La propaganda de nuestro gobierno previo al viaje del Presidente Medina a Beijing buscó dar la impresión de que solo el presidente dominicano sería recibido por Xi Jinping, pero la realidad fue que también estuvieron allí los presidentes de El Salvador y Panamá, países que igualmente recientemente reconocieron a China continental.

Los esfuerzos de nuestro presidente por promover en China la inversión de ese país en el nuestro se vieron afectados negativamente por el anuncio, por parte del millonario jamaiquino precisamente de origen chino, de que nos demandará en arbitraje por US$300 millones por lo del vertedero de Duquesa. Lo hizo coincidiendo, a propósito, con esa visita.  También afectó la coincidente declaración de la canadiense Gold Quest de que abandonaba el proyecto minero de oro al norte de San Juan de la Maguana porque el presidente Medina no había autorizado el inicio de un estudio medioambiental que daría base para determinar si procedía o no el proyecto. Los chinos son ávidos compradores de recursos mineros en nuestro continente y en el país ya son dueños de una pequeña mina de oro.

Zonas francas chinas, de las cuales ya contamos con dos, una en Tamboril y otra en Guerra, son prioridades dominicanas por su impacto sobre el empleo. El turismo también, aunque es un asunto a largo plazo, pues las distancias nos matan y si no lo creen vean los datos sobre los pocos turistas chinos que viajan a México, Costa Rica, Cuba o Jamaica, a pesar de los vuelos directos desde China a La Habana y Panamá. Requieren hoteles y restaurantes especiales y viajes multidestinos.

Beijing está empujando con nosotros un acuerdo bilateral de libre comercio. Es una pésima idea, pues bajarían nuestras recaudaciones aduaneras amparadas por importaciones chinas y tendría poco impacto sobre unas exportaciones dominicanas, agrícolas e industriales, que, por la distancia y la competencia proveniente de países cercanos  a China, tienen pocas posibilidades de crecer. Nuestro saldo comercial bilateral con China es extraordinariamente negativo y no mejorará en forma significativa.

Un préstamo chino de US$600 millones para tratar de reducir las pérdidas de las distribuidoras de electricidad, coincidiendo con otro de US$400 millones del BID para el mismo propósito, es otra mala idea. En su discurso de toma de posesión en el 2012 el presidente Medina prometió  concesionar a empresas privadas la distribución de la electricidad, manteniendo el Estado la propiedad de las tres distribuidoras. No lo ha hecho. Aunque en 1996 Leonel Fernández las había privatizado, luego Hipólito Mejía las estatizó. Entonces en febrero del 2016 Danilo Medina prometió reducir la proporción de la electricidad que se vende y no se paga de un 31% a 15%,  pero tres años después, sigue en un 28%. Ya el BID ha desembolsado US$120 millones para el mismo propósito de tratar de reducir esas pérdidas, pero mientras sean los políticos quienes manejen las distribuidoras de electricidad, estos no tratarán de lograr que la gente pague, pues les es más atractivo ofrecer 24 horas de luz, aún a los que no pagan. Esos mil millones de dólares deben de desembolsarse tan solo cuando las distribuidoras hayan sido concesionadas. De lo contrario serían más préstamos gastados sin resultados, aportes a un barril sin fondo.

A los norteamericanos les preocupan proyectos chinos de impacto geopolítico, sobre todo en una Panamá con un canal tan estratégico. Aunque podríamos tomar prestado a China para que ese país modernice y amplíe nuestro puerto de Manzanillo,  su administración, bajo concesión, no debería estar en manos chinas, cuyas empresas son estatales aunque algunas nominalmente sean privadas.

En cuanto a vender acciones de Punta Catalina, eso debe hacerse por concurso entre chinos, europeos y norteamericanos e incluyendo los fondos de pensiones dominicanos, aunque Hacienda y Banco Central preferirían recursos en dólares y la no redención de papeles de la deuda pública hoy en manos de esos fondos.

Para competir con ese segundo viaje a las Antípodas, el primero fue el de Juan Bosch en 1968, cuando se reunió con Zhou Enlai, la embajadora norteamericana nos mostró aquí, en las redes sociales, lo bien que ella baila la bachata. El viaje donde “el gran Kan” Xi Jinping, compitió, pues, con un alegre gran can criollo.