La Agencia Internacional de Energía define la seguridad energética como la ¨disponibilidad ininterrumpida de recursos energéticos a un precio asequible¨, y según el Instituto de Relaciones Internacionales Clingendael de La Haya, debe entenderse como la ¨minimización del riesgo de crisis energéticas por medios políticos¨.
La seguridad energética es importante porque el abastecimiento continuo de energía es necesario para ofrecer calidad de vida a la población y es un indicador importante a la hora de evaluar proyectos y decidir llevar a cabo inversiones industriales y comerciales.
Por lo tanto, teniendo en cuenta que República Dominicana es vulnerable a eventos meteorológicos y sísmicos, podríamos decir que la seguridad energética nacional debe concebirse como las medidas del Estado dirigidas a garantizar el suministro de energía de manera sostenible medioambiental y económicamente, mediante la generación a partir de fuentes autóctonas (sol, viento, agua, biomasa de plantaciones forestales y desechos industriales) y el abastecimiento exterior.
Según el Germanwatch Global Climate Risk Index 2018, República Dominicana es el décimo país más afectado por eventos climáticos. La frecuencia de estos eventos generan pérdidas recurrentes a la economía. Esto debido a su condición insular y al hecho de estar situada en la ruta de los huracanes que se originan en el Océano Atlántico, entre los meses de junio y noviembre de cada año.
Publicaciones de la Oficina Nacional de Meteorología recogen el hecho de que entre 1873 y 2013 el país fue afectado por 75 fenómenos climáticos, de los cuales 10 fueron huracanes entre las categoría 2 y 5. Los huracanes David y George, relativamente recientes, dejaron parte del país sin energía eléctrica y comunicaciones durante semanas y provocaron desabastecimiento de combustibles.
Desde el punto de vista de la seguridad energética debemos considerar también los eventos sísmicos. En República Dominicana y Haití ocurren cientos de temblores de tierra al año. En el 2019 se registraron 1,257 sismos en la isla. Los terremotos que más han afectado al país son los ocurridos en 1562, 1673, 1751, 1842 y 1946. El número de años entre cada uno de estos fenómenos es de 111, 104, 78 y 91. El promedio entre eventos es 96 años. Si consideramos que el último terremoto importante ocurrió hace 75 años, es posible que en los próximos años el país resulte afectado por un evento sísmico importante.
Las instituciones que investigan los fenómenos atmosféricos, ahora fortalecidos por el cambio climático, y los eventos sísmicos, indican que éstos serán más frecuentes y de mayor intensidad en el futuro. Por lo tanto, es necesario mejorar la seguridad energética de la nación, para atenuar y de ser posible, minimizar los daños a la infraestructura energética, las edificaciones, los medios de producción, la economía en general, y sobre todo para prevenir la pérdida de vidas humanas.
Para tener una mejor idea de los daños a los que estarían expuestos el sistema eléctrico nacional, así como las facilidades de producción y almacenamiento de combustibles, debemos considerar la localización de las centrales eléctricas, de la Refinería Dominicana de Petróleo y de los centros de almacenamiento de combustibles de las diferentes empresas concesionarias, en relación con las posibles trayectorias de eventos atmosféricos y la capacidad de estas instalaciones para resistir el embate de huracanes y sismos de alta categoría.
En el caso de la producción y almacenamiento de combustibles, la mayoría se localiza en la costa sur entre San Pedro de Macorís y Bani. Si esta zona fuera impactada por huracanes o terremotos experimentaríamos serías dificultades, pues podrían quedar fuera de servicio las principales centrales eléctricas, parte de las líneas de transmisión, y de las redes de distribución, así como las unidades de producción y de almacenamiento de combustibles. Los daños y las pérdidas asociadas son difíciles de estimar, así como el tiempo y el costo de la recuperación económica. Lo único que si puede anticiparse es que los planes de desarrollo experimentaran retrasos.
En un escenario como ese el desabastecimiento de electricidad y combustibles sería a nivel nacional, pues la zona norte del país es deficitaria en producción de electricidad y no dispone de centros de producción de combustibles, además, su capacidad de almacenamiento es limitada. Si quisiéramos limitar el desabastecimiento de energía a la región que resulte afectada por el evento debemos mejorar la seguridad energética haciendo a la región norte autosuficiente en producción de energía y almacenamiento de combustibles.
Por lo tanto, concluimos señalando que conviene definir como un objetivo político mejorar la seguridad energética nacional haciendo autosuficiente la zona norte. Para lograr esta autosuficiencia el gobierno debería incentivar y apoyar las inversiones en proyectos energéticos en esta región.
Esto significa que debería promover la instalación de centros de almacenamiento y distribución de combustibles, de más centrales eólicas y fotovoltaicas apoyadas por centrales térmicas que usen biomasa producida en fincas energéticas. Esto último para asegurar la estabilidad del sistema eléctrico, debido a la aleatoriedad de los sistemas eólicos y fotovoltaicos.
Finalmente, para mejorar la seguridad en el suministro de energía eléctrica sería necesario también realizar inversiones en el sistema de transmisión, para crear y cerrar anillos, a fin de mejorar la confiabilidad del servicio. Todas estas inversiones facilitarían el desarrollo de la línea noroeste y de la zona fronteriza creando las condiciones para mejorar los indicadores económicos del país.