sin lugar a dudas la inseguridad que hoy vivimos, es multifactorial y universal; sin embargo las recetas aplicadas en otros países no son garantía para el éxito criollo. El territorio y su gente deben ser el punto de partida para el diseño de políticas que contribuyan a la definición de soluciones definitivas, pues cada comunidad producirá el remedio necesario y específico para enfrentar la enfermedad.