Genial y con sabor a trópico la forma como veo surgir una iniciativa privada para apoyar a las juntas de vecinos y las alcaldías en el mantenimiento de los parques y áreas públicas. Luce que ha llegado el momento para que las empresas incorporen a sus acciones sociales colaboraciones para poder contar con parques limpios, atractivos, seguros y con una oferta armonizada y sensata de actividades culturales y recreativas.
La pasada administración municipal hizo inversiones importantes en parques públicos y contaba con recursos para su mantenimiento que ahora, simplemente, no van a estar por la situación fiscal causada por la pandemia. Las perspectivas futuras son de reducción de las transferencias del gobierno central y caída de las recaudaciones por arbitrios que, desafortunadamente, harán pasar a un segundo plano el gasto en los parques. Hasta los mismos ciudadanos prefieren que los recursos se gasten en el aseo urbano que en bailar zumba al aire libre. Con YouTube, licras y un espejo cualquiera se pone a bailar al nivel de Nashla en su casa, pero no hay forma de sustituir a los amigos que pasan para llevar los botes de basura a Duquesa.
¿Pero no es posible tener las dos cosas: calles limpias y parque bonitos? ¿Volverán los espacios públicos y parques a ser espacio para depredadores, que imponen la barbarie de convertirlos en baños al aire libre, bases de taxistas, basureros, discotecas, centro de comando organizar asaltos, domicilio para pernoctar y otros usos propios cuando la civilización se refugia para dar paso a los amos de la jungla? ¿Merecemos parques donde las estatuas se sigan deteriorando al punto que den las gracias a turbas que las hagan pedazos?
Lo que he visto con el Parque Iberoamérica me da esperanza de que se estarán incentivando alianzas público-privadas para evitar escoger entre ocio y limpieza. Me encantó ver a un empresario amigo dedicado a eliminar del frente del parque algo insólito que se convirtió en parte del paisaje: dos furgones abandonados por más de diez años. Un peligro para la salubridad y la seguridad que duró hasta que alguien combinó el “eso ahí no pinta nada” con su tiempo y sus propios medios para pasar de la queja a la solución sin tocar finanzas del ayuntamiento. También ha apoyado in situ en la limpieza del parque, de la Cueva de Santa Ana y viene en camino un piso especial que donó para que los niños puedan jugar con seguridad en el área juegos infantiles.
Me alegré de nuevo ver autoridades municipales comprometidas y cercanas con las personas. En el mismo Parque Iberoamérica, la alcaldesa y sus funcionarios dieron explicaciones a la Junta de Vecinos sobre la naturaleza de los trabajos. Ese es un parque que el desarrollo inmobiliario de la zona motivó el traslado Quisqueya Park con su gigantesca alfombra mágica, carritos chocones y otras atracciones a una zona comercial. La felicidad duró poco a los propietarios de inmuebles de alto valor, porque el uso incompatible con una zona residencial volvió en forma de espectáculos navideños, que atraían multitudes, y el uso del anfiteatro para conciertos populares. Esos jolgorios insoportables terminaron con la defenestración el 15 de mayo del 2016, que voy a proponer para que sea fecha patria, del alcalde que los respaldaba. ¿Terminaron los cuatro años de tranquilidad en la zona?
Las autoridades disiparon esos temores sobre el uso del Anfiteatro a la Junta de Vecinos, también les dieron explicaciones de los trabajos que se realizan con los árboles, indicando la base jurídica que ampara las decisiones, y que pronto se adoptaran las decisiones definitivas y por consenso para presentar a los capitaleños la forma en que se relanzará el parque.
Estemos atentos a los avances de estos trabajos donde el sector privado y las autoridades municipales combinan esfuerzos para mejorar nuestros parques públicos. Aplaudamos a todo el que quiere colaborar. Escribí hace unos años aquí sobre la labor pionera de un grupo empresarial con la isleta de la Sarasota, la de la Lincoln y un parque pequeño que está con la esquina Bolívar. Traté de incentivar con ese artículo a los empresarios de negocios cercanos a la Isleta de la Winston Churchill (bancos, supermercados, centros comerciales, hoteles, puestos de bolsa, compañías de seguros y otros negocios) para convertirla en un espacio seguro a todas horas. No pasó nada.
Tal vez ahora llegó el momento de los empresarios mirar al que tienen más cerca, tomar el teléfono y también decir a la Alcaldía del Distrito Nacional, “Aquí estoy para colaborar”. AFP Crecer tiene al frente uno pequeño con la estatua de Fabio Fiallo que parece un castigo divino por un verso al que se atribuye irreverencia. Consideren la penitencia suficiente y con poca cosa la restauran y organizan al mes una tarde de poesía con afiliados de la tercera edad. En el parque de la Lincoln que inauguró la Reina Sofía duerme encima del principal monumento un indigente y cartones de día sobre los bancos se abandonan después de siesta reparadora. Está frente a fila de establecimientos comerciales diversos con deseos parar ese uso de albergue informal y cooperar con las autoridades. Por ahí es la cosa, seamos proactivos como quien ha iniciado a predicar con hechos y vamos a contagiarnos del deseo para tener mejores parques en esta ciudad que nos debe importar a todos.