La historia de la humanidad contiene episodios denominados como “bisagra”. Así se conoce a aquellos capítulos de la historia que transforman de una vez y para siempre el curso de las sociedades.
En esta ocasión nos referiremos al más reciente de ellos y es “La Revolución Sexual”, que abarcó parte de las décadas de 1960 y de 1970 y que tuvo como eje de desarrollo a los Estados Unidos de Norteamérica.
La génesis de la “Revolución Sexual” podemos identificarla en las obras de los filósofos existencialistas. Las enseñanzas de Sartre, Camus y Beauvoir arribaron a las universidades norteamericanas y se insertaron en las mentes de los estudiantes. Al crecer con la idea de que este mundo es todo lo que se tiene, la vida humana perdió sentido, propósito y dirección y nuevos estilos de vida comenzaron a desarrollarse.
La implementación de las ideas existencialistas conllevó un incremento sustancial en el consumo de drogas narcóticas y en la promiscuidad sexual. “Sexo, drogas y rock and roll” fue el lema de toda una generación, bautizada como los “hippies” que, aprovechando la coyuntura de la errada política exterior estadounidense de lanzar una guerra innecesaria en Vietnam, llevó a cabo un activismo anti-guerra que se caracterizó por el desafío a la autoridad y a las instituciones establecidas.
Las consecuencias de la conducta “hippie” no se hicieron esperar. Un “visionario” llamado Hugh Hefner levantó toda una industria pornográfica que degradó y devaluó al ser humano, presentándolo como mero objeto de placer sexual. El desenfreno ejercido por esta generación en la práctica de su sexualidad parió la peor epidemia que ha conocido la humanidad en su historia: el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
Al verse inmersos en este problema, los estadounidenses intentaron resolverlo mediante la promoción de uso de preservativos como manera de reducir los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, el incremento en el uso del preservativo no contribuyó a disminuir los embarazos ni las enfermedades de transmisión sexual. Las pruebas están a la vista. Pese al aumento del uso de los condones, el Centro de Control de Enfermedades (CDC) reporta 50.000 casos nuevos de VIH cada año en los Estados Unidos. Definitivamente, la fiebre no está en la sábana.
Debido a que Estados Unidos es un imperio, procede a exportar hacia América Latina todos sus componentes culturales, contenidos en sus programas de entretenimiento. Esta cultura fomenta mucho la sensualidad, el erotismo y el sexo irresponsable. República Dominicana no ha dejado de ser influenciada por esta cultura.
Es indudable que la práctica del sexo irresponsable ha aumentado en la República Dominicana. Las estadísticas no mienten. Somos uno de los países de América Latina con más adolescentes embarazadas. La situación es grave.
Sin embargo, si queremos disminuir los embarazos en adolescentes, no es distribuyendo preservativos en las escuelas, ni fomentando que las adolescentes actúen en franco desafío a la autoridad de sus padres. Estas alternativas lo que contribuyen es a agravar el problema, no a procurar una solución.
La solución radica en que, desde el Estado se tome la iniciativa de crear un currículo escolar de educación sexual que fomente la abstinencia en los adolescentes. La enseñanza de la educación sexual en las escuelas debe inculcar en los jóvenes la necesidad de trabajar en un proyecto de vida propio antes que pensar siquiera en exponerse a actividades sexuales que traigan como resultado una paternidad a destiempo.
La solución no está en cerrarle a los adolescentes las puertas de la educación sexual. Pero tampoco se encuentra en entregarle a los jóvenes implementos que incentiven el aumento de la sexualidad irresponsable. Ni lo uno ni lo otro.
Contribuyamos a la responsabilidad del individuo, incluyendo su vida sexual. Si fomentamos la irresponsabilidad sexual, las consecuencias serán lamentables. De hecho, ya las estamos viviendo.