La información revelada la semana pasada por el Gobernador del Banco Central anticipa una vez más el crecimiento de la economía dominicana, la cual se expresa a final de año través de la tasa del Producto Interno Bruto (PIB). El anuncio de un crecimiento del 6.7% experimentado durante los meses de enero a octubre del presente año proyecta a la República Dominicana como la nación con el mayor crecimiento económico de los países que componen la región Latinoamericana.
Por más de dos décadas el país ha registrado números positivos (con excepción del año 2003) en el porcentaje del crecimiento económico y al mismo tiempo ha superado en los últimos diez años el promedio registrado en America Latina (Ver grafico); situando en la actualidad a la República Dominicana con el mayor crecimiento económico de toda la región.
Cuando analizamos los indicadores de desarrollo humano se evidencia una historia completamente diferente; durante los últimos diez años la tasa del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la República Dominicana siempre ha estado por debajo del promedio en América Latina; incluso en la actualidad el país ocupa la posición número trece, de veinte naciones evaluadas en este indicador a nivel regional.
El contraste de los resultados presentados nos muestra que el desarrollo de la gente requiere de algo más que seguir creciendo desde el punto de vista económico, pues en este caso el crecimiento registrado no ha sido proporcional al porcentaje del desarrollo humano el cual es evaluado en base a las tres dimensiones básicas: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno.
Por lo tanto el desarrollo del pueblo dominicano se alcanza cuando este crecimiento económico contribuye en mejorar el bienestar de toda la población, sin importar donde haya nacido o en qué lugar del territorio dominicano resida; para estos fines la solución es incorporar la “dimensión territorial” en el diseño de las políticas públicas.
“La ausencia de la dimensión territorial ha generado desequilibrios territoriales que se manifiestan en disparidades socioeconómicas y ambientales por todo el país” (Jacques Attali, 2010). Si al momento de diseñar el presupuesto nacional, o de identificar los sectores productivos de la nación, o al momento de garantizar la sostenibilidad de nuestros recursos naturales, tomamos en consideración el lugar en donde viven, trabajan y se movilizan las personas identificando sus necesidades, potencialidades y capacidades, la generación de riquezas que produce la República Dominicana mejoraría de forma más directa las condiciones de vida de los habitantes por todo el territorio y al mismo tiempo aumentaría los beneficios de las inversiones realizadas, a través de la sinergia público-privado.
Es urgente el diseño de un nuevo modelo de planificación del desarrollo que tome en cuenta el lugar, la gente y las actividades que se realizan, con el fin de construir una sociedad más justa, inclusiva y con menos desigualdades.