Mientras lo narrado en mi anterior artículo (9/5/2013), y muchas otras cosas más, estaban sucediendo, un grupo de arquitectos dominicanos emprendía acciones similares a las mías. La diferencia de uno y otro propósito consistió en que, mientras yo encaminé mis pasos por la vía oficial, es decir, utilizando los canales correspondientes a una tarea tan eminentemente nacionalista, como es la salvaguarda del patrimonio cultural de una nación, este grupo los encaminaba, utilizando apoyo y recursos económicos del sector privado, en este caso, de una multinacional petrolera: la ESSO STANDARD OIL, S.A. Ltd.
Estando yo en mis afanes, tanto en San Juan de Puerto Rico como en Santo Domingo, el grupo en cuestión, compuesto por los arquitectos Eugenio Pérez Montás, Manuel Salvador Gautier, Guillermo Santoni y Erwin Cott, realizaba un “Estudio para la Revalorización de la Zona Histórica y Monumental de la Ciudad Primada”, con el patrocinio de la citada empresa.
En una ocasión en que me encontraba reunido en San Juan con el Director del Instituto de Cultura Puertoriqueña, Dr. Ricardo Alegría, con quien había lleguado a estrechar lazos de amistad y colaboración mutua, éste me trató algo que se había enterado, de lo que estaba ocurriendo en República Dominicana, con respecto al tema que nos ocupaba, y que nos había hecho tan amigos. Hasta él habían llegado los arquitectos mencionados en procura de asesoramiento y respaldo al “Estudio” que estaban elaborando. A este respecto le comenté al Dr. Alegría que ya yo estaba enterado, tanto por la prensa, como por amigos dominicanos y extranjeros, entre los que se encontraban los miembros de la representación de la OEA en Santo Domingo. Que me parecía muy bien lo que hacían, pero que el resultado de ese trabajo habría de ser sopesado, en su momento, por la dirección del Programa que yo le proponía al gobierno, y que era y sigue siendo la solución más adecuada para su implementación, en caso de este ser considerado oportuno. Como, finalmente, sucedió. Pensaba y sigo pensando, que una acción de esta naturaleza era de la exclusiva incumbencia del Estado, no de particulares ni, por supuesto, de ninguna empresa privada, como se pretendía. Afortunadamente, así lo entendió el presidente Balaguer quien, asesorado por técicos de la OEA, dio luz verde a mis recomendaciones y propuestas, creando y poniendo en vigencia la Oficina de Patrimonio Cultural de la República Dominicana (OPC).
Afortunadamente, para el futuro de la Ciudad Colonial, uno de los proyectos que habían sido elaborados por los arquitectos del Estudio en cuestión no llegó a materializarse. Según bosquejos que aparecieron en la publicación que hicieran al efecto, se puede advertir que el concepto de restauración que habían adoptado coincidía con el que habían puesto en marcha los puertorriqueños. Se adoptaba el criterio de mantener una apariencia en las fachadas de las edificaciones a ser intervenidas, como si estas fueran representativas del Siglo XIX, o principios del XX, similar a la que existía, desde principios del Siglo XIX, en la Ciudad Colonial, y al igual que lo que se ha hecho en el Viejo San Juan, centro histórico que sí pertenece, en su mayoría, a los períodos antes mencionados. Inclusive, era notoria, en dicho Estudio, la construcción de una segunda planta sobre la casa de esquina, la No. 13 de la calle Atarazana. Algo no permitido en ningún programa oficial de un centro histórico, y mucho menos en uno de la categoría de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, Primada de América y, particularmente, del sector de la Atarazana, uno de los primeros que surgieron en dicha ciudad. Pero que en aquellos tiempos nada ni nadie tenía facultad para prohibirlo, como sucedió después de la creación del Programa, y de la instalación de la agencia rectora, en junio de 1967.
Por el contrario, cuando la OPC realizó los trabajos en el sector, consistentes en uno de aquellos proyectos que fueron obstaculizados, temporalmente, por la Comisión Ejecutiva de Patrimonio Cultural, de lo que me referiré oportunamente, se pudo comprobar, tan pronto se iniciaron las investigaciones arquitectónicas y arqueológicas correspondientes, que el conjunto pertenecía a los albores del Siglo XVI. En el que inclusive apareció una casa construida totalmente de piedra, de factura bastante improvisada, y la que el eminente historiador dominico, Revdo. Vicente Rubio, catalogó como la posible “primera casa de piedra de América”.
Así las cosas puedo asegurar, que no solamente nos libramos de un gran dislate, sino que, por el contrario, dejamos a nuestro paso por tan incomprendida misión, hechos, no palabras y seminarios, como nos tenían acostumbrados nuestros opositores, y algunos de sus corifeos, desde el mismo inicio de mi gestión. Entre los que se encontraban destacados personeros del régimen, recién llegado al poder, y otros paniaguados, que jamás han aceptado que un arquitecto sin título fuera el rector del programa, mientras otros, graduados en universidades dominicanas, y con post grados en universidades italianas, tuvieron que conformarse con esperar doce años para poder lograrlo. Logro, que fuera parcialmente posible, gracias al cambio de gobierno que se produjo en 1978, y la infinidad de mediocres, que no resistían esperar un año más.
Mi destitución del cargo, en octubre de 1978, no resultó como esperaban los que, debajo de la mata, no pudieron aparar el mango esperado, ya que éste cayó en las manos de un abogado, desconocedor de las reglas del juego, pero que, había metido sus manos en los resultados de las elecciones, que dieron por ganadores a los candidatos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), cuyos principales dirigentes tildaban la obra que habíamos desarrollado, como parte de la maquinaria reeleccionista del presidente Balaguer, de la que fuera totalmente desligada, al igual que tantos otros fracasados programas, precisamente por sentimientos perversos de celo y envidia, ambos tan comunes, no solo entre los políticos, sino entre profesionales mediocres de nuestro país. Algunos de los cuales llegan a alcanzar la “gloria”, o las papeletas, gracias al ejercicio de tales mañas.
{Gallery dir=’mdelmonte_100513′}