Inclusive sus más enconados competidores o adversarios  políticos deben reconocer que desde que terminó su tercer mandato como presidente de la República, allá por agosto 2012, el ex-presidente Leonel Fernández ha estado sometido a pruebas muy duras, capaces de sacar de quicio al más equilibrado .

El primer golpe le vino porque entonces quería montar una segunda reelección presidencial, para completar un tercer mandato consecutivo, que se agregaría al que había ejecutado de 1996 a 2000.

 Cuando debía prepararse para entregar en 2012, alguna vez circuló entre sus íntimos la confidencia: “Esta es la vez que tengo más interés en gobernar por otro mandato”, me confió por aquellos días un amigo cercano al leonelismo.

Esa confidencia ocurrió en los tiempos en que se movía  el laborantismo de los llamados “ingenieros constitucionalistas”, Félix Bautista y Freddy Pérez, quienes consultaban con facultos constitucionalistas la posibilidad de fabricar un tecnicismo que habilitara a Leonel  para aspirar de nuevo en 2012, y continuar a caballo en 2016, seguir para el 2044 y así quién sabe hasta cuándo.

La confirmación de que Leonel y su equipo andaban en eso se produjo cuando encabezó un acto público en 2011 en el que presentaron dizque más de 2 millones de firmas de personas que respaldaban una reforma constitucional para que él pudiera seguir.

Pero Danilo, quien venía de ceder para 2008, cuando lo “venció el Estado”, tenía ya montado su proyecto de 2012, fuera y dentro del PLD, y Leonel tuvo que dejar sus cajas de “firmas” a “lo que decidiera el partido”.

Luego del 12 para el 16 vinieron el Quirinazo, que su amigo Vinicito calificó de “acribillamiento” político que dejó a Leonel desandando entre difuntos, “dejad que los muertos entierren a los muertos”, respondió.

Cayeron como del cielo -¿justicia divina contra Leonel?-  los expedientes precisamente a los “ingenieros constitucionalistas”, y la reforma constitucional de 2015, impuesta al país pero sobre todo a Leonel, quien pontificó que si se aprobaba como la propuso el danilismo abriría la posibilidad de que emergiera un trujillo del XXI.

Entre lo que pareció una resistencia indoblegable a aquella reforma, y la negociación para apoyarla, con dos días de diferencia, siempre pensé que algún equipo descarriado de torturadores del Mossad israelí lo confundió con un terrorista palestino y lo había doblegado con sus más refinadas torturas, domeñándolo a un cambio tan radical y en tan corto tiempo…

Después oí que por entonces a los empleados de Funglode se le estaban juntando hasta tres meses sin cobrar, y entonces entendí, porque eso se resolvió como por ensalmo, como la Procuraduría de entonces resolvió lo de Félix Bautista.

Vino la caída del monarca Diandino, en medio de las discusiones de la Ley de Partidos y la modalidad abiertas o cerradas, y de vuelta a la rebelión y de vuelta a la rendición en el Comité Central, pero esta vez con un Leonel como extraño protagonista mientras Danilo se llevaba la victoria.

De modo que cuando él mismo sale en La Vega, vociferando “¡Abran paso, que vamos pa´l palacio!”, hay que ser condescendiente y entenderlo al hombre, con todo lo que ha pasado.

Parece caricatura, pero son de las cosas de un partido con una crisis de identidad que le llega hasta el tuétano, porque se anunció para avanzar y opera para retrasar.